Es un dispositivo que se instala en el interior de la Capilla Sixtina en cada cónclave. Es un elemento que permite una comunicación fundamental con el mundo exterior una vez que los cardenales deliberan la elección del nuevo Papa.
La chimenea de la Capilla Sixtina, lista para el cónclave. (Foto : A24)
Bajo la atenta mirada de las gaviotas, usuales habitantes de los techos vaticanos, los bomberos y personal especializado instalaron la chimenea de la Capilla Sixtina. Tiene dos funciones importantísimas. La primera, quemar las papeletas con los votos de los cardenales al término de cada sesión.
La más importante está cuando un elemento químico le da el color al humo que sale por esa chimenea. Si es negro, hay que seguir esperando. Pero cuando es blanco, todo es alegría y celebración. En la plaza San Pedro y en los fieles de todo el mundo que ven ese humo por la televisión. La fumata blanca significa: "Habemus Papam".
Ubicada en uno de los rincones de la Capilla Sixtina, a lo largo de los siglos ha tenido modificaciones para mejorar su técnica de combustión y la manera de ensamblar sus tramos hasta el techo y poder lanzar esa "fumata" tan trascendente. Las expectativas están dadas en que en dos días como máximo veamos el humo blanco que confirmará que hay sucesor para el papa argentino.
Se deben colocar las sillas para que los cardenales, recen, mediten, hablen y finalmente, vuelquen la postulación del nuevo Papa en una boleta. Además, se coloca una amplia mesa rectangular desde donde el presidente del cónclave guía a sus pares en cada reunión.
Además, obra como una "mesa electoral". Los cardenales son llamados de a uno, van hacia allí, depositan su voto en una urna especial y vuelven a su lugar. El presidente del concilio extrae una por una las boletas y lee en vos alta los nombres, mientras se anotan los elegidos.
Finalmente, se anuncia el resultado. Si ninguno de los cardenales logra dos tercios de los votos, se procederá a una nueva votación. El cardenal Pietro Parolin, uno de los sindicados como "papables", será quien presida el cuerpo conformado por sus pares.
La chimenea no está colocada de manera permanente. Los millones de personas que visitan la capilla a diario, no la ven. Solo se monta cuando fallece un Papa y comienza el largo ritual para elegir a su sucesor.
La Capilla Sixtina debe su nombre al Papa que la mando erigir: Sixto IV entre 1471 y 1484. Se la comenzó a utilizar para elegir a los papas, pero como deben permanecer aislados del mundo mientras dure el cónclave, se imaginó la instalación de una estufa de 1 metro de altura, con una chimenea que lleve al exterior el anuncio del resultado de las votaciones: humo negro (no hay novedades) o el humo blanco que anuncia que un nuevo Papa fue elegido.
La estufa y la chimenea se ubican en el ángulo delantero izquierdo, siguiendo el orden del ingreso de los cardenales a la capilla (el público visitante ingresa por el extremo en diagonal cuando está abierta al turismo).
Por primera vez, se emplearán dos chimeneas para el momento del anuncio más esperado.
Los cardenales depositan su boleta en una tapa de una pequeña vasija como urna. Luego, giran la tapa para que la boleta caiga en el interior. Cuando todos votaron, el Cardenal encargado lee en voz alta cada voto. Las papeletas se van uniendo unas a otras, cosidas sobre un cordel. Para que no se pierdan ni puedan ser adulteradas. Luego se las quema y allí radica lo más importante. Según en qué estufa se la introduzca, será negra o "blanca" ("bianca"). Como dijimos habrá dos estufas. Cada una tiene una sustancia especial, que al entrar en combustión dará el color al humo que ascienda por la chimenea hasta el exterior.
Cuando los miles de fieles en la plaza San Pedro - y los millones por televisión - vean el humo blanco, estallarán de felicidad. Será la clara indicación de qué, finalmente, el sucesor del papa argentino está consumada. Poco tiempo más tarde, veremos y escucharemos decir al mundo desde el balcón de la Basílica: "Habemus Papam".