Allí, según confirmaron los estudios forenses, los niños fueron asesinados por asfixia por sumersión. Sus pequeños cuerpos no presentaban signos de defensa, lo que refuerza la hipótesis de que fueron atacados sin posibilidad de reacción. Fueron hallados en una zanja con agua estancada, en un paraje desolado donde nadie pudo escuchar ni ver nada.
Un final premeditado y brutal
Después de asesinar a su familia, Fernando Dellaciprete se dirigió a una zona cercana, y allí se arrojó debajo de un camión en movimiento. La autopsia reveló que murió por fractura de cráneo por hundimiento, producto del impacto. El cuerpo presentaba además múltiples politraumatismos y un corte profundo en la columna vertebral, lesiones compatibles con el atropellamiento.
La magnitud de la tragedia y la planificación que sugiere la secuencia de los hechos llevaron a la fiscal a descartar cualquier participación de terceros. Se trató de un asesinato múltiple seguido de suicidio, cuidadosamente ejecutado.
El perfil mental del asesino
Uno de los aspectos más inquietantes de este caso es el estado mental del agresor, un factor clave para entender, aunque no justificar, lo ocurrido. Según trascendió, Dellaciprete se encontraba bajo tratamiento psiquiátrico y era seguido por el área de Salud Mental del municipio de Tres Arroyos.
“Estamos convocando a las psiquiatras y psicólogas que lo atendían para tener un cuadro claro de su diagnóstico y conocer si estaba cumpliendo con la medicación prescripta”, declaró la fiscal Ramos, quien confirmó que el hombre presentaba antecedentes clínicos, aunque hasta el momento no existía ninguna denuncia previa por violencia de género ni medidas de restricción en su contra.
La comunidad médica ahora busca determinar si existió negligencia o falla en el seguimiento profesional, dado que Dellaciprete no había mostrado señales claras que permitieran anticipar un desenlace tan trágico.
Dolor, silencio y preguntas sin respuesta
La comunidad de Tres Arroyos continúa en estado de shock. Vecinos, amigos y docentes de los niños no logran asimilar lo ocurrido. “No lo podemos creer. Eran una familia normal. Él era muy callado, pero nunca imaginamos algo así”, expresó una vecina en declaraciones a medios locales.
En el colegio donde asistían Tiziano y Francesco, se realizaron jornadas de duelo y contención psicológica. Los directivos informaron que se activaron protocolos de acompañamiento para los compañeros y docentes, ya que el impacto emocional fue devastador.
En tanto, en redes sociales, amigos de Rocío Villarreal la recordaron como una madre amorosa y trabajadora, muy querida en su entorno, con posteos cargados de tristeza e impotencia. Muchos exigen justicia y apuntan a la necesidad de mejorar los sistemas de atención en salud mental, que muchas veces fracasan en detectar signos de alerta.
Las investigaciones siguen en curso
Aunque el caso parece cerrado en términos judiciales, la fiscal Ramos continúa reuniendo testimonios, informes médicos y registros del área de salud mental, con el objetivo de entender si existieron omisiones institucionales.
“Este no es solo un crimen familiar, es una tragedia que interpela a todo el sistema. Necesitamos saber si hubo alguna señal que se pasó por alto, algún pedido de ayuda que no se escuchó”, aseguró la fiscal.
Por el momento, no hay imputados ni sospechas de complicidad. La hipótesis de un acto solitario y planificado por parte del padre se mantiene firme, aunque la sociedad exige explicaciones más profundas.
Un caso que deja heridas abiertas
Este triple crimen seguido de suicidio se suma a una creciente lista de tragedias familiares que encienden las alarmas sobre la salud mental, la violencia intrafamiliar y los vacíos del sistema judicial y sanitario. La historia de la familia Dellaciprete-Villarreal quedará grabada en la memoria de Tres Arroyos como una herida abierta, un caso que invita a la reflexión y al compromiso social para prevenir nuevas catástrofes.
En un país donde cada vez se vuelve más frecuente escuchar noticias sobre crímenes cometidos por personas bajo tratamiento psiquiátrico, la pregunta inevitable es: ¿se pudo haber evitado?