Macri provocó y provocó. Era difícil que no calculara lo que vendría.
Macri provocó y provocó. Era difícil que no calculara lo que vendría.
Macri lanzó un discurso de campaña, confrontando con el pasado. Probablemente, la última carta que le queda para sobrevivir.
El kirchnerismo podría haber demostrado que "cambió". Pero eligió para contrarestarlo un ataque frontal y directo: no lo dejaban terminar las palabras, le gritaban, lo insultaban. Otra vez, perdió la oportunidad de contarles a quienes no quieren ni a uno ni a otro que pueden ofrecer una alternativa.
Al menos desde el inicio de la democracia, no se vio nunca una Asamblea Legislativa tan escandalosa. Es importante recordar que se trata de un acto formal en que el Presidente viene, da su visión del país, explica su programa para el año que sigue y se va. No se discute en esta instancia ninguna ley, no está en juego el "sueldo de los jubilados", ni "el ajuste más importante de la historia".
Los diputados y senadores no pueden hablar en la Asamblea. Pero podían escuchar el discurso y contar al final "todas las mentiras del Presidente".
Macri provocó con un discurso de barricada. El kirchnerismo pisó el palito y empezó a agredirlo en vivo. O a pararse y aplaudir en modo irónico. Macri les contestó: "Los gritos y los insultos no hablan de mí sino de ustedes" .
El oficialismo parlamentario se sumó al papelón. También empezaron a gritar y a cantar. La única que estuvo a la altura fue Elisa Carrió con aplausos suaves. Cuando se hartó de la situación se puso sus anteojos de sol y (mentalmente) se fue.
El resto del peronismo no kirchnerista también se mantuvo en su lugar, más allá de algún momento puntual. "Me da vergüenza ser parte de esta dirigencia política", dijo Pablo Kosiner, jefe de bloque del peronismo. Lo decía por el discurso y por la actitud opositora.
La Asamblea Legislativa es un ritual de la democracia. Nada de nada se puede construir sin democracia y sin respeto por las instituciones. Macri debió bajar un tono y ponerse en modo "Presidente"; no lo hizo. El kirchnerismo pisó el palito y volvió una vez más a mostrar su perfil autoritario.
Mientras, un 40% de la sociedad mira para los costados y ve el vacío existencial de un país que se revuelve en su mismo lodo.