¿Cuántas veces te pasó en la vida? ¿Cuántas veces te enamoraste y te desilusionaste? ¿Cuántas veces apostaste y te equivocaste? Desde que regresó la democracia los argentinos elegimos ocho veces presidente. Y en todas no pasó mas o menos lo mismo.
¿Cuántas veces te pasó en la vida? ¿Cuántas veces te enamoraste y te desilusionaste? ¿Cuántas veces apostaste y te equivocaste? Desde que regresó la democracia los argentinos elegimos ocho veces presidente. Y en todas no pasó mas o menos lo mismo.
¿Conocen la historia de Cupido? Era el dios romano del amor, un nene rubio con alas, para indicar que el amor pasa volando; con los ojos vendados, porque cuando estás enamorado no ves sus defectos; armado con arco y flechas, de oro para difundir el amor y de plata para quitarlo.
Argentina es una víctima permanente de Cupido. Desde 1983 hasta ahora recibió ocho flechazos de oro para enamorarse de su nuevo presidente. Primero se enamoró de Alfonsín, después se enamoró de Menem dos veces, después De la Rúa.
Kirchner nos prometió traje a raya para los evasores, no pasó. Cristina nos prometió mejor calidad institucional, no pasó. Macri nos prometió pobreza cero y unir a los argentinos, no pasó.
Argentina no es un país, es una trampa. La trampa es que te hacen creer que puede cambiar pero siempre te cagan. La explicación más perfecta del ciclo de la ilusión y desencanto.
¿Y ahora qué? ¿Cómo hago para creer si fui eternamente decepcionado? ¿Cómo hago para confiar? Quiero hacerlo, pero la historia reciente me dice que no confíe.
Tal vez haya llegado el momento de que el presidente Alberto Fernández no haga promesas estrambóticas. Simplemente que se ponga a laburar en silencio para bajar la inflación a niveles normales, para bajar la pobreza más alta de los últimos 16 años y para que los argentinos dejemos de vernos como enemigos.
La pregunta del millón es: ¿quién será Fernández? ¿Alberto o Cristina? De eso también dependerá caer en un nuevo desencanto.