"Nadie puede permanecer sordo ante la ira de los franceses" dijo el presidente Emmanuel Macron. El mandatario galo habló al país luego de tener la ratificación de la reforma previsional que promulgó con un artilugio de la Constitución.
"Nadie puede permanecer sordo ante la ira de los franceses" dijo el presidente Emmanuel Macron. El mandatario galo habló al país luego de tener la ratificación de la reforma previsional que promulgó con un artilugio de la Constitución.
Macron defendió que la reforma es "absolutamente prioritaria y necesaria" ante el aumento de la expectativa de vida.
El sistema previsional no tiene los recursos suficientes para pagar haberes jubilatorios durante ya casi 30 años. Los franceses se jubilan a los 62 años (ahora a los 64) y muchos ya viven más de 90 años en muy buenas condiciones.
Al término de su discurso, en París y otras ciudades sonaron "cacerolazos" como rechazo a sus palabras.
Es el discurso que repitió desde la presentación de la reforma previsional que provocó meses de enfrentamientos en las calles de las principales ciudades de Francia. Lo mismo dijo en su discurso a todo al país. Macron explicó que es imprescindible cambiar las bases del sistema previsional porque no es sustentable.
Cada vez más adultos mayores, de la tercera edad o simplemente, pensionados, tienen una vida prolongada con una buena calidad y activos. El sistema de haberes no se puede sostener con erogaciones pensadas para una sobrevida de 10 o 15 años tras el retiro como trabajador activo, cuando en la actualidad estar plenamente saludable a los 85 años ( 23 años como pensionado hasta esta reforma) es perfectamente posible.
Por eso Macron defendió la necesidad de esta reforma aunque sea ingrata. Pidió y se comprometió a que en los próximos 100 días hará una serie de cambios, complementos y explicaciones que le darán el verdadero sentido a la reforma previsional, por el bien del futuro de la sociedad francesa.
Las palabras del presidente Macron tuvieron un destino inmediato. Fueron a parar a las cacerolas con que los franceses demostraron su desacuerdo con los dichos del mandatario. Mucha gente, más allá de la cerrada oposición de los sindicatos, se niega a tener que trabajar dos años más antes de poder jubilarse.
Pero Macron da un dato que es muy fácil de comprender en otros países, como en la Argentina. Jubilarse a los 62 años o ahora a los 64 es muy temprano. Un adulto en el siglo XXI es plenamente idóneo para continuar trabajando activamente.
En la Argentina se modificó la ley jubilatoria y estiró los plazos. A los 65 años, en lugar de jubilarse, el trabajador puede optar por seguir activo hasta los 70. La jubilación en Francia para una persona de 64 años puede ser suficiente y lo que cobran los jubilados en la Argentina es insuficiente para casi el 80% de la clase pasiva, pero más allá de eso, la suba de la edad para salir del mercado activo marca una realidad mundial.
No hay dinero suficiente - en ningún lugar del mundo - para sostener un sistema pensado cuando la expectativa de vida era de 70 años o menos. Es un problema global de difícil solución.
Macron pidió 100 días mientras comprende la "ira de los franceses". En pocos días más tendrá otro desafío: los sindicatos preparan una nueva marcha para el próximo 1° de mayo, el día internacional de los trabajadores.