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Los desafíos de la UCR: fortalecer su rol dentro de la coalición, recuperar su identidad y construir liderazgos

Hernán Reyes
por Hernán Reyes |
Los desafíos de la UCR: fortalecer su rol dentro de la coalición, recuperar su identidad y construir liderazgos

La escasa diferencia de votos con la que Alberto Fernández selló su victoria en primera vuelta obliga a las dos principales coaliciones políticas de la Argentina a sostener la unidad dentro de sus frentes para transitar la próxima etapa.

El resultado de la elección confirmó la división de clase que existe entre los argentinos y consolidó un nuevo esquema de poder basado en dos grandes espacios políticos, uno de centro-izquierda, liderado por Alberto Fernández y Cristina Kirchner y otro de centro-derecha liderado, hasta ahora, por Mauricio Macri.

Tras estudiar el electorado, observamos que el 48% de los argentinos que votó por la fórmula del Frente de Todos está compuesto, principalmente, por jóvenes y personas en edad económicamente activa (entre 30 y 49 años), de clase media/baja y baja que sufren en carne propia los efectos de la recesión. Los principales reclamos en esta porción del electorado, están relacionados con la falta de oportunidades de progreso, el desempleo, los bajos salarios y la inflación.

Por otro lado, el 40% de los argentinos que apoyó a Macri, es un segmento conformado, esencialmente, por adultos mayores de 50 años, de clase media-alta y alta, que transitan la crisis económica sin muchos sobresaltos y viven en los principales conglomerados urbanos del país. Una porción importante de ese electorado desaprueba la gestión de Cambiemos pero considera que el peronismo es parte del problema y no de la solución a la actual crisis económica.

Y a pesar de los malos resultados económicos que se expresan en los altos índices de pobreza, desempleo, inflación, caída de la actividad y problemas financieros, Macri dejará el poder el 10 de diciembre con el apoyo de un amplio sector de la población y del radicalismo, su principal socio político.

El rol de la UCR fue determinante para que el PRO ganara las elecciones en 2015. Sin la estructura partidaria y el despliegue territorial de la UCR, el PRO difícilmente hubiera alcanzado la presidencia. No obstante, Macri demostró poca gratitud a la hora de compartir el poder con sus socios. Durante cuatro años los radicales aceptaron a regañadientes medidas que contradecían muchos de los principios y valores históricos del partido como el nombramiento de jueces por decreto, el aumento desproporcionado de las tarifas o la reforma previsional.

La UCR ha tenido serias dificultades para reinventarse y construir liderazgos luego del fracaso político y económico que terminó con la renuncia de Fernando de la Rúa en 2001. La identidad del partido fundado hace más de un siglo por Leandro N. Alem se fue desdibujando, perdiendo claridad ideológica y potencia electoral en el imaginario de la mayoría de los votantes. En los grupos focales que realizamos desde Reyes-Filadoro, observamos con frecuencia que los argentinos asocian a la UCR con la figura de Raúl Alfonsín y los valores de la democracia, pero no asocian al radicalismo con ninguna idea concreta y difícilmente logran identificar a los principales dirigentes de ese espacio.

Después de cuatro años junto al PRO, la UCR no ha producido un dirigente capaz de disputarle el liderazgo a Macri, a Larreta o a Vidal, las tres figuras con proyección nacional más importantes de la alianza.

Una reciente encuesta nacional realizada por Reyes-Filadoro junto a Numeral 8 en noviembre, revela que la mitad de los votantes de Juntos por el Cambio opina que Macri es el dirigente más capacitado para liderar a la oposición durante la próxima etapa, seguido por Vidal (22%) y Larreta (13%). Alfredo Cornejo, presidente de la UCR y recientemente electo diputado nacional, cosecha sólo el 7% de apoyo para cumplir ese rol de liderazgo mientras que el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales obtiene el 2%.

A pesar de la decepción que sienten los votantes de Cambiemos por la derrota electoral, el 84% opina que la UCR debe permanecer dentro de la coalición. Para ellos, el principal error de Mauricio Macri fue no haber explicado la gravedad de la herencia recibida al comienzo de su mandato. Sólo el 3% considera que no haber permitido una mayor participación de la UCR en las decisiones de gobierno fue el error más grave. Los resultados de la encuesta revelan el bajo nivel de confianza que tiene este sector del electorado en la capacidad de liderazgo del radicalismo.

Sin el apoyo del radicalismo el PRO no hubiera podido gobernar, pero sin el PRO la UCR difícilmente hubiera obtenido el 40% de los votos que obtuvo Macri en las elecciones generales de octubre. El PRO necesita a la UCR tanto como la UCR necesita al PRO.

Por eso, no sorprende que la UCR haya decidido ratificar su alianza con Cambiemos hasta 2021. Los referentes más importantes del partido esperan que la UCR asuma un rol de mayor protagonismo en la próxima etapa que le permita reconstruir su identidad y su liderazgo.

Lejos de ser una coalición de gobierno, la sociedad entre la UCR y el PRO funcionó, hasta ahora, como una alianza electoral. El radicalismo se conformó con poco en estos cuatro años, aceptando un rol secundario en la toma de decisiones. Los amagues de ruptura no pasaron de ser una amenaza. La UCR no tenía alternativa: abandonar el barco a mitad de camino hubiera sido un suicidio. Macri entregará el mando en medio de un temporal, con la mayoría de los argentinos con el agua hasta el cuello.

El fracaso de la política económica y la derrota electoral de Macri y de Vidal, obligan al PRO a revisar su postura, ampliar la mesa estratégica y modificar el sistema de toma de decisiones. El nuevo contexto representa una oportunidad para transformar la alianza entre el PRO, la UCR y la Coalición Cívica en una verdadera coalición de partidos políticos.

El 10 de diciembre, cuando Macri desocupe el sillón de Rivadavia, Vidal entregue las llaves de la base militar de Morón y Larreta inaugure su segundo mandato como jefe de gobierno porteño, comenzará a dirimirse el liderazgo de la coalición opositora con la mira puesta en las elecciones presidenciales de 2023.

El Congreso Nacional, con un reparto de bancas polarizado entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, será la sede de importantes disputas donde se pondrá a prueba la unidad y la coherencia de las dos coaliciones que se reparten el poder político en la Argentina.

(*) El autor es director de la consultora Reyes-Filadoro.