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El papa hizo un llamado a la vocación sacerdotal ligada a los fieles en su homilía en la misa del jueves Santo. (Foto: Captura de TV)
Al Papa se lo vio bien en su semblante luego de la internación de tres días de la semana anterior. Leyó su homilía con una voz clara y con firmeza, aunque en el tono cordial que lo caracteriza.
Como mensaje central a los obispos y sacerdotes les recordó que su esfuerzo debe estar orientado para dar servicio como "pastores del pueblo" y no caer en la tentación de los puestos o cargos jerárquicos dentro de la Iglesia.
Este día, que recuerda la última cena de Jesús con los apóstoles, también tiene un hecho relevante: la ceremonia del lavado de pies a los pecadores, que Francisco siempre realiza con personas que se encuentran detenidas.
Una celebración interna de la Iglesia
La misa del mediodía es de especial celebración para los pastores de la iglesia. Desde el altar, los celebrantes - en todo el mundo - recuerdan los valores de la vida consagrada a Dios para difundir el evangelio.
Por eso el papa, en su homilía volvió a destacar el verdadero propósito de la misión sacerdotal: estar al servicio de los fieles y especialmente, los más necesitados.
En los instantes más importantes de la misa - luego de la homilía, se produce la unción de los óleos sagrados - que se utilizarán la misas del año litúrgico y los sacerdotes renuevan ante el papa su compromiso para difundir la palabra de Dios a asistir a los fieles.
Es por eso que en un momento de la homilía les dijo a los sacerdotes en la Basílica de San Pedro: "¡Cuánta gente no se acerca o se aleja porque en la Iglesia no se siente acogida y amada, sino mirada con recelo y juzgada!"
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El papa en la consagración de los óleos sagrados, en la misa del jueves Santo (Foto: Captura de TV)
La evocación de la última cena
Desde que inició su pontificado, hace ya 10 años, el papa Francisco realiza la ceremonia del "lavado de pies" con detenidos. En este año eligió estar con los reclusos de una prisión de menores en las afueras de Roma. Esa acogedora ceremonia, como símbolo de humildad, conmemora la última cena de Jesús antes de su crucifixión.