El gobierno contactó esta semana a la Cámara Argentina de Tratadores de Residuos Patogénicos para transmitirles tranquilidad y sumarlos al plan de contingencia con el fin de utilizar los centros de tratamiento de residuos industriales.
Desde el sector respondieron con predisposición aunque advirtieron que “si bien los centros están con menor actividad porque la industria esta virtualmente paralizada” corren riesgo de no poder pagar los sueldos de los meses venideros. Entre las siete empresas tratadoras acumulan más de 1200 empleados, sin contar los afectados a la logística de los residuos.
Una fuente del sector, que pidió no ser identificada, le reveló a A24.com que "aún no se observa un incremento descontrolado de la cantidad de residuos patogénicos porque hay una disminución en la atención de otras enfermedades, pero las experiencias de otros países donde la pandemia fue muy importante demuestra que tenemos que estar atentos porque puede convertirse en un problema de gran magnitud".
Solo en España, en los primeros 15 días de marzo, se gestionó misma cantidad de “residuos biosanitarios infecciosos” que en todo el 2019. El desafío para las autoridades españolas es mayúsculo ya que han incorporado más de 30 millones de unidades de material de bioseguridad para los médicos como barbijos, guantes o camisolines que, en todos los casos, terminaran como un residuo peligroso.
Las empresas que los gestionan en la Comunidad de Madrid tienen su capacidad saturada. Las cifras son elocuentes. En esa ciudad capital y ante de la crisis sanitaria se reportaron picos insostenibles para la industria. En una sola de las plantas de tratamiento se registraron hasta 30 toneladas de residuos patogénicos en un solo día. Los datos provienen de un documento filtrado a la prensa por “la incineradora de Valdemingómez”.
Madrid tiene más de 25 centros de tratamiento especial para una ciudad de 6.000.000 de habitantes. Tomando en cuenta esos datos se estarían tratando cerca de 750 toneladas de residuos altamente infeccioso en una sola ciudad.
Esas cifras serían imposibles de manejar en el sistema de tratamiento argentino donde sólo en el área metropolitana (20.000.000 de habitantes) se gestionan 4000 toneladas por mes. Son 135 por día bajo el sistema llamado “autoclavado” donde los residuos son tratados como en una olla a presión por un determinado tiempo y a una alta temperatura que genera las destrucción de los patógenos. Eso termina de esterilizar la basura que finalmente se acumula en un relleno sanitario junto a los residuos domiciliarios.
Un enfermo común, sin coronavirus, genera un kilo de residuo patológico por día. Pero en tiempos de pandemia, en la Argentina, cada enfermo que porta el virus quintuplica la producción de una basura que requiere un tratamiento especial y que convierte el tema en un bomba silenciosa que debe ser abordada antes de que explote.