Polémica

Cuidó a una niña durante más de un año por desidia del Estado y ahora reclama que se la devuelvan

Una familia de Rivadavia tuvo en guarda a una menor durante 500 noches. En esta entrevista, uno de los protagonistas de la experiencia cuenta su dolorosa perspectiva. "No duermo pensando en dónde estará la nena", se lamenta
Cuidó a una niña durante más de un año por desidia del Estado y ahora reclama que se la devuelvan

Cuidó a una niña durante más de un año por desidia del Estado y ahora reclama que se la devuelvan

La adopción es un proceso legal difícil, pero los vínculos humanos también tienen sus complejidades. Esta es la historia de una niña que se relacionó con una familia durante un año y medio y que ahora está en otro hogar por orden de un juez. Una de las personas que la cuidó, Marcelo, repasa la desgarradora secuencia y confiesa que aún conserva esperanzas de recuperar a la pequeña.

El entrevistado se emocionará varias veces en los minutos que siguen, mientras repasa lo vivido. "En septiembre de 2018 mi esposa, que es asistente social, se encontró con una colega en una calle de Rivadavia. Esta mujer le comentó que había una bebé sin hogar y entonces me llamaron para avisarme y preguntarme qué pensaba sobre la posibilidad de tenerla a cargo", arranca.

"Llegué al lugar y escuché que había una beba de 10 meses que ya había pasado por tres familias -sigue Marcelo-. Nos rogaron que nos la lleváramos. Y nunca habíamos estado inscriptos ni como familia de guarda ni como adoptantes. No sabíamos nada de eso".

¿Una guarda o una adopción?

A los dos días de aquel encuentro casual en la calle, llamaron a Marcelo y a su familia para que fueran a buscar a la menor. "Nunca preguntaron nada sobre nosotros, jamás supieron si éramos buenos o malos", dice él.

Recuerda que aquella mañana llegaron cerca de las nueve a las oficinas del Estado. "Y fuimos medio engañados, porque yo pensaba que nos cargábamos a la gordita y la adoptábamos. De hecho lo primero que pasó cuando entramos al lugar -te lo juro por mis hijas- fue que me encajaron a la nena en brazos".

Luego vino la firma de papeles. Probablemente fue un momento crítico para el futuro de Marcelo y de la nena, porque es cuando él y su pareja firmaron como familia de guarda, incluyendo una cláusula que les impide ser adoptantes.

"Era un alto de papeles impresionante que nosotros intentábamos firmar mientras la nena estaba colorada de tanto llorar y no la podía calmar. Yo desconocía que las familias temporarias después no podían adoptar", resalta una y otra vez el hombre. "Sin embargo me explicaron que iba a ser por dos meses o tres, hasta que consiguiera un hogar. Al final fueron 500 noches: un año y medio".

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La pandemia

La primera noche, Marcelo notó que la nena no tomaba la mamadera.

"Le habíamos comprado una mamadera nueva, porque la que traía ella estaba toda negra de suciedad -describe Marcelo-. Yo decía entre mí: ¿por qué no quiere tomar leche? Me fui a buscar la mamadera vieja a la basura, pensando si a lo mejor le habían estado poniendo vino. Cuando metí el dedo me di cuenta de que lo que le habían dado durante días era té, y eso había dejado las manchas".

Ahí nomás preparó té y entonces la menor reconoció el sabor. "Empezamos a mezclarle el té con leche hasta que, al segundo día, la niña ya tomaba leche solita".

-Ustedes se encariñaron...

-Sobre todo ella se encariñó, porque éramos lo único que tenía. Si bien es muy importante el vínculo de nosotros hacia la nena, para una criatura de 10 meses lo que nosotros significamos después de un año y medio de convivir es algo fundamental. En todo ese tiempo, una sola vez nos vino a ver una asistente social. Una sola.

Con el correr de los días, Marcelo supo que la chiquita tenía problemas de salud y necesitaba tratamiento. "Ni lo meditamos. El sí era rotundo. Yo no iba a dejar a una niña en la calle por ningún motivo", recalca él.

-Y luego vino la pandemia.

-No podíamos salir de casa, hermano. Nadie vino a buscarla. El Estado se olvidó de esta niña, como se olvida de tantos. Pasado un año, nosotros iniciamos los trámites para adopción. Y ahí es cuando nos la quitaron. Tenía dos años.

