FUERTE CAMBIO

Efecto documental de Netflix: la complicada situación de Máximo Thomsen tras la mediatización del caso Fernando Báez Sosa

La situación de Máximo Thomsen, uno de los condenados por el crimen de Fernando Báez Sosa, volvió a quedar en el centro de la discusión pública tras un violento episodio que alteró por completo su rutina en la cárcel.

Efecto documental de Netflix: la complicada situación de Máximo Thomsen tras la mediatización del caso Fernando Báez Sosa

La situación de Máximo Thomsen, uno de los condenados por el crimen de Fernando Báez Sosa, volvió a quedar en el centro de la discusión pública tras un violento episodio que alteró por completo su rutina en la cárcel. Desde su aparición en el reciente documental sobre el caso —una producción que reavivó el interés mediático y social en torno a la tragedia ocurrida en Villa Gesell— su vida dentro del penal cambió de forma abrupta. Lo que pretendía ser una oportunidad para contar su versión de los hechos terminó desencadenando una serie de consecuencias inesperadas que ya repercuten tanto en su convivencia diaria como en su seguridad personal.

El interno, que cumple condena a prisión perpetua en la Alcaidía N.º 3 de Melchor Romero, protagonizó el 12 de octubre un episodio que marcó un punto de inflexión en su estadía. De acuerdo con fuentes penitenciarias, Thomsen mantuvo una pelea física con otro preso, un enfrentamiento que escaló con rapidez y que obligó a las autoridades a intervenir de manera inmediata. El altercado no solo dejó en evidencia la tensión creciente que rodeaba su figura desde el estreno del documental, sino que también confirmó lo que varios especialistas en temas carcelarios remarcan desde hace años: la visibilidad mediática dentro de un penal puede convertirse en un arma de doble filo.

Ese mismo día, el Servicio Penitenciario Bonaerense decidió activar el protocolo de aislamiento preventivo, una herramienta habitual cuando existe riesgo de nuevas agresiones o de represalias entre internos. El objetivo central fue evitar cualquier tipo de escalada que pudiera desencadenar otro enfrentamiento, incluso más grave. La medida no sorprendió a quienes conocen el funcionamiento cotidiano dentro de unidades penitenciarias: cuando un preso adquiere notoriedad, sobre todo en casos de altísimo impacto social como el que protagonizó Thomsen, las reglas internas cambian.

La pelea se habría desatado por una discusión previa relacionada directamente con su aparición en el documental de Netflix, donde el joven de 24 años se mostró dispuesto a relatar su versión sobre la noche que derivó en la muerte de Fernando. La presencia de Thomsen frente a cámaras generó una ola de reacciones puertas afuera, pero también —y quizás con mayor intensidad— puertas adentro del penal. Varios internos interpretaron su participación como una forma de aprovechar la exposición mediática para intentar mejorar su imagen pública, algo que dentro de la cárcel se percibe como un gesto de provocación o de soberbia.

Según explicaron allegados al penal, la visibilidad pública de un preso suele generar fricciones internas, ya que altera los delicados equilibrios de poder y respeto que rigen la convivencia carcelaria. Quienes obtienen pantalla o atención mediática, por el motivo que sea, pueden convertirse en blanco de agresiones, intimidaciones o disputas por parte de otros internos que consideran que ese tipo de notoriedad rompe con los códigos no escritos de la población penitenciaria. En este contexto, señalan, la decisión de Thomsen de aparecer en el documental podría haber actuado como un detonante.

En los días posteriores al estreno, las autoridades penitenciarias comenzaron a notar cambios en la dinámica entre él y los demás reclusos. Algunos comentarios aislados, miradas desafiantes y actitudes de hostilidad fueron anticipando un clima que finalmente estalló con violencia. Por eso, para las fuentes consultadas, el episodio del 12 de octubre era casi previsible: las cárceles, explican, suelen funcionar como microclimas donde cualquier variación externa puede alterar los vínculos internos de manera abrupta.

El traslado de Thomsen a otro sector del penal respondió no solo a razones de seguridad, sino también a la necesidad de descomprimir un ambiente que se había vuelto irrespirable. El aislamiento preventivo, según remarcaron desde el Servicio Penitenciario, no constituye un castigo sino una medida de protección, tanto para el interno involucrado como para el resto de la población carcelaria. En casos en los que la tensión excede lo que puede manejarse dentro de un pabellón, las autoridades deben actuar con rapidez para evitar que la situación derive en algo más grave.

La vulnerabilidad de Thomsen dentro del penal aumentó considerablemente después del documental. El joven, que inicialmente creía que su testimonio podría ayudar a contextualizar su rol en los hechos y a aportar detalles que, desde su perspectiva, habían sido malinterpretados, no midió el impacto que su exposición tendría en quienes conviven día a día con él. La cárcel, insisten los especialistas, es un entorno donde la reputación se construye con otros parámetros y donde la exposición pública suele percibirse como una ventaja injusta o como una intención de “hacerse notar”.

Además, el caso Báez Sosa continúa siendo uno de los más sensibles en la opinión pública argentina. La brutalidad del crimen, la edad de los involucrados, las imágenes que recorrieron el país y la repercusión posterior hicieron que la sociedad mantenga una mirada extremadamente crítica sobre los condenados. Esa percepción también se replica dentro del penal: los internos suelen estar al tanto de los casos que generan conmoción nacional, y las reacciones frente a los protagonistas de esos hechos pueden variar desde el rechazo hasta la agresión directa.

Thomsen, consciente de la tensión que generó su aparición en el documental, habría manifestado en más de una ocasión a su entorno que no esperaba una reacción tan adversa dentro de la cárcel. Su intención —señalan quienes siguen de cerca su situación— era “explicar algunos puntos” que, según él, no habían sido correctamente interpretados durante el juicio. Sin embargo, esa decisión terminó ubicándolo en una posición aún más delicada.

El documental, que tuvo un fuerte impacto mediático, expuso nuevamente detalles del caso y ofreció material que fue ampliamente difundido en noticieros, redes sociales y plataformas digitales. Esa ola de atención multiplicó la visibilidad de Thomsen y lo colocó en un foco que, dentro de la estructura carcelaria, puede convertirse en un riesgo real. La propia dinámica interna del penal convirtió esa exposición en un problema que las autoridades debieron gestionar con premura.

Las fuentes penitenciarias consultadas advierten que no es la primera vez que un interno enfrenta dificultades tras volverse mediático, pero reconocen que este caso tuvo un componente extra: la sensibilidad emocional y social que arrastra el asesinato de Fernando Báez Sosa. Cualquier reaparición pública de uno de los condenados tiende a provocar reacciones intensas, tanto en la sociedad como entre los internos, donde la presión y las tensiones suelen ser más difíciles de manejar.

Por el momento, Thomsen permanece aislado y bajo estricta supervisión. Las autoridades continúan evaluando su situación y analizan si será necesario reubicarlo de forma definitiva en otro sector, o incluso en otra unidad penitenciaria, para garantizar su seguridad y evitar nuevos choques. Todo dependerá de cómo evolucione el clima dentro del penal y de si el episodio del 12 de octubre logra ser amortiguado con el paso de los días.

Mientras tanto, quienes conocen de cerca el caso aseguran que la decisión de Thomsen de hablar públicamente podría marcar un antes y un después en su vida carcelaria. La cárcel tiene sus propias reglas, y la visibilidad mediática —ya sea buscada o accidental— suele tener un costo. En este caso, el precio fue inmediato: pérdida de estabilidad, tensiones crecientes, un violento ataque y un traslado forzoso. El futuro de su convivencia dentro del penal, por ahora, es incierto.