El 12 de agosto había llevado algunas cosas con la ayuda de su hermano Jürgen a su nuevo departamento, a pocas cuadras de su trabajo. Planeaba mudarse ahí para evitar el viaje cotidiano. Si hubiera tenido un día más estas líneas no tendrían sentido.
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Un soldado de Berlín este salta hacia el oeste cuando aún sólo había alambre de púas
Un soldado de Berlín este salta hacia el oeste cuando aún sólo había alambre de púas
Con el correr de los días, Günter vio cómo el alambre de púas era sustituido por ladrillos, guardias armados y torres de control y cómo los subtes y trenes ya no se detenían en el lado este de la ciudad. La propaganda comunista sostenía que el muro era una protección “antifascista” y que estaba allí para proteger a los ciudadanos de la RDA.
El sueño de Günter de vivir en la parte oeste se escurría y decidió escapar al otro Berlín. Algunas personas lo habían logrado en los primeros días de encierro, cuando la vigilancia no era total.
El 24 de agosto, a las 4 de la mañana, Günter puso en marcha su plan: cruzó corriendo los terrenos del hospital Charité, en el distrito Mitte, trepó por una medianera y cayó en la orilla del río Spree. Su idea era cruzar a nado por debajo de las vías elevadas del ferrocarril. Si todo salía bien la mañana lo encontraría sucio y mojado pero en su nuevo departamento.
Sin embargo, en ese momento, lo vieron los guardias de seguridad que custodiaban la estación Friedrichstrasse. Desde el puente le gritaron que se detenga. Incluso lanzaron algunos disparos al aire. Günter corrió y se tiró al río apostando a que si nadaba lo suficientemente rápido podría salvarse. Un tiro en la nuca lo mató cuando estaba llegando a la orilla.
Tres horas después los bomberos recuperaron el cuerpo del río. Para ese entonces una multitud se había juntado del lado oeste, incluidos varios periodistas y fotógrafos. La muerte de Günter no pasó desapercibida para ese lado de la ciudad: los medios locales contaron ese día la historia del primer fusilado del Muro.
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Lápida simbólica de Litfin, ubicada en la orilla de donde fue asesinado
Lápida simbólica de Litfin, ubicada en la orilla de donde fue asesinado
En cambio, en su relato, el comunismo hizo pasar a Günter como un criminal que se resistió a la autoridad. En la mañana de su asesinato, su hermano y su madre fueron interrogados sin saber lo que estaba pasando. Sólo se enteraron de la noticia por medio de la prensa cuando regresaron a su casa.
Una semana después, enterraron a Günter. Ni su madre ni su hermano pudieron decir nada a aquellos que fueron a velar al joven. Se les prohibió hablar de las circunstancias de su muerte y, para estar seguros, la Stasi (la inteligencia de la RDA) custodió la ceremonia.
Sólo pudieron imprimir tres líneas en su obituario: "De repente, inesperadamente, mi querido hijo murió en un trágico accidente".
Una suerte de redención llegó para la familia Litfin en 1992. Ese año Jürgen, el hermano de Günter, salvó del derrumbe a la torre de vigilancia desde la que había sido avistado su hermano el día de su muerte y en 2003 convirtió su interior en un pequeño santuario.
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El memorial de Günter Litfin
El memorial de Günter Litfin
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La ventana del memorial de Günter Litfin
La ventana del memorial de Günter Litfin
Cualquiera que pase allí caminando o en bicicleta sólo verá por fuera una atalaya gris. Por dentro, subiendo la estrecha escalera interna, aparece un escenario en donde convive un maniquí con uniforme militar y un arma apuntando por la ventana con fotografías de Günter y placas con su historia. Jürgen fue el encargado del lugar hasta 2017, cuando lo donó a la fundación del Muro de Berlín. Falleció un año después.
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Jürgen Litfin
Jürgen Litfin
El Günter Litfin Memorial es tan sólo uno de los cientos de homenajes a las víctimas y afectados por el Muro que se mantienen en la ciudad. Berlín supo empezar a curar sus heridas dejando las cicatrices a la vista para que cualquiera que camine por sus calles comprenda la magnitud del horror que se vivió entre 1961 y 1989.
Los dos oficiales que participaron en el asesinato de Günter fueron sentenciados a un año y un año y medio de prisión en 1997. Litfin pasó a la historia como una de las -al menos- 140 víctimas que murieron tratando de evitar que les arrebaten sus sueños.