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Lenguaje inclusivo: 10 claves para comprenderlo

Lenguaje inclusivo: 10 claves para comprenderlo

Muchas personas se preguntan ¿Qué es el Lenguaje Inclusivo? y, valga la redundancia, ¿Cómo incluir el lenguaje inclusivo en la cotidianeidad? La realidad es que el tema, aunque presenta su foco de interés y mayor pico de fama en la actualidad acompañado por los distintos acontecimientos del movimiento feminista en Argentina, no es nuevo ni es exclusivo de este país.

El Lenguaje Inclusivo se presenta como un punto de inflexión e invitación al debate sobre las bases y normas gramaticales, sintácticas y semánticas del uso del idioma español castellano. Su proceso de adaptación involucra diferentes cambios tanto en la propia estructura de las palabras, como en conjugaciones de género y actos de habla.

¿Por qué existe el “Lenguaje Inclusivo”?

La propuesta del lenguaje inclusivo se orienta hacia un rol de género y un cuestionamiento al sistema patriarcal. En sus orígenes, hace más de 40 años, se lo llamaba “lenguaje no sexista”, y apuntaba justamente a suprimir el desdoblamiento y la secundariedad que siempre se le otorgó al género femenino.

Hoy, las prácticas del lenguaje inclusivo se expanden también hacia un nuevo abanico de diversidad sexual que contempla identidades distintas, que se identifican y representan con géneros no sesgados, que no existen en las bases del lenguaje castellano (asentadas en la institución de la Real Academia Española).

Vale destacar, que la Academia Argentina de Letras es quien regula en dicho país, el uso del lenguaje y sus formas, más allá de lo que la RAE particularmente determina. De todas formas el sistema educativo argentino se basa exclusivamente en la RAE para transmitir sus enseñanzas y cimentar los primeros abordajes del lenguaje en los niños. Esto último, es uno de los focos que presenta conflicto y controversia.

En resumidas cuentas, quienes utilizan el lenguaje inclusivo, aseguran que el mismo existe “para abarcar todas las identidades sexuales en el uso del lenguaje, lograr una representación justa y equilibrada, cuestionar el machismo del sistema patriarcal que subyace en las bases del lenguaje tradicional y permitir comodidad, inclusión y equidad de género”.

Las propuestas principales y más conocidas del lenguaje inclusivo desde lo gramatical y lo semántico

El lenguaje inclusivo es aquel conocido por su palabra más famosa: “todes”. Como bien se observa en la alteración gramatical, se propone reemplazar la letra “o”, (que denota masculinidad o pluralidad), por la letra “e”, que sería la alternativa que no discierne ningún género en particular, (no es ni todos, ni todas). Esta misma regla se aplica a los artículos (les), y adjetivos (amoroses). Es decir, para todas aquellas palabras del vocabulario que admiten una diferenciación de género (no así, el caso de los sustantivos comunes).

En muchos casos se presentan situaciones que no se pueden resolver a través de esa regla. Como por ejemplo, el plural de padre (padres), que incluye en su uso habitual también a las madres. En estas particularidades se generan nuevas palabras (sadres), que son neutras, inexistentes en el pasado, y sustituyentes del plural masculino que incluía a ambos géneros.

Controversias por el uso del lenguaje inclusivo

Frente a esta propuesta, el lenguaje inclusivo comenzó a adquirir cierta popularidad y contagio. Instituciones como la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, admiten y fomentan su uso. Las redes sociales potencian el fenómeno, algunas propagandas políticas lo incluyen, y figuras públicas también deciden hacerlo.

Las franjas etarias más jóvenes lo incorporan con mayor facilidad (lo cual es lógico debido a la cantidad de años de acostumbramiento que llevan con el lenguaje tradicional), pero muchas personas mayores de 30 años también hacen sus esfuerzos para aprenderlo y comenzar a utilizarlo.

Por otra parte, hay varios sectores de la sociedad que se oponen al uso del lenguaje inclusivo. Esto generalmente se debe a un cuestionamiento del cambio de la estructura mayoritaria del lenguaje. Sin ir más lejos, la Real Academia Española (que permanentemente incluye nuevas palabras y realiza ajustes en el diccionario desde el plano léxico), manifestó su resistencia al uso de “todes”.

Algunas personas eligen un camino que propone una “re-versión” del lenguaje tradicional, que no necesariamente debe alterar sus normas de conjugación o arrastrar un cambio tan drástico y de fondo como la modificación del género en los sujetos. Por el contrario, sí analizan los objetos semánticos, y sí aspiran a una inclusión desde el habla, como por ejemplo decir: “todas y todos”.

La cuestión está dividida, y no tiene que ver con edades, clases sociales ni profesiones. La realidad es que el uso del lenguaje inclusivo no es de carácter obligatorio, sino más bien optativo. Representa, justamente, una libertad frente a su uso. Todo depende del foco con el que se intente comprenderlo.

Si se lo intenta incorporar como una regla gramatical más, una obligación educativa o civil, será difícil hacerlo propio. Si, en cambio, se lo visualiza desde un plano reflexivo, que intenta deconstruir el lenguaje tradicional (así como tantas otras cosas del desarrollo humano), en el marco de un movimiento que pelea por la igualdad de género y la recategorización de la mujer en sociedad, tal vez será más fácil al menos analizar sus intenciones y virar hacia una propuesta más viable o práctica en lo cotidiano.

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