CONMOCIÓN

"Me mandé una macana", asesinó a balazos a su vecino

Un crimen en Villa Llanquín terminó con un hombre asesinado tras una absurda pelea por técnicas de doma. El atacante está libre con prisión domiciliaria.

Me mandé una macana, asesinó a balazos a su vecino

Un crimen en Villa Llanquín sorprendió a los habitantes de Bariloche y dejó una dolorosa marca en la comunidad rural. Lo que comenzó como una discusión entre vecinos por técnicas de doma terminó en tragedia. Carlos Sandoval, de 71 años, disparó y mató a su vecino Diego Sixto tras una pelea verbal que escaló hasta un ataque físico. El agresor, por su avanzada edad, no fue enviado a prisión efectiva. El caso genera conmoción y plantea interrogantes sobre la justicia en situaciones extremas con adultos mayores involucrados.

El domingo por la tarde, en una zona rural ubicada a 13 kilómetros de Villa Llanquín, ocurrió un hecho que los vecinos aún no logran procesar. Dos hombres, conocidos en el entorno del campo, comenzaron a discutir acaloradamente. El motivo: quién tenía mejores métodos para amansar caballos.

Carlos Sandoval y Diego Sixto, ambos habituados al trato con animales, mantenían una relación vecinal cargada de tensiones. La discusión, lejos de calmarse, fue tomando un tono cada vez más agresivo hasta llegar al insulto y la violencia física.

Según la reconstrucción judicial, Diego Sixto se montó a su caballo y comenzó a golpear a Sandoval con un rebenque, un látigo corto usado en la doma. Sandoval, en medio del ataque, se retiró a su casa. Pero no fue para refugiarse.

Tomó una escopeta calibre 16, regresó al lugar del conflicto y, sin pronunciar palabra, le disparó a Sixto en el rostro. La escena fue presenciada por Gregorio Antinao, quien luego se convirtió en testigo clave.

Tras presenciar el crimen, Antinao decidió actuar de inmediato. Condujo a Sandoval hasta la comisaría más cercana y lo presentó ante los efectivos: “Les vengo a entregar a un asesino”, fueron sus palabras.

El cuerpo de Diego Sixto fue hallado posteriormente en la casa del imputado. Cuando la policía lo interrogó, Sandoval admitió lo ocurrido: “Me mandé una macana”, dijo, usando un eufemismo para referirse a un asesinato que ha sacudido a la zona.

Pese a la gravedad del hecho y al pedido del fiscal Miranda para que Sandoval cumpla prisión preventiva efectiva, el juez a cargo decidió no encarcelarlo. Consideró que la edad del imputado –71 años– era un factor relevante para evitar su permanencia en un centro penitenciario.

En lugar de la cárcel, se le impuso prisión domiciliaria, control mediante tobillera electrónica y la prohibición de salir de Bariloche. Tampoco podrá tener contacto con los testigos ni acercarse a la familia de la víctima.

El magistrado estableció un plazo de cuatro meses para desarrollar la investigación judicial. Durante ese tiempo, la fiscalía deberá recabar pruebas, tomar declaraciones y definir si solicitará la elevación a juicio.

Mientras tanto, la familia de Sixto reclama justicia y la comunidad se muestra dividida entre el repudio al crimen y la conmoción por ver a un anciano como autor de un hecho tan violento.

Los pobladores de Villa Llanquín y sus alrededores viven en contacto directo con el campo y los animales. Las discusiones sobre doma, pasturas y técnicas de manejo de animales no son inusuales, pero jamás imaginaban que una de esas disputas podía terminar en muerte.

La violencia rural, silenciosa y a menudo ignorada por las grandes ciudades, muestra otra cara del conflicto social: una en la que las tensiones se resuelven de manera drástica y sin mediación.

La defensa de Sandoval argumentará, según trascendió, que actuó en defensa propia luego de recibir un ataque físico directo. Sin embargo, la decisión de retirarse a su casa, buscar un arma y regresar para disparar, complejiza la estrategia y desdibuja cualquier posibilidad de legítima defensa inmediata.

La clave estará en el análisis de los testimonios, la trayectoria del disparo y los informes forenses que establezcan si hubo premeditación o reacción impulsiva.

Bariloche y sus zonas rurales vecinas suelen destacar por su paisaje, su turismo y sus tradiciones patagónicas. Sin embargo, este crimen ha dejado un mensaje incómodo: la violencia no respeta ni edad ni contextos.

Los vecinos ahora temen que las tensiones escondidas bajo una aparente calma rural puedan replicarse en otros conflictos no resueltos. La justicia, por su parte, deberá determinar si la edad puede ser un atenuante suficiente para evitar una prisión efectiva ante un hecho tan brutal.