"Y si resultara que me eligen a mí, contestaría: Lo lamento. No acepto", eran los pensamientos del Cardenal Albino Luciani, en 1978, el patriarca de Venecia. Le hablaba a su fiel colaborador, el padre Diego Lorenzi.
"Y si resultara que me eligen a mí, contestaría: Lo lamento. No acepto", eran los pensamientos del Cardenal Albino Luciani, en 1978, el patriarca de Venecia. Le hablaba a su fiel colaborador, el padre Diego Lorenzi.
Pablo VI, el papa, había muerto el 6 de agosto de 1978 y Luciani era uno de los 111 cardenales que debían reunirse en el cónclave en la Capilla Sixtina para elegir a su sucesor, gracias a la inspiración divina del Espíritu Santo.
Luciani tenía varios elementos a su favor como para ser el nuevo vicario de Cristo: era italiano (como todos desde 1522 cuando el neerlandés Adriano VI resultó el elegido), era el jefe del importante patriarcado de Venecia, ferviente impulsor de los preceptos del Concilio Vaticano II (en el que participó) y era joven, tenía 65 años.
Esa edad hacía posible que pudiera terminar con la obra inconclusa de "actualización" de la Iglesia Católica tras el Concilio Vaticano II. Pablo VI, sucesor del creador del Concilio, el papa Juan XXIII, anduvo por un sendero intermedio entre los progresistas y los sectores más conservadores de Roma.
Sin embargo, Albino Luciani se sentía agobiado ante la posibilidad de tener semejante responsabilidad. Ya en Roma, desde su aposento a punto de iniciarse el cónclave, le escribió en una carta a una sobrina: "Es difícil encontrar a la persona adecuada para hacer frente a tantos problemas, que son como pesadas cruces. Afortunadamente, estoy fuera de peligro".
Pero Dios tenía otros planes para él.
Hijo de una familia de trabajadores, aprendió de pequeño el valor de la humildad y la austeridad. Pasaron hambre durante la Segunda Guerra Mundial. Su madre murió cuando él tenía 10 años y su padre volvió a casarse con una mujer muy religiosa que despertó su vocación sacerdotal.
Su padre era ateo, pero apoyó a la decisión de su hijo. Eso implicó hacer un gran sacrificio económico para afrontar los gastos del seminario. Ese dato marcó a fuego el pensamiento del futuro papa.
Tal vez, en Venecia, comenzó una sorda lucha que sellaría su destino fatal. Eso es los que creen que Juan Pablo I fue asesinado en su estancia vaticana. Apenas 33 días después de haber sido electo como papa.
En su región del Véneto funcionaba un banco que tenía una cualidad muy especial: daba crédito a la parroquias de la zona con un muy bajo interés. Los curas obtenían así recursos para poder ayudar en sus iglesias, diócesis y por supuesto en Venecia.
Pero la Banca Cattolica Véneto quedó dentro de un negocio de mayor envergadura. Decidido en Roma. Allí estaba el obispo norteamericano Paul Marcinkus, quien ganó influencia estando al lado del Pablo VI. Incluso era su traductor oficial cuando el papa debía hablar en inglés.
Aunque su verdadero poder era otro. Era el director del Instituto para las Obras de Religión o IOR, conocido popularmente como el Banco Vaticano. Por ser el banco de un estado soberano, era una institución que no debía rendirle cuentas a nadie, solo al papa. Una garantía de inmunidad para el manejo de millones de dólares (el euro aún no existía).
Paul Marcinkus trabó relaciones cuestionables con varios personajes que tuvieron trágicos finales: Roberto Calvi (presidente del Banco Ambrosiano), Michele Sindona, banquero vinculado a la logia mafiosa italiana P-2 de Licio Gelli.
La P-2 (conocida por su nombre en Italiano "Pi Due") tuvo ramificaciones en muchos países. Uno de los más importantes: la Argentina en los años 70. Incluso hay quienes vinculan a esa logia con el robo de las manos de Perón, en el cementerio de la Chacarita.
El Banco Ambrosiano era un banco italiano fundado en 1896. De pronto, se convirtió en el principal accionista del Banco del Véneto. Desaparecieron de inmediato los créditos accesibles para los sacerdotes. Cuando un indignado cardenal Luciani preguntó quién había dispuesto esa situación recibió una respuesta que lo descolocó.
