La pandemia trastocó todo. La vida y la muerte, la economía y el modo habitual de las personas. Por ejemplo, viajes programados, con mucha anticipación, cancelados por la emergencia. Vacaciones o descansos suspendidos.
La pandemia trastocó todo. La vida y la muerte, la economía y el modo habitual de las personas. Por ejemplo, viajes programados, con mucha anticipación, cancelados por la emergencia. Vacaciones o descansos suspendidos.
Es por eso que, tras 9 meses de espera, escribiendo a diario sobre la evolución de la pandemia en nuestro país y el mundo, pude viajar por primera vez a la Costa Atlántica.
Para ello hice y completé, como se debe, dos formularios on line. Declaraciones juradas para poder llegar a la localidad elegida. La primera, para circular por la provincia de Buenos Aires, que se agrega a la app Cuidar con la validación imprescindible. La segunda, la solicitud para poder ingresar al municipio de Pinamar.
El viaje en auto implicó circular por la AU. Buenos Aires-La Plata; la Autovía 2; la ruta 63; la ruta 11; la ruta 56 y, finalmente, la ruta 74 hasta Pinamar. Atravesé varios puestos de control de la policía en todas esas vías de circulación. Vi algunas tareas de verificación, pero a mí nunca me tocó.
Tampoco en el ingreso a Pinamar, donde se observa una presencia permanente de la policía. Nobleza obliga: había controles, pero de nuevo, nunca me pararon para pedir mis permisos habilitantes. En una ocasión vi uno sobre la Avenida del Mar. Otra vez, lo atravesé sin problemas. Es decir, no me pararon para pedir nada (¡y yo tenía todo en regla!).
Estuve unos diez días y lo que más me llamó la atención es la ausencia, de manera significativa, de los barbijos. Al menos, correctamente colocados. Es decir, en la vía pública, tapando la nariz y la boca.
Ya se sabe que el uso del tapabocas para hacer ejercicio es inconveniente. De hecho, había gente caminando separada por calles alejadas o bosques sin barbijo. Bueno, puede ser... Pero muchos estaban en grupos numerosos, que hacen pensar que no todos conviven en la misma casa.
Lo mismo noté en el centro de Pinamar, en donde no siempre se puede respetar la distancia de 1,5 a 2 metros de separación.
Ni hablar de los lugares para comer. Ahí parece que el Covid-19 sabe que la gente necesita relajarse y entonces no entra. Porque en muchos locales (no quiero decir la mayoría), pero en muchos, era así.
Y no me refiero a la elemental acción de sacárselo para comer o tomar alguna bebida. No usaban nunca el barbijo, charlaban animadamente en grupos sin protección alguna. Durante horas, en algunos casos. Especialmente en los bares de playa y en sectores que no eran al aire libre. Sí, en cambio, los mozos y encargados los llevaban permanentemente.
Sé que nadie quiere (el intendente de Pinamar, Martín Yeza, tampoco) turistas al "estilo mapache". Es decir, que queden con la boca blanca, privada del tostado solar. Además, la playa es, por definición, al aire libre. Pero tanto en los balnearios como en los sectores públicos vi a mucha gente que durante horas no se puso jamás el barbijo. Aunque solo estuvieran charlando.
Y nuevamente, en cantidades que excedían largamente un "grupo conviviente".
Ahí sí se cumplen todos los protocolos. Toman la temperatura al ingresar, hay alcohol en gel, cupos de personas, vendedores y empleados que llevan la protección adecuada y que no dejan ingresar a los "distraídos". En ese punto, la calificación es excelente.
Luego, en general, el barbijo parece ser un elemento que molesta, y que no debe ser llevado a la costa y a la playa.
El el rubro "innovaciones playeras", vi modernos "colgantes para barbijos". Así como uno puede llevar "atados" los anteojos, hay una adaptación para los barbijos. Así, acompañan a la persona colgando a la altura de la barriga o del pecho, muy lejos de su lugar de utilidad.
Definitivamente, hay algo que no entendemos, aunque ya lo vimos en el verano europeo. Sería triste repetirlo.
Cumplí con hacerme el test del PCR en un centro habilitado por la ciudad de Buenos Aires. Fui el sábado muy temprano a la ex Munich, en costanera Sur. Hay que reservar turno, pero el horario es mas bien elástico.
Pero ahí se cumplen todos los protocolos. Distancia social, barbijo, declaración jurada (imprescindible) y personal con su propio atuendo de seguridad. Además, boxes espaciados y desinfecciones periódicas.
Elegí que me hisoparan (perdón por el verbo "hisopar", pero ya debe estar aceptado por la RAE tras este 2020) porque en 20 minutos estaba el resultado. Negativo, afortunadamente.
Pero aquí también pude comprobar el valor del uso del barbijo y la distancia social. A una joven, un funcionario la llamó por su nombre y le comunicó reservadamente que había dado positivo su examen de Covid-19.
Por suerte estábamos todos a la distancia necesaria y con el "tapabocas". ¿Qué habría pasado si nos hubiésemos "amuchado" para dialogar amablemente entre todos y amenizar la espera?