¿Qué hizo el Estado ante las denuncias de Úrsula Bahillo?
Úrsula y su familia habían pedido ayuda. Pero ninguno de los organismos del Estado actuó a tiempo para evitar el femicidio. Martínez tenía al menos cinco denuncias por violencia de género. En la última, la joven había solicitado el botón antipánico. "Tuve una reunión con la jefa de seguridad, me prometieron el botón y nunca llegó". En el Municipio de Rojas no se lo dieron porque no contaban con esos dispositivos en funcionamiento, y según el área de Género y Diversidad local, no habrían recibido el oficio judicial con la aprobación.
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Patricia y Adolfo luchan para que el femicidio de Úrsula no quede impune. Era su única hija tras 10 años de buscar ser padres.
Un mes antes del asesinato, el 9 de enero, Patricia había hecho una denuncia en la Comisaría de la Mujer y el juez de Paz local, Luciano Callegari, le impuso una medida perimetral a Martínez. El 1 de febrero volvió a denunciar, sin embargo el juez lo desestimó. “Nunca creí estar denunciando a alguien por violencia de género. Quiero ser la última”, escribió Úrsula en Twitter.
Los hostigamientos seguían y Úrsula se acercó a la Comisaría de la Mujer cuatro días más tarde. Lo denunció por desobediencia de medidas y amenazas. Los dos días siguientes amplió sus denuncias ante la ayudantía fiscal, la Comisaría y el juzgado de Paz. Ella y su familia vivían con miedo. "El asesino no soportó que ella lo dejara. Dejó una carta despidiéndose de sus hermanas y sus padres", dice Patricia.
Según se conoció tras peritaje de los teléfonos celulares de Úrsula, Martínez engañó a la joven el día del crimen: le pidió un encuentro para aclarar algunas “cosas”. Un tío de Martínez, también policía, alertó al 911 diciendo que su sobrino le confesó en un llamado que "se había mandado una cagada".
Úrsula Bahillo, víctima de femicidio en Rojas
¿Qué pasó el día del femicidio?
"El 8 de febrero a las 20.28 yo le escribí un mensaje: 'amor, va a estar la cena'. 'Ahí voy, mamá', me contestaron desde su teléfono. Pero a esa hora, según la autopsia ya estaba muerta. O sea que me respondió él", dice Patricia. Ese mismo día Martínez había sido citado por la Ayudantía Fiscal. Iban a advertirle sobre las medidas en su contra.
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"Ese mismo 8, además, Úrsula volvió a denunciarlo y esa denuncia desapareció", agrega la mujer. También en esa jornada en el Municipio leyeron el correo donde el Juzgado de Paz habilitaba el botón antipánico. Todo tarde.
La noche de ese lunes familiares y amigos junto a cientos de vecinos se acercaron a la Comisaría general de Rojas para pedir justicia. "Ella dejó un mensaje: 'si algún día no vuelvo, rompan todo', recuerda Patricia. Tras el femicidio esa consigna se viralizó en las redes. Allí se dieron incidentes que terminaron con una camioneta policial incendiada, disparos de balas de goma y al menos una joven herida.
"Esa noche yo pedía por Úrsula. Vi al grupo GAD y la Infantería. Lastimaron a chicas, chicos. A mí me esposaron. El auto que estaba afuera de mi casa terminó con 52 balazos", dice la mujer. Además, asegura que, durante los primeros pasos de la investigación: "Hubo irregularidades como la falta de las cámaras de seguridad que podrían haber mostrado el trayecto del auto. Supuestamente no funcionaba ninguna".
Estuvo días para que le entregaran un anillo de oro con las iniciales que su hija llevaba puesto. "No estaba entre las cosas que me trajeron en un sobre que decía 'evidencia'. Y lo tenía puesto cuando le hicieron la autopsia en Rojas".
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El cuarto está tal cual ella lo dejó, aquel 8 de febrero antes de subirse al Peugeot 307 de Martínez. Lo había denunciado en varias oportunidades. Pidió un botón antipánico que nunca le llegó.
El acusado tenía otras causas por violencia de género
Martínez ya tenía otras denuncias por amenazas y por la violación de una nena discapacitada. "Tenía el pedido de detención por el abuso para el 5 de enero, luego de una cámara Gessell que le hicieron a la criatura. Pero el juez subrogante de Mercedes no lo detuvo", explica Patricia.
Además, Martínez tenía una carpeta médica-psiquiátrica en la policía. A mediados de febrero, tras el asesinato de Úrsula, recibió una condena a cuatro años de prisión por otro caso de violencia de género que cometió en 2017 contra Belén Miranda, una ex pareja, con la que Úrsula venía hablando días antes.
El fiscal de la causa de Úrsula Sergio Terrón, de la Unidad Funcional (UFI) 5 de Junín apuntó a un femicidio en el que hubo "alevosía y premeditación". La familia pide reclusión perpetua para Martínez.
Vivir con custodia policial
Desde fines de febrero, 20 días después del femicidio, los padres de la joven viven con custodia policial en la puerta de su casa. Tras los incidentes, "Le habían puesto efectivos a todos: al intendente, a la fiscal, menos a nosotros. Me mataron a mi hija de 30 puñaladas y le pusieron custodia al asesino".
Cada vez que Patricia entra o sale, incluso cuando viaja para acompañar a familias de otras víctimas de femicidio, lo hace con personal de la Policía Federal. "Vamos a Posadas, Misiones, con un sacerdote de Rojas. Somos muy católicos y Úrsula iba mucho a misionar".
"Después de lo que pasó mi marido estuvo casi tres semanas sin caminar porque tuvo una afección en el sistema nervioso central". Adolfo terminó cerrando su negocio, que era la fuente de ingresos familiar.
El recuerdo de Ursula
Patricia y Adolfo buscaron tener un hijo durante diez años. "Úrsula era la luz de nuestros ojos, una nena súper cariñosa, estaba siempre con quien la necesitaba. Yo la defendí hasta lo último". Los dos aún la esperan a la hora de la cena. "Siento que en algún momento va a entrar, que esto es mentira. No puedo creer que tuve a un asesino sentado tantas veces en mi mesa", dice.
Úrsula tenía planes. Estudiaba dos carreras en simultáneo Psicopedagogía y una formación como acompañante terapéutica. Además, se había anotado para cursar la carrera docente.
En el lugar donde encontraron su cuerpo la gente fue dejando objetos: rosarios, chupetes, muñecos. Patricia armó una garita donde los guardan. "Le pusimos colores, lo fileteó una artista de acá". También la recuerdan en la plaza central de la ciudad y muchos comerciantes de Rojas mantienen su foto en las vidrieras. "Con mi dolor como mamá la hice visible", dice.
En su casa de Rojas la mujer conserva el título analítico que tenía que Úrsula iba a presentar para iniciar la carrera docente el 9 de febrero, un día después de que la mataron. También quedó dentro de un folio en esa habitación, su espacio sagrado.
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En el lugar donde encontraron su cuerpo la gente fue dejando objetos: rosarios, chupetes, muñecos. Patricia armó una garita donde los guardan.