Fue por orden del obispo Marcinkus. El Banco Vaticano era el principal accionista del Banco Ambrosiano. O sea, el Banco Vaticano ya no permitía créditos blandos para la Iglesia del Véneto. A Marcinkus lo puso en su cargo Pablo VI, el papa que nombró a Luciani patriarca de Venecia en 1970.
De inmediato supo que ir a quejarse a Roma no tendrían sentido y no eran convenientes. Pero entonces, llevó un minucioso registro de maniobras poco claras que comenzó a ver en torno al Banco del Véneto.
Albino Luciani tuvo varios contactos con el FBI para intercambiar información. No hay que olvidar que Paul Marcinkus era funcionario del estado Vaticano, pero también era norteamericano. Los agentes federales de EE.UU. ya tenían varios datos sobre los vínculos de Marcinkus con la banca Ambrosiana y los negocios con la mafia, a ambos lados del Atlántico.
Pero el 6 de agosto de 1978, Giovanni Montini murió en Castel Gandolfo, una de las residencias del papa. Luciani debió viajar a Roma para el cónclave en la Capilla Sixtina.
Los sectores más conservadores defendían que un italiano debía sentarse en el trono de Pedro. Pese a que eran minoría entre los 111 cardenales del cónclave. También tenían a su elegido: El cardenal Giuseppe Siri, un genovés marcadamente conservador. El resto de los cardenales, la mayoría de Europa oriental (todavía bajo la cortina de hierro) pero sobre todo del tercer mundo, buscaban un candidato para oponer a Siri. No quisieron ser totalmente desafiantes y optaron por un italiano: Albino Luciani.
Para ser elegido papa se necesitaba, en ese momento una mayoría amplia de 75 votos. En la primera votación, Siri - se especula por trascendidos, ya que las votaciones son totalmente secretas y las papeletas con los votos y recuentos se incineran - se impuso, pero muy lejos de los 75 votos y con Luciani peligrosamente cerca.
La segunda votación de ese día repitió el resultado de los dos primeros, pero con menor diferencia de votos para Siri. Mientras el humo negro que salía de la chimenea de la capilla Sixtina informaba a los fieles en San Pedro y en todo el mundo que no había papa. Luciani camino a su celdilla se preguntaba: "¿se pueden equivocar así mis colegas?".
Al día siguiente hubo dos votaciones más. En la tercera, todo comenzó a cambiar. Según cuenta David Yallop en su libro "en nombre de Dios", Luciani superó ya ampliamente a Siri. Yallop investigó durante años para llegar a la conclusión de que Albino Luciani murió envenenado. Pero sobre ese momento particular (dice que consultó varias fuentes que le contaron exactamente lo mismo) relata que varios cardenales, no conservadores, comenzaron a felicitar al patriarca de Venecia.
El cardenal Willebrands con voz suave y serena le dijo: "Valor. Cuando el Señor nos abruma con una carga, también nos da la fuerza necesaria para poder soportarla". Y el cardenal Ribeiro le agregó: "Todo el mundo reza por el nuevo papa".
En la cuarta votación habría superado holgadamente los 75 (dicen que fueron 99 sobre 111) votos necesarios. El aplauso de las cardenales dominó el ámbito de la capilla Sixtina cuando a Luciani le fue preguntado si aceptaba ser Papa:
-"Que Dios los perdone por lo que habéis hecho por mí" habría dicho antes de aceptar.
Decidió llamarse Juan Pablo I. Por Juan XXIII quien lo ordenó obispo y por Pablo VI, quien lo ordenó como cardenal.
Luego de un tiempo de preparación, el balcón sobre la Basílica de San Pedro se abrió y se escuchó:
«Annuntio vobis gaudium, Habemus Papam ("Os traigo una noticia de gran alegría:
tenemos papa),cardinalem Albinum Luciani.
Entre la multitud, lloraba de emoción el padre Lorenzo, su secretario desde el Véneto.
En cuanto asumió su tarea como jefe de la Iglesia, Juan Pablo I retomó sus viejas anotaciones sobre la Banca Vaticana. También decidió que debía seguir adelante con la "adecuación" de la Iglesia a los designios marcados por el Concilio Vaticano II y para eso necesitaba una profunda transformación de la curia, la estructura de poder vaticana.
