Judiciales

Corte Suprema: cuentas, reacomodamientos y especulaciones en el juego de poder

La relación entre los jueces, en un punto de no retorno. Con tres miembros desde enero, Lorenzetti tiene poder de veto y recupera poder. La apuesta a los candidatos propuestos por el gobierno. ¿Qué se negocia en el Senado para aprobar los pliegos de Lijo y García Mansilla?

Néstor Espósito
por Néstor Espósito |
Corte Suprema: cuentas, reacomodamientos y especulaciones en el juego de poder

La reelección de Horacio Rosatti como presidente de la Corte y las declaraciones de Ricardo Lorenzetti sobre la posibilidad de rever esa decisión cuando el tribunal vuelva a estar completo, con sus cinco miembros, ratificaron la tirantez que imperará en el cuarto piso del Palacio de Tribunales durante, al menos, los próximos meses.

El enfrentamiento entre Rosatti y Lorenzetti tiene cada vez menos el efecto gráfico de un serrucho (picos hacia arriba y hacia abajo): el encono está estabilizado a nivel Everest y parece no tener retorno.

No obstante, esas diferencias no amenazan -en principio- a la sanción de fallos por parte de la Corte. Rosatti y Lorenzetti suelen coincidir en criterios jurídicos y votan juntos frecuentemente. Lorenzetti suele aclarar en los rechazos de recursos de "queja" que eso no significa avalar el criterio con que el fallo llegó al tribunal sino, simplemente, considerar que la máxima instancia judicial no debe involucrarse en el expediente. Rosatti lo declara “inadmisible” sin aclaración alguna.

Esa, pequeña, es acaso la principal diferencia reflejada en las resoluciones del tribunal. Por lo demás, piensan parecido en líneas generales, con sus más y sus menos, claro. Más aún: no es extraño que Rosatti vote en determinadas causas diferente que su aliado y vicepresidente del tribunal, Carlos Rosenkrantz.

Tres firmas

Cuando Rosatti resolvió en 2018 dar el golpe palaciego que destronó a Lorenzetti de la presidencia de la Corte que había ocupado durante 11 años impuso, acaso bienintencionadamente, que las decisiones administrativas y operativas del tribunal además de los fallos- también requerían de una mayoría de tres firmas de los jueces.

Para una orden de compra de resmas de papel y la provisión del servicio de limpieza así como para la autorización de contratos o la creación (o supresión) de direcciones o secretarías, hacen falta tres votos.

La troika que conforman por ahora Rosatti, Rosenkrantz y Juan Carlos Maqueda asegura esas tres firmas. Pero el 29 de diciembre próximo Maqueda cumplirá 75 años de edad y el gobierno de Javier Milei resolvió hace tiempo que no pediría su reválida para extender su mandado por cinco años más.

Con el triunvirato roto, la firma de Lorenzetti cotizará en platino. En tribunales consideran que "en los temas menores no habrá problemas, pero la impronta Rosatti se terminó".

Basan el pronóstico en que, en el supuesto caso que fueran aprobados los pliegos de los candidatos del gobierno a la Corte, Ariel Lijo y Manuel García Mansilla, ninguno de los dos parece a priori alineado con el sector que hoy lidera Rosatti.

Lijo es un hombre muy cercano a Lorenzetti y eso quedó claro en la audiencia pública en el Senado en la que defendió su postulación. A García Mansilla, en tanto, lo propuso Santiago Caputo, el principal asesor de Javier Milei, el "no funcionario" con mayor poder en la estructura gubernamental.

Rediscutir autoridades

Cuando Lorenzetti habla de volver a discutir las autoridades de la Corte cuando se incorporen los nuevos jueces apuesta fuerte a que eso marque su regreso a la presidencia, que anhela casi obsesivamente desde que fue desplazado. Una nueva mayoría que reconstruya poder al interior del Poder Judicial y se sustente también en el respaldo de la política.

Es una alquimia compleja. Y, de hecho, los acuerdos del Senado para Lijo y García Mansilla están frenados, mientras bajo la superficie de la Cámara alta se negocia la designación de un procurador general de la Nación definitivo (en reemplazo del interino eterno Eduardo Casal), los nombres para completar los juzgados vacantes de Comodoro Py y la definición de las situaciones de los camaristas Pablo Bertuzzi y Leopoldo Bruglia, entre otras cuestiones.

Estos últimos ocupan bancas en la Cámara Federal con carácter provisorio hasta que el Consejo de la Magistratura destrabe los concursos para designar a los ocupantes definitivos de sus respectivas vocalías.

El tiempo que pasa

El "factor tiempo", en ese escenario, aparece como un arma de doble filo.

Para Rosatti, garantiza su continuidad en la presidencia en la que acaba de ser reelecto votándose otra vez más a sí mismo (un mecanismo legal, pero cuestionado por Loenzetti desde el punto de vista ético) pero con su margen de maniobrabilidad sensiblemente recortado.

Para Lorenzetti significa una postergación en su operativo retorno pero, al mismo tiempo, le otorga capacidad de veto, lo que le asigna una enorme (y recuperada) cuota de poder.

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