Robles tiene aspecto de futbolista retirado. Conoció a Brenda Uliarte a través de las redes sociales en las que la imputada ofrecía contenidos eróticos a cambio de dinero. En los registros de transferencias a través de Mercado Pago quedaron asentadas 20 operaciones: fotos, videos y conversaciones.
¿Qué pasó en la noche del atentado?
Uno de esos contactos se produjo el 1° de setiembre de 2022, apenas un rato después del atentado fallido. Le transfirió mil pesos, pero esta vez el tenor del vínculo no fue el habitual: Brenda Uliarte le contó que su “marido” (así llamó a Sabag Montiel) habían intentado matar a la vicepresidenta y ella había estado allí. Huía asustada y le dijo que “no quería ir presa”.
Robles quedó expuesto como un fabulador. De hecho, reconoció haberle dicho a Uliarte que trabajaba para la agencia antidrogas estadounidense DEA, pero en la audiencia lo negó. Fue mucho más allá que, por ejemplo, el falso abogado Marcelo D’Alessio, quien solía ufanarse de lo mismo pero nunca se desdijo.
La fiscal Baigún hizo correr varios audios extraídos de una conversación que mantuvo por Whatsapp con una amiga, a quien conocía desde la infancia, identificada como “Mariela Verón”. El juez Adrián Grunberg advirtió que en un momento de su relato, Robles habló de Mariela Verón como “Mariela Guerra”, y quiso saber a qué se debía la confusión. El testigo no pudo explicarlo.
Guerra es el apellido de Gastón, uno de los fundadores de la agrupación de ultraderecha Revolución Federal, a quien Comodoro Py sistemáticamente se negó a investigar como eventual parte de un complot para asesinar a Cristina Kirchner.
En los audios exhibidos en la audiencia, Robles le dijo a Mariela Verón que a Sabag Montiel le habían prometido “mucha plata”, que “iba a estar preso un año y después lo iban a hacer pasar por muerto, como a Néstor Kirchner”. Pero “supuestamente el boludo se puso nervioso y se olvidó de cargar en la recámara”.
La acusación de la polémica: “Es la misma gente de Fernández”
En ese contexto apareció el mensaje en el que Robles aseguró que “los que lo mandaron a que le pegue un tiro es la misma gente de Fernández”, con la supuesta anuencia de “la custodia”, a la que calificó como “un desastre”.
“Al chabón lo mandó la gente del gobierno mismo, mandó a que la maten a la dueña. Le dijeron si llegás a fallar o a decir que Fernández te mandó o que la gente de Fernández te mandó, adentro de la cárcel te van a matar. El boludo falló y ahora está a la deriva”.
El testigo escuchó el audio como quien escucha la lista de los González del padrón electoral en la Mesa 1256 de una escuela del Gran Buenos Aires. Ni un gesto, ni una expresión que denotara que le estaba pasando algo. “No es verdad lo que le dije a esa piba… Lo inventé todo”, atinó a decir.
El abogado querellante Marcos Aldazábal le señaló, sobre la base de un informe de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), que Robles había borrado mensajes de audio de sus conversaciones con Mariela Verón. En uno de esos audios –según infirió de la respuesta escrita- se hablaba de “algo ‘federal’, un grupo así, Movimiento Federal o algo así”. Una ineludible homofonía conducía hacia “Revolución Federal”, pero el audio de Robles aparece borrado.
“Yo no los borré. Le entregué el teléfono a la Policía y esos audios no estaban borrados. De eso no me hago cargo, yo no lo borré”.
Subtítulo: Acusación ampliada
Sobre el final de la audiencia, la fiscal Baigún pidió la ampliación de la acusación contra los tres imputados: Sabag Montiel, Uliarte y el jefe de los vendedores de algodón de azúcar conocidos como “los copitos”·, Gabriel Carrizo, por una nueva agravante de la tentativa de homicidio: femicidio, en el contexto de un ataque contra un personaje político.
La fiscal Baigún también había pedido previamente la detención de otro testigo vinculado con Uliarte: una de sus ex parejas, Lucas Gabriel Ocampos, quien tropezó con sus propias palabras e incurrió en contradicciones reiteradas.
El último testimonio de la jornada puso la nota insólita e inexplicable. Rocío Edith Rojas fue convocada porque su número telefónico y dos cuentas de e-mail que reconoció como propias tuvieron envíos relacionados con la investigación. Pero Rojas se mostró sorprendida porque si bien cambió el teléfono y previamente lo reseteó, aseguró que nunca conoció a Sabag Montiel y a Uliarte, ni mantuvo contacto con ellos, ni les envió correos electrónicos. Por no tener, ni siquiera tiene computadora; mucho menos la laptop desde donde se habrían mandado los mails desde su cuenta que –según afirmó- nunca había sido hackeada, ni nadie más que ella tenía acceso a ellas.