Las noticias fuera de la Santa Sede en torno a los bancos y la mafia estallarían en 1982, pero Juan pablo I ya no estaba vivo para verlo. No cabe duda de que toda la información que recolecto estaba en sentido correcto. Incluso se especula que parte de sus investigaciones fueron claves tanto para el FBI como para la justicia italiana.
El banco Ambrosiano se derrumbó en 1982, en un escándalo económico y judicial que salpicó a banqueros, sacerdotes, mafiosos y hombres de la Logia P-2. Roberto Calvi, apodado "el banquero de Dios", escapó con un pasaporte falso de Italia al Reino Unido. Pero apareció muerto, colgando de un puente en Londres en 1982. Michele Sindona, el banquero y mafioso fue atrapado por el FBI, juzgado y metido preso. Pero luego fue enviado a Italia para cumplir allí con la pena perpetua. Sin embargo murió en 1982, envenenado con cianuro en un café.
El líder de la P-2, Licio Gelli murió en 2015. Tenía 96 años. Estuvo preso varias veces y recuperó la libertad. Como dijimos, está vinculado a robo de las manos de Perón, al secuestro y muerte de Aldo Moro en Italia (1978) y la muerte de Calvi en 1982.
Es el Dios, por medio del Espíritu Santo quien guía a los cardenales para elegir a su representante en la Tierra. Albino Luciani nunca se sintió preparado para esa responsabilidad. Pero cuando fue consagrado como Papa, Juan Pablo I hizo todo lo posible por cumplir con ese compromiso por una iglesia de los pobres, que esté siempre del lado de los humildes y necesitados. Como fue su propia infancia.
Pero siempre se sintió desbordado por esa tarea ciclópea. A tal punto que un día le preguntaron si quería una máquina de escribir para lidiar con la parva de papeles que siempre lo acompañaba. "No, necesito una máquina de leer", fue su respuesta.
Convencido como estaba de los cambios necesarios en la Iglesia, hizo una lista con los personajes que debían dejar sus lugares claves. Allí estaba Paul Marcinkus, pero también el francés Jean-Marie Villot , el secretario de estado elegido por Pablo VI y que Juan Pablo I mantuvo en su efímero papado.
La noche del 27 de septiembre de 1978, antes de cenar, le dio esa lista a su secretario Lorenzi, para que se la entregara personalmente a Villot.
Cenó con su secretario personal, su otro colaborador, el sacerdote irlandés John Magee y tres monjas. Entre ellas, Sor Vincenza, que también lo acompañaba desde Venecia.
El papa luego de cenar se retiró a su habitación, con papeles como siempre. Se acostó con ellos y con sus anteojos colocados. Antes tomó su dosis de effortil. El papa tenía baja presión y solo tomaba media dosis.
A las 5 de la mañana, la hermana Vincenza notó que no había tomado el café que le dejaba siempre junto a la puerta de su recámara. Se preocupó. Golpeó la puerta y ante la falta de respuesta entró.
El papa estaba muerto en su propia cama, no se había acostado a dormir, tenía papeles a su alrededor y los antoejos. La hermana salio desesperada y llamó a los ayudantes de Juan Pablo I. Cuando Lorenzi y Maggee llegaron se conmocionaron. Lorenzi dio aviso al cardenal Villot.
Él fue quien dispuso una serie de medidas que alimentan aun hoy la tesis del asesinato. Se quedó solo con el cuerpo del papa. Cuando volvieron los colaboradores , sus anteojos ya no estaban - nunca aparecieron. Tampoco varios de los papeles. Al médico se le avisó mucho más tarde lo que había sucedido.
Por orden expresa de Villot, no se le practicó una autopsia. Incluso el comunicado de la defunción tiene "incoherencias". Dice que murió por un paro cardio respiratorio a las 5.30 de la mañana. El papa murió durante la noche del 26 al 27 de septiembre de 1978.
Si estaba abrumado por la responsabilidad dada por sus colegas cardenales, Albino Luciani estaba consagrado para cumplirla. Pero como si algo intuyera, siempre decía: "mi tiempo será breve, luego vendrá otro tiempo más prolongado".
Su sucesor fue Karol Wojtyla, el papa polaco. En su honor, decidió llamarse Juan Pablo II. Su pontificado se extendió por 27 años.
El 26 de agosto de 1978, Albino Luciani fue elegido en la Santa Sede. Juan Pablo I, el "papa de la sonrisa" estuvo solo 33 días al frente de la Iglesia de Roma.