El deseo de controlar las interacciones
Poner el celular en silencio no se trata solo de evitar ruidos molestos. Un estudio realizado por universidades estadounidenses sugiere que esta acción está vinculada con el deseo de controlar las interacciones con el entorno. Al apagar el sonido de las notificaciones, las personas buscan proteger su espacio personal y evitar interrupciones que puedan afectar su concentración o tranquilidad.
Este comportamiento se asocia con la necesidad de evitar lo que se conoce como contaminación sonora. Silenciar el dispositivo no solo protege del ruido, sino que también actúa como una barrera emocional, limitando el acceso de otros a su mundo privado. Al hacerlo, la persona pone una coraza que le permite mantener el control de sus interacciones sociales y evitar distracciones innecesarias.
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Tener el celular en silencio: la conexión entre espacio personal y salud mental.
Protección del espacio personal
El uso del celular es cada vez más habitual en espacios sociales, y la forma en que lo utilizamos refleja cómo nos relacionamos con el mundo. Según estudios publicados en la Journal of Neuroscience, silenciar el teléfono tiene mucho que ver con la autopreservación. Esta decisión refleja el deseo de proteger el espacio personal y evitar que personas fuera del círculo cercano invadan ese espacio.
El estudio explica que, cuando un extraño se aproxima más allá de una distancia cómoda, el cerebro activa señales neuronales que pueden causar incomodidad, irritabilidad y ansiedad. Este mecanismo de autoprotección, vinculado a nuestra percepción del espacio físico, se traduce en el uso del teléfono: al silenciarlo, las personas buscan evitar la sensación de invasión que pueden generar las notificaciones inesperadas o no deseadas.
Autoprotección en la vida moderna
Silenciar el celular se ha vuelto una respuesta automática en muchas culturas modernas, sobre todo en situaciones donde las personas quieren evitar sobresaltos o distracciones. Este comportamiento no solo evita que los demás se enteren de nuestros movimientos (llamadas, mensajes, etc.), sino que también minimiza el estrés que puede generar la continua necesidad de estar disponible para los demás.
Para algunos expertos, esta tendencia a desactivar el sonido del celular puede verse como una patología leve dentro del contexto de la cultura digital actual. En un mundo donde estar permanentemente conectado se ha convertido en la norma, el silencio puede interpretarse como un acto de resistencia contra la invasión constante a nuestra privacidad y tranquilidad.
La relación con el espacio personal y el entorno
El silencio del celular también tiene un impacto en cómo nos relacionamos con el entorno físico inmediato. En espacios sociales como reuniones de trabajo o cenas familiares, silenciar el teléfono puede ser una señal de respeto hacia los demás, ya que evita interrupciones que podrían ser percibidas como descorteses. Este comportamiento revela la prioridad que se da a las relaciones cara a cara, frente a las interacciones digitales.
Al mismo tiempo, poner el teléfono en silencio puede reflejar una falta de necesidad de recibir validación inmediata del entorno digital. Las personas que lo hacen suelen ser aquellas que prefieren mantener el control sobre su atención y no desean ser arrastradas constantemente por la urgencia de las notificaciones.