Desde que Milei lo anunció, ya se sabía que cumplir con las fechas iba a ser imposible firmar el 25 de Mayo. Primero lo postergaron al 20 de junio y luego a julio. Apenas la semana pasada lo confirmó Adorni para el 9 de julio.
Un pacto auténtico supone que hay dos partes con intereses enfrentados, donde cada uno cede algo para llegar a un entendimiento común. En este caso, eso no ocurrió. El presidente anunció diez puntos que fueron parte de su doctrina sin ceder nada. La mayoría de la oposición dura -el peronismo- no estuvo presente; los que fueron, lo hicieron para no desairar al presidente. Nadie creyó que el pacto sirviera para algo, aunque dijeran lo contrario.
Condenados a pactar
Los que estuvieron presentes fueron aquellos que no tuvieron más remedio que asistir. Consideremos un dato relevante: en abril, la recaudación nacional cayó un 14.3% en términos reales según el IARAF. El IVA, en particular, disminuyó un 19.5%. Es probable que la recaudación provincial, mayormente basada en impuestos al consumo, haya sufrido una caída similar.
Según CEPA, un centro de estudios económicos ligado al kirchnerismo, en el primer semestre, la erogación de fondos en el presupuesto nacional se redujo un 30%. Son programas que para sostenerse tienen que ser bancados por las provincias.
Entonces, los ingresos cayeron un 20% y los gastos que antes bancaba Nación ahora quedaron a cargo de los gobernadores (Ejemplo, el Fondo Nacional de Incentivo Docente). Con este panorama, ¿cómo no iban a ir los gobernadores a aplaudir si además el pacto no implicaba nada significativo?
El pacto también sirvió para hacer un poco de relaciones públicas.
Jaldo, el anfitrión empapeló la ciudad con el "bienvenido presidente". Fue el gobernador que de entrada quiso mostrarse como más papista que el Papa. "Jaldo es vivo", repetían en el centro tucumano.
Los gobernadores de Juntos por el Cambio (o lo que queda de eso) se reunieron antes para otra foto. Maxi Pullaro (Santa Fe) viajó en avión de línea y ganó horas de vuelo nacional.
Mauricio Macri compartió ascensor con Rolando Figueroa (Neuquén) y Raúl Jalil (Catamarca). No hubo muchas palabras. Macri dijo que estaba cansado por el jet lag de su viaje desde Europa. Se mostró aliviado de no tener que firmar.
Los gobernadores entraron a la Casa Histórica ("Casita de Tucumán", para los amigos) por la parte de atrás. Los hicieron ingresar solos. Los colaboradores no pudieron pasar y tenían que caminar dos cuadras para bordear el operativo de seguridad. Lo mismo pasó con varios legisladores, entre ellos Alfredo De Ángeli.
Los no-firmantes y los límites del pacto
El pacto debería haber incluido a los trabajadores. Pero ni la CGT ni la CTA recibieron invitaciones. Sí estuvieron representantes de las cámaras empresarias, que decidieron ir pero no firmaron.
No hubo expresidentes, salvo Rodríguez Saá, quien estuvo seis días en el cargo y se anota en todas, y Macri, que dudó hasta último momento. Fue un pacto sin nadie, casi de Milei consigo mismo.
Los diez puntos fueron meramente declarativos, una parodia de acuerdo sin sustancia real. Algunos estaban en la Constitución, y otros parecieron más una declaración de principios sacada de una publicidad de shampoo. Hablaron de crear un "Consejo de Mayo", otra entelequia. Se le preguntó a Adorni cómo se elegiría a sus integrantes, y la respuesta fue igualmente vacía. "Todavía no está definido", dijo ante la pregunta de A24.com
Milei obtuvo el 56% de los votos en la segunda vuelta. Este pacto pareció dirigido a ese 56%, asumiendo que todos los que lo votaron siguen apoyándolo. La gente quería un cambio, pero no está claro si este fue el cambio que deseaban.
El presidente no puede pactar con aquellos a quienes desprecia. Sus constantes ataques y descalificaciones hacia la clase política hicieron imposible cualquier verdadero entendimiento. El Pacto de Mayo pasó como una foto más de la gestión libertaria. No fue un hito refundacional, sino apenas otro intento insustancial para ganar tiempo.