La reconstrucción judicial de las últimas horas de Lara permite delinear un itinerario inquietante. Según la investigación, semanas antes del crimen, la adolescente se había reunido con un ciudadano peruano en un local de comidas rápidas del barrio porteño de Flores. Ese encuentro habría sido clave para generar un lazo de confianza que luego se utilizó para atraerla el día de su desaparición. El viernes 6 de septiembre, el mismo hombre se volvió a comunicar con Lara para coordinar un nuevo encuentro, lo que terminó siendo el inicio de una trampa mortal.
Testigos relataron que esa noche, Lara fue vista en un bar tipo pool ubicado en Avenida Rivadavia al 7100, en Flores, en compañía de otra adolescente y dos hombres peruanos. Las cámaras de seguridad de la zona y los registros de celulares están siendo analizados por los investigadores para reconstruir los movimientos precisos de las jóvenes y sus acompañantes. En paralelo, también se evalúa la posibilidad de que Morena Verdi haya mantenido contacto con el mismo grupo ese día, lo que explicaría cómo las tres adolescentes terminaron juntas.
De acuerdo con las declaraciones testimoniales recogidas por los investigadores, Morena habría simulado una discusión con su novio de 26 años para poder salir esa noche con Brenda Del Castillo y Lara. Les dijo que asistirían a una fiesta en Flores, pero en realidad fueron engañadas y trasladadas por la fuerza a una vivienda de Florencio Varela. En ese domicilio —una casa en Villa Vatteone— las adolescentes fueron secuestradas, torturadas y finalmente asesinadas con extrema violencia.
Los cuerpos aparecieron cinco días después, enterrados en el patio trasero de la propiedad. La escena que encontraron los investigadores al realizar el allanamiento fue dantesca: restos tapados con tierra removida de manera improvisada, elementos personales dispersos y evidencias que sugerían que los asesinos habían intentado limpiar y ocultar huellas, aunque sin éxito total.
La investigación apunta a que la captación de las adolescentes no fue un hecho azaroso, sino el resultado de una planificación que involucró a varios implicados. El ciudadano peruano con el que Lara se había reunido previamente es considerado un eslabón clave en la cadena, y los fiscales intentan determinar si formaba parte de una red más amplia vinculada a actividades delictivas.
Otro dato que fortalece esta línea es que la vivienda de Villa Vatteone había sido alquilada poco tiempo antes del crimen, y que el contrato figuraba a nombre de un tercero que podría ser un “prestanombre”. Este elemento, sumado a la frialdad con la que se perpetraron los asesinatos y la posterior ocultación de los cuerpos, hace pensar a los investigadores en una logística organizada, más cercana a estructuras criminales que a un ataque espontáneo.
El informe forense de Lara Gutiérrez no solo aporta detalles médicos, sino que también funciona como una pieza clave en el rompecabezas judicial. Las lesiones, la data de muerte, el estado de conservación del cuerpo y la ausencia de ciertos indicadores permiten ajustar las líneas temporales y ubicar responsabilidades con mayor precisión. Los peritos incluso dejaron constancia de que no se detectaron signos de defensa significativos, lo que podría implicar que la adolescente fue inmovilizada o reducida antes de recibir las puñaladas fatales.
En paralelo, las autopsias de Brenda Del Castillo y Morena Verdi también están en marcha y se espera que sus resultados finales brinden un panorama aún más completo sobre las circunstancias en las que se desarrollaron los homicidios. Los investigadores sostienen que cada cuerpo aporta información distinta, ya que las adolescentes no murieron necesariamente en el mismo momento ni en idénticas condiciones.
El triple crimen de Florencio Varela ha generado una fuerte conmoción social y política. Vecinos de la zona realizaron marchas exigiendo justicia, mientras que familiares de las víctimas se mostraron devastados pero firmes en su pedido de que todos los responsables paguen por lo ocurrido. El caso también abrió un debate sobre la vulnerabilidad de las adolescentes ante redes criminales y la facilidad con la que pueden ser contactadas a través de redes sociales, un factor que ya fue señalado en otras investigaciones similares.
En el plano judicial, ya hay varios detenidos, entre ellos el mencionado “Pequeño J”, señalado como uno de los cerebros del secuestro y triple homicidio. También está arrestado Matías Ozorio, sindicado como su mano derecha, y otros implicados que habrían tenido roles secundarios en la logística y en el ocultamiento de pruebas. Las autoridades no descartan nuevas detenciones en las próximas semanas, a medida que los cruces telefónicos y los análisis de ADN vayan arrojando más resultados.
Por el momento, la prioridad para los investigadores es cerrar el círculo de responsabilidades, determinar con precisión quiénes participaron directamente en los asesinatos y quiénes facilitaron la operación, y reconstruir el móvil completo que llevó a estos criminales a ejecutar un plan tan perverso. La hipótesis más fuerte hasta ahora es que las adolescentes fueron engañadas para ser utilizadas en el marco de un negocio ilegal vinculado al narcotráfico, aunque esta línea aún debe ser consolidada con pruebas judiciales firmes.
El avance del caso ha sido constante, aunque las autoridades reconocen que aún falta trabajo. Se espera que en los próximos días se conozcan peritajes complementarios de teléfonos celulares, cámaras de seguridad y muestras biológicas, que podrían aportar información crucial para esclarecer la participación individual de cada sospechoso.
La crudeza de la autopsia de Lara Gutiérrez pone en evidencia el grado de brutalidad que caracterizó al triple crimen, y al mismo tiempo subraya la importancia de la ciencia forense como herramienta para llegar a la verdad. Cada detalle, desde la trayectoria de las puñaladas hasta el estado de la tierra donde fue enterrada, es una pieza clave para reconstruir lo que ocurrió en aquellas horas finales.
La sociedad argentina sigue con atención el desarrollo de este caso, que ha expuesto nuevamente la existencia de circuitos criminales capaces de operar con absoluta impunidad en determinados territorios. Las familias de Brenda, Lara y Morena esperan que la Justicia avance sin fisuras y que la memoria de las adolescentes no quede opacada por el paso del tiempo. El país entero observa, conmovido, cómo se va desentrañando una historia que combina engaños, violencia extrema y una cadena de responsabilidades que, por ahora, parece extenderse más allá de los primeros detenidos.