El presidente salvadoreño, de solo 39 años, representa la irrupción de una nueva figura en el tablero de la geopolítica del continente americano. Rompió un esquema bipartidista de 30 años, tras el final de la guerra civil.
Pero ahora, parece encaminado hacia un giro autoritario, sin ningún tipo de control republicano.
Sus orígenes
Descendiente de un abuelo palestino cristiano convertido al islamismo. Su padre, Armando, se graduó en El Salvador como Ingeniero químico. Como emprendedor, fundó compañías textiles, de comercio y de la industria farmacéutica. También, como Imán, fue un líder musulmán salvadoreño y fundó las primeras mezquitas en la región.
Está casado con Gabriela Rodríguez, con quien tiene una hija.
Es un ferviente creyente: “Nadie se interpondrá entre Dios y su pueblo para cambiar a El Salvador”, señala el presidente.
Nayib fue empresario y su primer emprendimiento lo hizo a los 19 años. Pero pronto comenzó a interesarse en la política. El fin de la guerra civil abrió un nuevo panorama para un país asolado por la pobreza y la violencia.
De un extremo ideológico al otro.
Bukele comenzó su actividad política en el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). Una formación radical de izquierda influida por el sandinismo nicaragüense. Con la paz, se incorporó a la nueva democracia salvadoreña. En 2009, el FMLN llegó por primera vez al poder.
En 2012 se convirtió en alcalde de Nuevo Cuscatlán por el FMLN. Un municipio próximo a la capital del país. Su figura siguió creciendo y, en 2015, ganó la alcaldía pero ya de San Salvador a los 34 años.
Como había hecho en el municipio vecino, renunció al salario y a los viáticos como alcalde de San Salvador.
Pero el FMLN lo echó de sus filas en 2017. Por promover disputas internas. Bukele reveló hechos de corrupción del partido, durante la presidencia de Mauricio Funes (2009-2014).
Entonces dio un salto ideológico notable. Se alió con sectores de la derecha salvadoreña, alejados del otro gran partido, la Alianza Republicana Nacional (ARENA). Creó, Nuevas Ideas e integró la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA).
En 2019, ganó las elecciones en primera vuelta. Logró romper el bipartidismo con su mensaje de renovación para toda la clase política.
“El dinero alcanza cuando nadie roba”, fue su lema de campaña.
Un país pobre y violento.
Bukele enfrentó estos dos problemas como banderas de su gestión de gobierno. El Salvador tiene una pobreza del 38%. Unos dos millones de salvadoreños decidieron emigrar a los Estados Unidos. El país tiene una población de 6,5 millones de personas.
El 20% del PBI proviene de las remesas de dinero que envían para ayudar a sus familias, justamente, desde Estados Unidos.
El Salvador era uno de los países más violentos de América y del mundo. Con un promedio de 103 asesinatos cada 100.000 habitantes en 2015.
Para el año 2020 (últimos datos disponibles), el promedio disminuyó a 20 asesinatos/100.000 personas.
Pero los críticos del presidente, dicen que ese logro se debe a que el Estado Nacional negoció una tregua con los grupos del crimen organizado. Controlan cada vez más aspectos de la economía salvadoreña a cambio de la “seguridad” de los habitantes.
Del populismo al autoritarismo
Su prédica contra los partidos tradicionales (FMLN y ARENA) tuvo un gran impacto en la población. Por sus malas administraciones y corrupción, Bukele repite que El salvador perdió casi US$ 40.000 millones. Dinero más que suficiente para pagar su deuda externa y poner en marcha la recuperación del país.
Pero Bukele tiene un flanco muy cuestionable: su resistencia a los controles. En febrero de 2020, irrumpió con un grupo de soldados del ejército en el Congreso. En ese momento, tenía minoría en el parlamento unicameral. Sentado en el sillón de la Asamblea amenazó a los legisladores: o votaban un préstamo de US$ 109 millones para combatir a las pandillas responsables de la violencia, o llamaría a la insurrección popular.
Un año más tarde, en febrero de este 2021, logró mayoría abrumadora en la elección legislativa. Con sus aliados, controla 61 de las 84 bancas del Congreso.
Con esa mayoría absoluta, el 1° de mayo, el día del “estreno” de la nueva composición a su favor, el Congreso destituyó a 5 miembros de la Corte Suprema y al procurador general de la Nación.
Lo hizo invocando al artículo 186 de la Constitución Nacional.
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En un procedimiento casi instantáneo se produjo la acusación y remoción. La Fiscalía general tenía unas 20 causas abiertas contra la administración nacional.
Además acaba de votarse una ley que impone impuestos a la prensa, interpretado como un mecanismo de control para el periodismo.
Sin control republicano, ¿una autocracia?
Bukele es el titular del Poder Ejecutivo. Domina más de los dos tercios del Poder Legislativo y acaba de descabezar al Poder Judicial. Pasó sin escalas del populismo a un gobierno sin control. Pero la Constitución contempla un único período de gobierno de 5 años.
A tal punto, que la vicepresidenta de EE.UU. Kamala Harris planteó que su país no puede quedar sin reaccionar ante semejante situación.
https://twitter.com/elsalvadorcom/status/1391535956935593991
Bukele enfrenta acusaciones por violaciones a los derechos Humanos por parte de Human Rights Watch en la acción de militares y fuerzas policiales. También hay quejas de la OEA. Y tiene un profundo enfrentamientos con los medios de comunicación. En especial con “El Faro”, el más crítico para con su figura.
Es un experto para manejarse en las redes sociales. Allí comunica diariamente sus mensajes políticos, económicos y sociales.
“Las mayorías mandan en democracia, te guste o no”, suele repetir.
El problema comienza cuando no existen los controles al poder.