"Los golpes serían poco. Estos chicos tenían que comer su materia fecal y sus vómitos. Eran mordidos y golpeados en la oreja al punto que se les juntaba sangre en la oreja; la madrastra les sacaba ella misma la sangre acumulada con una jeringa para que no se diera cuenta nadie más", detalló.
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"Los golpes serían poco. Estos chicos tenían que comer su materia fecal y sus vómitos. Eran mordidos y golpeados en la oreja al punto que les juntaba sangre en la oreja; la madrastra les sacaba ella misma la sangre acumulada con una jeringa para que no se diera cuenta nadie más", detalló.
En su testimonio, también reveló que los chicos ya venían de una historia precedente de violencia con su madre biológica y su padrastro, donde también sufrían brutales golpizas. Al cambiar de hogar, con su padre, esperaban una mejora en su situación, pero se encontraron con una situación peor. "El calvario incluía ser golpeados con palos, mordidos en las orejas, lastimados y obligados a comer cosas repugnantes hasta vomitar para luego ser forzados a comer el vómito", relató.
Durante la pandemia, la situación se agravó ya que los menores no asistían a la escuela, lo que dificultó la detección del abuso por parte de docentes y autoridades. "Si hubiesen ido a la escuela, no tengo dudas de que los docentes habrían advertido esto y podríamos haber intervenido con anticipación", lamentó el defensor y contó que “se salvaron” al escapar de su casa y realizar una denuncia.
El juicio por este caso comenzó hace tres años, pero aún no hay sentencia. "Por los datos que tenemos eran gente trabajadora pero puertas adentro eran verdaderos monstruos", concluyó el defensor, y sostuvo que los progenitores están hasta hoy detenidos." />
En su testimonio, también reveló que los chicos ya venían de una historia precedente de violencia con su madre biológica y su padrastro, donde también sufrían brutales golpizas. Al cambiar de hogar, con su padre, esperaban una mejora en su situación, pero se encontraron con una situación peor. "El calvario incluía ser golpeados con palos, mordidos en las orejas, lastimados y obligados a comer cosas repugnantes hasta vomitar para luego ser forzados a comer el vómito", relató.
Durante la pandemia, la situación se agravó, ya que los menores no asistían a la escuela, lo que dificultó la detección del abuso por parte de docentes y autoridades. "Si hubiesen ido a la escuela, no tengo dudas de que los docentes habrían advertido esto y podríamos haber intervenido con anticipación", lamentó el defensor y contó que “se salvaron” al escapar de su casa y realizar una denuncia.
El juicio por este caso comenzó hace tres años, pero aún no hay sentencia. "Por los datos que tenemos eran gente trabajadora, pero puertas adentro eran verdaderos monstruos", concluyó el defensor, y sostuvo que los responsables están hasta hoy detenidos.