La desaparición de Gael activó rápidamente el protocolo de búsqueda de personas. Las fuerzas policiales desplegaron un operativo en la zona donde ocurrió el secuestro y alrededores. La colaboración de distintas unidades permitió cubrir un amplio territorio en un corto período de tiempo.
Finalmente, el hallazgo del cuerpo del bebé en una finca cercana fue el peor desenlace posible. La madre, quien ya había sido sometida a una experiencia de terror inimaginable, recibió la noticia que nadie desea escuchar: su hijo había sido asesinado. La brutalidad y la premeditación del acto conmocionaron a una sociedad que pide justicia.
El Comité de Actuación ante Casos de Desaparición de Mujeres, Niñas, Niños, Adolescentes y Personas de la Diversidad (CINDAC) emitió un comunicado confirmando el fallecimiento del menor. En el mensaje publicado en redes sociales, expresaron:
“El CINDAC informa con profundo pesar que G. F. S. fue hallado sin vida en el día de la fecha”.
Añadieron que desde la denuncia inicial se desplegaron todos los esfuerzos necesarios para encontrar al bebé con vida, pero lamentablemente no fue posible salvarlo. Este anuncio oficial fue recibido con una ola de indignación y tristeza por parte de la sociedad.
Este caso refleja una problemática social que se repite en distintos contextos: la violencia de género y sus devastadoras consecuencias. Los expertos señalan que muchos de estos actos extremos son el resultado de ciclos de violencia no atendidos y de una falta de contención para las víctimas.
La madre de Gael había sido víctima de violencia previa, pero nunca imaginó que su hijo sería usado como una herramienta de venganza. Casos como este exigen una revisión urgente de los protocolos de protección a mujeres y niños en situaciones de riesgo.
Este crimen también abre el debate sobre la necesidad de medidas preventivas más eficaces. Organizaciones de derechos humanos y de protección infantil enfatizan que es crucial identificar señales de violencia y tomar acciones antes de que se lleguen a extremos fatales. La amenaza explícita y el historial de violencia de este joven podrían haber sido motivos suficientes para una intervención más severa por parte de las autoridades.
La sociedad no ha tardado en expresar su indignación y dolor por el asesinato de Gael. Las redes sociales y las calles se han llenado de mensajes pidiendo justicia. Organizaciones feministas y de derechos del niño han convocado a marchas y protestas para exigir que se endurezcan las penas contra quienes cometen crímenes de este tipo.
Este caso es un recordatorio de que la violencia de género y familiar no solo afecta a las mujeres, sino también a los más vulnerables: los niños. El nombre de Gael se suma a una lista de víctimas inocentes que no recibieron la protección necesaria a tiempo.
Es necesario que la sociedad, las instituciones y el gobierno trabajen juntos para evitar que tragedias como la de Gael vuelvan a ocurrir. La prevención, educación y detección temprana de la violencia son pilares fundamentales para proteger a los más indefensos.
La justicia para Gael no solo significa castigar a su asesino, sino también garantizar que se implementen medidas para proteger a otros niños en situaciones similares. La memoria de este pequeño debe ser un motor para el cambio social.