¿Y San Juan Bautista? La estrategia de la Iglesia
Con la expansión del cristianismo, muchas festividades paganas fueron reinterpretadas. Para no erradicar de forma abrupta las costumbres populares, la Iglesia optó por asociar fechas claves con figuras religiosas. Así, el 24 de junio, tres días después del solsticio, fue consagrado al nacimiento de San Juan Bautista.
La estrategia funcionó. El fuego se mantuvo, pero ahora era “en honor a San Juan”. Se decía que Zacarías, padre del santo, encendió una gran hoguera para anunciar su nacimiento. Esta narrativa cristiana encajó con el imaginario colectivo que ya veneraba esa fecha, y la fusión se completó.
ritual hoguera fuego.jpeg
Tradiciones que sobreviven el paso del tiempo
Hoy, en muchos países europeos como España, Portugal, Noruega, Letonia y Estonia, la noche del 23 de junio sigue celebrándose con fuerza. Pero más allá del nombre, la mayoría de las prácticas actuales repiten gestos precristianos:
-
Saltar sobre el fuego para purificarse o pedir deseos.
Bañarse en el mar o el río para sanar o atraer buena suerte.
Reunirse en comunidad al aire libre para compartir comida, música y baile.
El cristianismo adaptó el símbolo, pero el fuego siguió siendo el protagonista. Lo que cambió fue la narrativa, no la práctica.
Una celebración que une pueblos y generaciones
Lo fascinante de esta noche es su capacidad de trascender culturas, religiones y generaciones. En la Galicia profunda, en la costa catalana, en las playas de Alicante o en las ciudades nórdicas, la esencia se mantiene: reencontrarse con lo ancestral.
Aunque muchas personas participan hoy sin conocer su origen, lo cierto es que la necesidad de marcar los ciclos naturales y conectarse con algo más grande sigue viva. Es un lenguaje simbólico que persiste, aun en el mundo moderno, urbano y digital.
agua ritual mujer paz.jpeg
El renacer del interés por lo ancestral
En los últimos años, hubo un auge de búsquedas, eventos y contenidos relacionados con el origen noche de San Juan. La pandemia, el cambio climático y el ritmo acelerado de la vida llevaron a muchas personas a volver la vista hacia lo natural, lo simbólico, lo colectivo.
Esta fecha se resignifica como una oportunidad para hacer pausa, agradecer y proyectar. Aunque no se mencionen santos, ni se sigan dogmas, el acto de encender una fogata, escribir un deseo o mirar el cielo estrellado conecta con algo arquetípico que va más allá de la religión o el folclore.