La secuencia muestra la enorme dimensión que pudo tener ese disparo con tan solo haber ido unos centímetros más hacia la izquierda desde donde actuó el francotirador. Trump podría estar muerto desde entonces.
Bala asesina: una trayectoria marcada en el aire
La foto fue tomada por el hombre del Times estando ubicado de frente al atril desde donde Trump solo pudo hablar durante escasos 6 minutos. La imagen de televisión no permitió ver con claridad lo sucedido. El sonido permite escuchar tres disparos primero y luego otros cinco. Todavía no se sabe si los tres primeros corresponden al atacante y los demás a los agentes del servicio secreto que lo abatieron.
Pero la serie fotográfica de Doug Mills permite ordenar el momento del ataque. La primera imagen es justamente la que muestra lo cerca que estuvo el presunto asesino de lograr su cometido: Trump está hablando, como mirando hacia el lugar desde donde vino el disparo. Tiene su mano levantada acompañando sus palabras (hablaba, cuándo no, sobre el problema de los inmigrantes ilegales que llegan desde México a Estados Unidos).
El hecho más importante, es que el proyectil ya pasó por el lugar en que estaba el candidato republicano. Solo un segundo más tarde, sintió el ruido y un golpe en su oreja. Es decir, la bala lo alcanzó, lo hirió y siguió su trayectoria sin que Trump pudiera notar que había sido herido. De haber tenido mejor puntería, hoy estaríamos hablando, casi con seguridad, de un magnicidio.
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La secuencia captada por la lente de la cámara del fotógrafo del Times (Foto: gentileza NYT).
Las dos fotos posteriores muestran que Trump, con un gesto de dolor, se lleva su mano a la oreja derecha. En la otra fotografía, la aparta para comprobar que tiene sangre en su mano. Es entonces cuando se agacha, antes que llegue la ayuda del servicio secreto.
Un registro gráfico valiosísimo
La acción del servicio secreto está en pleno debate en los Estados Unidos. Por el tiempo en reaccionar, pero sobre todo por los detalles previos que la fotografía de Mills deja al desnudo. El disparo lo hizo Mathews Thomas Crooks desde el techo de un galpón ubicado a 70 metros del lugar desde donde hablaba Trump. Se dice que estaba fuera del perímetro de seguridad que se marca por protocolo.
Pero aun así, hace falta una explicación precisa y contundente. Primero, cómo llegó esa persona a subirse a ese techo, con una ametralladora automática y colocarse en la posición de un francotirador sin que nadie lo notara. Hay personas que asistieron al mitín que aseguran haberlo visto y que avisaron a la policía, pero no fueron tomados en cuenta.
Pero hay algo mucho más grave. Unos metros por sobre Trump, en un lugar elevado, había al menos dos francotiradores del servicio secreto. Apuntando, justamente en dirección a donde estaba Crooks. Por esas paradojas, su apellido, traducido, significa "ladrones" o "delincuentes". ¿Cómo es posible que no lo hayan visto si estaban apostados hacia el lugar desde donde se disparó contra Trump? Más extraño aún, un video muestra que la respuesta del los francotiradores que lo abatieron fue casi inmediatamente del disparo que casi mata a Trump. ¿Lo tenían en la mira y no actuaron antes? ¿Por qué pudo disparar Crooks? ¿En qué momento exacto se percataron de ese potencial asesino a solo 70 metros con un arma de precisión?
Trump -ya repuesto- dijo que el servicio secreto actuó muy bien y los ponderó. ¿Se refería a todos o a los que lo escudaron y ayudaron a salir del lugar en que su vida estuvo en peligro?
El presidente, Joe Biden, en tanto, ordenó rápidamente una investigación exhaustiva sobre el comportamiento del servicio de seguridad. Para tener mejor información, la investigación será hecha por un departamento externo y no por el FBI, responsable de lo que sucedió el sábado por la tarde.
Seguramente, Doug Mills, el fotógrafo, reciba este año el premio Pullitzer. Pero la democracia norteamericana necesita mucho más que eso: utilizar la fotografía como un documento clave para saber qué falló o cómo fue posible semejante atentado.