La mentirita

Cambia, todo cambia en Argentina

Gabriel Slavinsky
por Gabriel Slavinsky |
Cambia, todo cambia en Argentina

La crisis requiere de finos equilibrios en cuanto a las decisiones políticas y su comunicación. En esta situación de pandemia mundial no se trata de difundir datos y explicaciones aisladas, sino más bien de articular entre lo que demandan diversos actores sociales, el respaldo del sistema de salud nacional, las posiciones de los diferentes distritos, la oposición y el propio frente interno. Es planificar una estrategia de corto, mediano y largo plazo.

El avance se hace realmente complicado y, encima, debe agregarse una alta dosis de cercanía emocional, empatía y comprensión a la ciudadanía que sufre en lo laboral, físico y psicológico. Analicemos retrospectivamente.

Luego de algunas declaraciones desafortunadas, el presidente de la Argentina tomó la decisión de ser el conductor y vocero de la crisis sanitaria. Una apuesta de riesgo, pero logró consenso político y aval médico, aunque la aprobación de la gestión fue creciendo.

En el mes de marzo comenzaba la cuarentena con cuatro objetivos declarados:

  • Difusión de los síntomas (fiebre alta, dificultad al respirar).
  • Concientización en cuanto a los cuidados personales (uso del tapabocas, distancia social, lavado de manos, aireado e higiene del hogar).
  • Preparación y refuerzo del sistema sanitario (camas de terapia intensiva, acondicionamiento de lugares de aislamiento, compra de insumos médicos como respiradores).
  • Capacitación del personal de la salud.

El rumbo fue claro. Con sensatez y franqueza, el Gobierno pudo manejar una situación sin precedentes.

Hubo variados errores, como las colas en los bancos de principios de abril; la innecesaria confrontación por el tema de los presos; o el caso Vicentin. También se sumaron los desmesurados halagos a Hugo Moyano o críticas fuera de tiempo a Techint, diapositivas equivocadas, peleas con periodistas, errores en datos en la comparación con otros países.

Es importante mencionar que a esa altura y en líneas generales, Alberto Fernández demostró liderazgo apelando a su capacidad de explicación como profesor de la facultad, piloto de tormenta como en 2003 y como un padre contenedor hacia los ciudadanos que más sufren.

Esa situación general se ha modificado. El contrato inicial cambió. Actualmente, lo que determina la prórroga de la cuarentena es la ocupación de camas de terapia, el nivel de reproducción del virus, el R o diversos datos que parecen acomodarse según la decisión política de flexibilizar o no en los distritos.

El escenario se tornó confuso. Con informaciones contradictorias. Repasemos.

El sistema de salud mejoró, pero igualmente hay cuarentena. Los síntomas y recomendaciones son conocidas por todos los ciudadanos, pero igualmente hay cuarentena. El personal médico fue capacitado, pero igualmente hay cuarentena. El mismo Presidente comentó que la cuarentena, que él mismo decreta y prorroga con ciertas variantes, “ya no existe”.

Se prometió que la dirigencia estaría a la altura sin riñas políticas. Peleas no faltaron. Se declaró que debíamos respetar el consejo de los infectólogos, pero cada día se los escucha menos porque no se puede seguir así.

Los gobernadores e intendentes decidirían que se abriría o cerraría con el OK final de Nación. Sin embargo, es tiempo de que los ciudadanos se cuiden, porque es el único modo de sobrevivir. El contrato inicial ha cambiado.

Las razones de la cuarentena, los mecanismos de decisión, los médicos en segundo plano porque la sociedad no aguantó y la responsabilidad final que pasa del Estado a los mismos ciudadanos, que a su vez “no cumplen la cuarentena”.

Cambia, todo cambia en Argentina.