Pero en su segunda presidencia comenzaron a aparecer los reparos hacia el gobierno del líder obrero del Partido de los Trabajadores (PT). Y todo, pese a su popularidad y logros económicos, como haber introducido a 50 millones de personas en la clase media, o como que en 2010, en el final de su mandato, el PBI brasileño consiguió superar al de Gran Bretaña.
Sin embargo, en el mandato de su sucesora, Dilma Rousseff afloraron todas las críticas a la gestión y surgieron los planteos por corrupción. Primero fue la causa Odebrecht/Petrobras y luego el caso conocido como "Lava Jato".
Rousseff finalmente fue destituida en 2016. Su vice, Michel Temer, quien la sucedió en el cargo, tuvo una política más de centroderecha, por esos acuerdos que permiten consagrar fórmulas electorales de "consenso" en Brasil. Para Lula, lo peor estaba por venir. En abril de 2018 fue arrestado por orden del juez Sergio Moro en el marco de la investigación del "Lava Jato". Estuvo 580 días en prisión.
Así, desde la extrema derecha apareció en escena un personaje muy controvertido por lo tajante de sus posturas y definiciones: Jair Bolsonaro. Captó lo que parte del electorado brasileño quería: un cambio de rumbo a los 13 años del poder de la centroizquierda. Exmilitar del cuerpo de paracaidistas de Río de Janeiro, cayó justo para desbancar las apetencias de Michel Temer por ese mismo electorado.
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El presidente Jair Bolsonaro parece recortar distancias con Lula, pero no al ritmo que necesita (Foto: Archivo)
Jair Bolsonaro: "Primero Brasil y encima de todo, Dios"
Con esas dos premisas, el exmilitar fue ganando terreno. Su discurso radicalizado, pero poniendo el énfasis en un Brasil como potencia en América, solo detrás de Estados Unidos, le dio consenso en las clases altas, pero también en las más bajas, que se desencantaron con el final de Lula y Rousseff.
La otra parte importante para su campaña fue el masivo contacto con la fe. Pero principalmente con los sectores evangelistas que ganan cada día más espacio en ese país. Con Lula fuera de carrera -él mismo impulsó la "ficha limpia", que les impide presentarse como candidatos a personas con condenas-, Bolsonaro ganó la primera vuelta y en el balotaje superó el 54% de los votos.
Su gobierno tuvo estos pilares:
- Alineación con Estados Unidos (en realidad, con Donald Trump).
- Crítica constante a los gobiernos de izquierda en la región. Alberto Fernández cayó en esta visión maniquea y siempre lo puso como antítesis de sus propuestas para la sociedad y el Gobierno.
- Voluntarismo en materia económica, con una inflación que se mantuvo en torno al 3-4%, aunque la pandemia lo llevó al 10,06% en 2021.
- Pésimo manejo de la pandemia. La consideró una "gripecita" y nunca creyó en medidas como aislamientos y cierres temporarios. Se demoró en la compra de vacunas.
Todos estos factores le hicieron perder sustentación y apoyo. Especialmente en las clases más populares. Para revertir estos datos, aplicó desde este año una ayuda de hasta 600 reales mensuales a los sectores más desposeídos. Además, con una fuerte contracción, logró que el mes de julio hubiese deflación por primera vez desde 1980. Pero ahora, se dio vuelta la taba. Lula está libre, su causa está desestimada por el Tribunal Superior de Justicia y pisa fuerte para volver a ser presidente del país.
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Michelle Bolsonaro, la primera dama, llamó a su esposo como "el elegido" para guiar al Brasil (Foto: Gentileza El País)
El poder de las mujeres
Bolsonaro parece dispuesto a jugar a fondo en la campaña junto a su tercera mujer, Michelle Reinaldo. Especialmente porque ella también aparece como una fuerte militante de las creencias religiosas, la fe en Dios y el poder de los evangelistas, uno de los apoyos principales del actual presidente en estos cuatro años.
El día del inicio oficial de la campaña electoral, Michelle llamó a su esposo como "el elegido" para dirigir a Brasil. Por el contrario, invirtió el argumento del líder del PT. Para ella, el demonio es precisamente Lula.
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Rosângela da Silva, actual pareja de Lula, en un mensaje en campaña electoral (Foto: Captura de cuenta oficial de Lula)
Para el candidato de izquierda, también su tercera pareja aspira a ser la próxima primera dama. Pero Rosângela da Silva, conocida como "Janja", tiene una historia muy diferente a la de Michelle Reinaldo. Es militante del PT y una intelectual. Es socióloga y un apoyo permanente en los planes de campaña. Estuvo esperando puntualmente su liberación en la puerta del destacamento policial en el que cumplió sus 580 días de prisión. Ese día, Lula prometió que se casarían, algo que planean concretar en marzo de 2023. Si gana las elecciones, el presidente se casará en funciones.
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El diario "Estadao" dice que Lula lleva una ventaja del 45% contra el 32% de Jair Bolsonaro (Foto: Estadao)
¿Ganador en primera vuelta?
Esto nunca ocurrió desde que Brasil recuperó la democracia en 1985. Sin embargo, en su edición del viernes, O Estadão le da una clara ventaja a Lula y reitera un dato ya conocido: el líder del PT estaría en condiciones de convertirse nuevamente en presidente tras la primera vuelta. Si bien Bolsonaro logró descontar un poco la ventaja que llegó a ser de 15 puntos, el ritmo de recuperación no parece suficiente para los menos de 45 días que faltan para la elección presidencial.
Además, Lula parece haber aprendido con el paso del tiempo. Eligió como compañero de fórmula al socialdemócrata Geraldo Alckmin, el mismo que enfrentó y perdió en 2006 cuando el líder del PT fue reelecto. Una clara maniobra para "neutralizar" el viraje al "Centrão" de Bolsonaro, obligado por la urgencia electoral.