Subasta récord en el mundo

La increíble historia de los raros huevos de Fabergé: el último se vendió por US$30 millones

Una de la obras del orfebre de los zares rusos, que se realizaban anualmente, superó todos los récords en la famosa casa de subastas de Sotheby´s. La poca cantidad de esas obras de arte que se diseñaron hace que cada oportunidad como esta genere un gran entusiasmo de los coleccionistas.

Roberto Adrián Maidana
por Roberto Adrián Maidana |
Subasta récord para uno de los huevos especiales del orfebre ruso de los Zares

Subasta récord para uno de los huevos especiales del orfebre ruso de los Zares, Fabergé. (Foto: A24.com)

Gracias a una de sus creaciones magníficas, Carl Fabergé se convirtió en el orfebre real de la casa de los Zares de Rusia. Comenzó con un huevo que realizó especialmente para las Pascuas de 1872 para que el Zar Alejandro III se lo regalara a la zarina. A partir de allí comenzó a diseñar uno por año, para esa fecha especial de la fe. Los hizo de cualquier tipo de diseño y calidad en su ornamentación. Cada uno es una verdadera obra de arte.

Por uno de ellos, acaba de superarse un récord en una subasta. Se pagaron 30,2 millones de dólares por un Huevo de Fabergé, conocido como el célebre “Huevo de Invierno”. Lo creó en 1913 por la casa imperial de orfebrería Fabergé para la dinastía Romanov.

La pieza -considerada por muchos la cumbre estética de los huevos imperiales- fue encargada por el zar Nicolás II como regalo pascual para su madre, la emperatriz viuda María Fiódorovna. El diseño evoca el rigor del invierno ruso: una cáscara de cristal de roca (cuarzo transparente) tallada para simular bloques de hielo, cuajada de platino y más de mil diamantes que reproducen escarcha y grietas heladas con un naturalismo asombroso.

Como marca la tradición de Fabergé, el huevo escondía una “sorpresa”: una miniatura de un canastillo de flores de primavera, elaborado en platino y oro y engalanado con rubíes y otras gemas, símbolo del renacer tras el deshielo. La dualidad entre la crudeza invernal exterior y la explosión vital del interior resume la poética de esta obra maestra.

Hoy es un emblema del lujo supremo y del virtuosismo técnico de Fabergé: un objeto donde joyería, escultura y narrativa histórica convergen y que, con su precio récord, consagró el estatus mítico de los huevos imperiales en el mercado global del arte.

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Fabergé: récord en la subasta "el Huevo de Invierno"

Nicolás II, siguió con la tradición iniciada por su padre, Alejandro III. Pero le hizo un pedido más al orfebre Fabergé. Debía realizar dos por año, para regalar en Pascuas, uno a su esposa y otro a su madre, viuda de Alejandro. Justamente, la obra de arte que batió récords, la realizó Carl Fabergé para la emperatriz viuda María Fiódorovna.

La subasta de 2002 no sólo reflejó la rareza del objeto (se conocen 50 huevos imperiales) sino el intenso interés del mercado por el arte ruso posterior a la Revolución rusa, cuando muchas piezas salieron al exilio y se dispersaron por colecciones privadas y museos. El “Huevo de Invierno”, en particular, pasó por manos aristocráticas europeas antes de reaparecer en el circuito internacional de subastas.

Hoy es un emblema del lujo supremo y del virtuosismo técnico de Fabergé: un objeto donde joyería, escultura y narrativa histórica convergen y que, con su precio récord, consagró el estatus mítico de los huevos imperiales en el mercado global del arte.

Este "huevo" rematado es de 1913. El huevo mide 10 centímetros de altura y está elaborado en cristal de roca finamente tallado, decorado con un patrón de copos de nieve en platino y con unos 4.500 diminutos diamantes.

Como ya dijimos, el primero que hizo, Fabergé lo realizó para Pascua y por lo tanto, tenía en su interior una sorpresa. Causó tal sensación en la familia real de los Romanov, que el Zar le encargó renovar esas obras de arte cada año. En su interior guarda una canasta removible con flores de cuarzo y gemas que simbolizan la llegada de la primavera.

