Si bien no hubo reacciones públicas por parte de los clubes involucrados ni de la Liga, el episodio generó diversas opiniones entre quienes siguen de cerca la actividad en la región. Algunos lo tomaron como un gesto simpático, una ocurrencia pintoresca propia del folclore del fútbol local. Otros, en cambio, consideraron que el momento fue inapropiado y sacó de eje una instancia que debería mantenerse neutral y ajena a cualquier tipo de mensaje político o ideológico.
El propio árbitro, Walter Vargas, no emitió declaraciones al respecto, aunque el tono del gesto y su reacción parecen indicar que se trató de una broma personal, sin intención de ofender. De todas formas, el episodio volvió a poner en debate los límites del humor y la función del árbitro dentro de la cancha, especialmente en torneos amateurs o semi-profesionales donde el vínculo entre los protagonistas suele ser más cercano.
El contexto: un clásico caliente
El partido en cuestión fue el clásico de Puan, uno de los más convocantes de la Liga Regional de Coronel Suárez, que reúne a equipos de distintos puntos del sur bonaerense. Como en todo clásico, la expectativa era alta y el ambiente tenso, aunque no se registraron incidentes de gravedad antes, durante o después del encuentro.
Lo cierto es que el insólito comienzo dejó una marca imborrable en esta edición del clásico, que será recordada no tanto por el resultado en el marcador, sino por una moneda lanzada al aire que —literalmente— llevó la política al centro del campo.