"Nunca lo conté": el secreto revelado que estremeció a todos en el caso Báez Sosa
En el documental "50 segundos: el caso Fernando Báez Sosa", uno de los amigos que estuvo con el joven durante sus últimas horas comparte una historia íntima y cargada de simbolismo, revelada por primera vez ante las cámaras.
Juan Manuel Pereyra Rozas, durante uno de los momentos más emotivos del documental de Fernando Báez Sosa.
Juan Manuel Pereyra Rozas fue uno de los amigos que estuvo, prácticamente, hasta el último momento con vida de Fernando Báez Sosa, antes de ser brutalmente golpeado y asesinado por un grupo de rugbiers, la madrugada del 18 de enero de 2020, a la salida del boliche Le Brique en Villa Gesell.
El joven también formó parte del documental “50 segundos: el caso Fernando Báez Sosa”, recientemente estrenado en Netflix, donde compartió una de las historias más emotivas de la serie.
En el documental, que se encuentra entre las producciones más vistas de la plataforma, Pereyra Rozas relató cómo vivieron aquel viaje a la costa, qué ocurrió durante la secuencia del ataque y cómo impactó en su vida el crimen de quien también fue su compañero en el Colegio Marianista, situado en el barrio de Caballito.
Sin embargo, en el tercer y último capítulo reveló públicamente un secreto.
El joven sorprendió al relatar una experiencia que vivió durante unos días de descanso con sus amigos en Miramar, tiempo después del crimen. “Había un perro de la vuelta que esa semana apareció todos los días en la puerta de casa. Nos seguía a la playa. Cuando íbamos al pool, el dueño lo sacaba y nosotros decíamos: ‘No es nuestro’”, contó en un tono emotivo.
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El grupo decidió bautizar a la mascota con el nombre de “Rex”, un vínculo fortuito que terminó cargando un significado profundo para Pereyra Rozas. “Le pusimos ese nombre. Me lo tatué acá (mostró su antebrazo). Fue algo muy loco que me guardé mucho tiempo. Esto no lo conté nunca porque es raro, pero lo quería contar”, dijo visiblemente emocionado.
Luego, entre lágrimas y con la voz quebrada, explicó que ese tatuaje, realizado con una caligrafía particular, guarda además un detalle simbólico: cuando se lo observa al revés, las letras forman la palabra “Fer”, un gesto íntimo y silencioso para mantener viva la memoria de su amigo.