En la vivienda, ubicada en la calle Unión Uno, también vivía su padre, Juan Carlos Guantay, de 62 años. Según relataron los vecinos, los gritos y las discusiones no pasaron desapercibidos, pero la intervención policial no se produjo hasta pasadas dos horas del llamado de emergencia. Para entonces, Morales ya había abandonado el domicilio, dejando a la familia en un estado de extrema tensión, pero aún con vida.
El sábado, lo que comenzó como una noche de desesperación se transformó en una auténtica tragedia. Durante la tarde, dos nuevos llamados al 911 anunciaban lo peor. En uno de ellos, un testigo informaba haber visto a un hombre herido en las cercanías del barrio, lo que hizo sospechar a las autoridades de que podría tratarse de Morales, escapando tras haber cometido el crimen.
Fue el hermano de Ayelén quien, al llegar a la vivienda, se encontró con una escena desgarradora. Los cuerpos de Ayelén y su padre yacían sin vida. Ayelén había sido brutalmente apuñalada y estaba cubierta con una frazada. Su padre, Juan Carlos, presentaba graves heridas en la cabeza, posiblemente causadas por un objeto contundente.
No fue hasta el domingo que se halló el cuerpo sin vida de Rodrigo Morales, el asesino. Su cadáver fue encontrado a pocos kilómetros del lugar del doble homicidio. Según el informe forense, Morales se habría quitado la vida por ahorcamiento, confirmando así un final tan trágico como predecible.