-¿Cómo se la llevaron? ¿O la entregaron ustedes sin oponer resistencia?

-Cayeron 17 uniformados en seis móviles. Fue en el mediodía del 21 de enero de 2021. Previamente habían venido a buscarla a las 5.15 de la mañana, pero esa madrugada justo no estábamos. Volvieron a otra hora. Y cuando llegaron las patrullas, la chiquita se aferraba al cuello de mi esposa y gritaba "no, mamá", al mismo tiempo que los policías -que estaban armados- la tironeaban.

-¿No los dejaron acompañarla a su nuevo lugar?

-Para que no fuera tan desgarrador, la persona que se estaba llevando a la nena le dijo a mi esposa que fuera desde nuestra casa en Rivadavia hasta el Hospital Notti, porque la pequeña había tenido fiebre en la noche anterior y la iban a revisar.

-¿Y usted dónde estaba?

-Al saber que ocurría todo esto, me fui directo al Notti. Apareció un médico y nos dijo: "No se preocupen. Yo me la llevo, la reviso y la traigo". Era mentira. Fue un secuestro: arrancaron a la niña de su seno familiar, de sus vínculos construidos durante un año y medio. Y sacaron a la nena a escondidas de nosotros. Lo sé porque me quedé cuatro o cinco horas esperando en la puerta del hospital para ver si la veía salir en algún auto. No vi nada y hasta creo que se la llevaron escondida en un baúl.

La siguen esperando

Marcelo jura que la partida no terminó y que recurrirá a todos los mecanismos legales para dar batalla. No sabe dónde está la pequeña: "Nosotros sostenemos que no se la puede entregar en adopción de forma legal, porque nuestro caso no está cerrado. Sería una irregularidad".

"La nena no es un paquete -continúa-. Y si al juez se le extendió de más el tiempo para resolver no es culpa de la bebé, no tiene por qué sufrirlo ella. Suelo pasar muchas noches en vela preguntándome dónde estará".

-¿Qué recuerdos le quedaron de aquel tiempo compartido?

-La felicidad de ella cuando nos decía "papá" y "mamá". Un día, una asistente social me dijo que yo no le tenía que enseñar a la nena a decirnos así. Pero a ella le salía. Aprendió a jugar y a hablar con nosotros. Lo primero que le nace a cualquier niño es decir papá y mamá. ¿Y cómo querían que le enseñara a decirme? ¿El tío gordo?

-Pero cuando la menor le dijo "papá" por primera vez ¿No le dio miedo de que se estuvieran confundiendo los tantos?

-No. Los que tienen que tener miedo ahora son los agentes del Estado, porque yo voy a tomar medidas legales contra ellos. Imaginate que nosotros estamos todos enamorados de esta niña. Y hay miles de menores en la misma situación. Son tratados como cosas y alguien tiene que hacer algo. Se los llevan con la Policía, como si fueran delincuentes.

-¿Qué siente cuando lee que en la legislación no se permite que las familias de guarda sean adoptantes?

-Es que yo estoy a favor de lo que dice la ley. Si dice que no puedo adoptar, perfecto. Pero la Ley dice también que la nena no podía pasar con nosotros más de 90 días y que la vinculación tenía que ser 'progresiva y saludable'. Entonces que me expliquen por qué pasó un año y medio en mi casa mientras un juez que debería resolver estas cosas se demoraba.

Una escena que lo persigue

Cuando uno se aleja de un ser querido, recuerda primero los grandes trazos de la relación. Después los días, los meses y los años traen a la memoria detalles. Un gesto particular, el sonido de una risa soltada al azar. Esa suma de nimiedades que constituye lo cotidiano y que, en la distancia, es lo que más duele.

Y hay una escena que persigue a Marcelo. Cualquiera podría decirle que es algo minúsculo, sin importancia. No funciona así en su cabeza ni en su corazón.

"Cuando nuestra pequeña iba con nosotros en la camioneta y hacía alguna travesura, yo le decía 'no hagas eso que va a venir la Policía'. Así, cuando veíamos un móvil yo bromeaba y le repetía 'mirá, ahí está la Policía'. Y me duele que después hayan caído seis móviles a arrancarla de mi casa, que era su hogar y su sitio de protección. Me imagino lo que ella puede haber sentido y me siento muy mal", concluye.

FUENTE: Diario Uno