VECINOS DE CERATI

La sospechosa hipótesis de Ingrid Graf sobre cómo estuvo Diego Fernández enterrado durante 40 años en la casa

La investigación por el crimen de Diego Fernández Lima, ocurrido en 1984 y descubierto tras hallarse sus restos en el fondo de una vivienda de Coghlan, sigue sumando capítulos inesperados.

La sospechosa hipótesis de Ingrid Graf sobre cómo estuvo Diego Fernández enterrado durante 40 años en la casa

La investigación por el crimen de Diego Fernández Lima, ocurrido en 1984 y descubierto tras hallarse sus restos en el fondo de una vivienda de Coghlan, sigue sumando capítulos inesperados. Ahora, una serie de declaraciones de testigos, sumadas a hipótesis sorprendentes, ponen bajo la lupa los motivos por los cuales el cuerpo permaneció enterrado durante cuatro décadas sin ser descubierto.

Uno de los puntos más llamativos de la investigación lo aportó Ingrid Graf, familiar del principal sospechoso, Cristian Graf. En su declaración, la mujer deslizó que en el terreno donde se encontraron los restos funcionaba, años atrás, una iglesia llamada Santa María.

De acuerdo con lo que trascendió en la causa, una fuente cercana explicó:

“Quizá pensaba o quería dar a entender que los huesos podían ser de una persona enterrada en la época en que funcionaba el templo y antes de que su familia se instalara en la propiedad”.

Este argumento, aunque insólito, fue analizado por los investigadores, quienes intentan determinar si se trató de un recurso de desviación o confusión deliberada, o si efectivamente existía algún antecedente histórico que justificara la versión.

El fiscal del caso brindó un testimonio clave que vuelve a poner a Cristian Graf en el centro de la escena. Según su relato, al comenzar las excavaciones en un domicilio lindero a la vivienda de los Graf, el sospechoso mostró signos de nerviosismo.

“Graf se mostró preocupado, temeroso de que la verdad saliera a la luz. Les dijo a los obreros que tenían prohibido cortar un determinado árbol cercano a la medianera y, ante la imposibilidad de impedirlo, su actitud fue de suma preocupación, observando y vigilando el avance de la obra”, declaró el fiscal.

Este detalle resulta fundamental, ya que el comportamiento del acusado habría sido una reacción directa a la posibilidad de que los restos humanos salieran a la superficie, confirmando lo que durante años se sospechó pero nunca pudo probarse.

En paralelo, surgió una denuncia inesperada que complicó aún más el panorama mediático y judicial. Adrián Farías, un hombre que fue compañero de colegio tanto de Cristian Graf como de Diego Fernández, realizó una acusación pública que puso bajo la lupa al propio joven asesinado hace 40 años.

Farías señaló que Fernández habría tenido actitudes que, según él, justificaban ciertas disputas en la época escolar. Sin embargo, sus dichos fueron rápidamente cuestionados por su falta de pruebas concretas.

Ante la controversia que generó su testimonio, Farías se vio obligado a presentar documentación escolar para probar que efectivamente fue compañero de los protagonistas del caso.

“Tuve que ir al colegio a buscar los papeles para probar que fui alumno”, declaró públicamente.

Poco tiempo después, compartió el certificado expedido por la Escuela Cristiana Evangélica Argentina, firmado por Brenda Romina Sáenz, secretaria del nivel secundario de la institución. El documento lleva la fecha del 13 de agosto de este año y certifica su paso por el colegio.

De esta manera, Farías buscó respaldar su credibilidad, aunque el valor de su testimonio sigue siendo discutido por los investigadores y por los familiares de la víctima.

El caso de Diego Fernández impacta no solo por la brutalidad del crimen, sino por el silencio que rodeó la escena durante cuatro décadas. Los restos del joven permanecieron enterrados en el mismo terreno donde vivía la familia Graf, sin que nadie advirtiera su presencia o, al menos, sin que se denunciara oficialmente.

Las recientes declaraciones ponen de manifiesto la posibilidad de que algunos vecinos o allegados hayan sabido más de lo que se dijo en su momento, pero el miedo o la complicidad habrían impedido que la verdad saliera a la luz antes.

Vecinos de la zona recordaron que, en los años 80, el barrio de Coghlan estaba atravesado por una fuerte vida comunitaria. Sin embargo, el hermetismo de algunas familias y la falta de recursos policiales de la época habrían facilitado que un hecho tan grave quedara sepultado bajo capas de silencio.

Además, la mención a la iglesia Santa María suma un condimento histórico: si bien no se hallaron registros oficiales de entierros en ese lugar, la referencia abre una línea de investigación que combina lo religioso, lo comunitario y lo judicial.

Para los investigadores, la figura de Cristian Graf es clave. Su reacción ante las excavaciones, la insistencia en evitar que se tocara el árbol cercano a la medianera y el comportamiento evasivo que mostró en varias oportunidades son elementos que lo ubican como el principal sospechoso.

Además, se investiga si existieron complicidades familiares que permitieron sostener la ocultación del cuerpo durante tanto tiempo.

Con las nuevas declaraciones y los documentos presentados, la causa vuelve a tomar impulso. El fiscal busca avanzar con nuevas pericias y testimonios que permitan establecer la responsabilidad penal de Cristian Graf y, en paralelo, descartar hipótesis fantasiosas como la de los supuestos restos ligados a la antigua iglesia.

Los próximos meses serán determinantes, ya que la investigación se encuentra en una etapa crucial: determinar cómo murió Diego Fernández, quiénes participaron del crimen y qué mecanismos se utilizaron para ocultar el cuerpo durante 40 años.