Así se creó la tradición que ahora, más de un siglo más tarde, bate récord cada vez que una de estas obras sale a la venta en una subasta. Este "huevo de invierno" superó ampliamente el precio alcanzado de US$18,5 millones pagados en 2007, también en Christie’s, por otro huevo diseñado para la familia Rothschild, una de las más poderosas de los Estados Unidos.

Según estiman las casas de subastas, los museos y coleccionista de arte, Fabergé elaboró 69 huevos. De ellos, 57 están en museos, por lo que en manos privadas hay un puñado. Esto explica el enorme valor que se alcanza en cada subasta.

huevo de Faberge subastado
Una muestra del huevo de Fabergé que batió récords en una subasta. (Foto: A24.com)

Una muestra del huevo de Fabergé que batió récords en una subasta. (Foto: A24.com)

Quién era Fabergé, el orfebre de los zares de Rusia

Carl Fabergé fue uno de los mayores orfebres de la historia y el creador de los legendarios huevos imperiales que hoy simbolizan el lujo extremo del último imperio ruso. Nacido en San Petersburgo en 1846, heredó el taller familiar y lo transformó en la célebre casa Fabergé, famosa por su innovación técnica y su imaginación artística. Formado en Europa y con un ojo extraordinario para el detalle, Peter Carl convirtió la joyería en un lenguaje narrativo: cada obra contaba una historia, escondía una sorpresa y desafiaba a los maestros artesanos a superarse año tras año.

El salto a la fama llegó cuando el zar Alejandro III le encargó en 1885 un regalo de Pascua para su esposa. Así nació el primer huevo imperial, con una gallina de oro en su interior, que deslumbró a la corte. Tras su muerte, su hijo Nicolás II continuó la tradición y elevó la apuesta: dos huevos por año, uno para su madre y otro para su esposa.Fabergé, por supuesto, debió mantener no solo la belleza de los diseños, sino la sorpresa en su interior, otra obra de arte por su realización.

Pero el brillo del oro chocó de frente con la tormenta política. En 1917 estalló la Revolución bolchevique terminó con los Romanov. La familia real fue fusilada, y el mundo que había consagrado a Fabergé se derrumbó.

El nuevo poder bolchevique nacionalizó los talleres y catalogó los tesoros imperiales como propiedad del Estado. Muchas joyas fueron requisadas; otras se vendieron en el extranjero para obtener divisas con las que sostener al nuevo régimen. Los huevos, símbolo de una opulencia que el discurso revolucionario detestaba, quedaron guardados en arsenales estatales o emprendieron silenciosos viajes fuera de Rusia.

zares y huevos de Fabergé
Los últimos zares de Rusia. Alejandro III y Nicolás II (está también como un niño en la foto con su padre). Con ellos, Fabergé diseñó los huevos que son una obra de arte. (Foto: A24.com)

Los últimos zares de Rusia. Alejandro III y Nicolás II (está también como un niño en la foto con su padre). Con ellos, Fabergé diseñó los huevos que son una obra de arte. (Foto: A24.com)

Fabergé, por su parte, pagó el precio del cambio de época. Obligado a huir, escapó primero a Finlandia y luego a Alemania y Suiza. Murió exiliado en Lausana en 1920, lejos de su taller y de la Rusia que había moldeado su genio. Con él pareció extinguirse una tradición artesanal única, y durante décadas su nombre quedó asociado a un pasado irrecuperable.

La historia de los huevos después de la Revolución es la de una diáspora de objetos de lujo. Algunos ingresaron a museos rusos como el Kremlin; otros fueron vendidos por el Estado soviético en los años treinta a coleccionistas y magnates de Occidente. Esa dispersión explica por qué hoy aparecen en Nueva York, Londres o Mónaco, alcanzando cifras astronómicas. Cada reventa confirma que ya no son simples joyas, sino relicarios históricos.

Pero la belleza se impuso al autoritarismo. Hoy, no solo con Putin, los huevos de Fabergé son un símbolo de Rusia, como continuidad, no solo de la época zarista. Fabergé es sinónimo de excelencia artística y de un mundo extinguido. Sus creaciones únicas sobreviven como cápsulas del tiempo. Y fuera de los museos, su valor es incalculable, como acaba de demostrar esta subasta de Christie´s.

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