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Santa Evita: las confesiones del Doctor Pedro Ara, el hombre que embalsamó el cuerpo de Eva Perón

El médico Pedro Ara fue el encargado de preservar y embalsamar el cuerpo de Eva Perón. A partir de la serie Santa Evita, su figura volvió a cobrar dimensión pública. ¿Qué dijo en su libro biográfico, publicado en 1973?
Diego Geddes
por Diego Geddes |
Santa Evita: las confesiones del Doctor Pedro Ara, el hombre que embalsamó el cuerpo de Eva Perón

La aparición de la serie Santa Evita, emitida por la señal Star+, recrea un episodio clave de la historia argentina: el secuestro del cadáver de Eva Perón. La serie está basada en la novela de Tomás Eloy Martínez, que usa recursos de la ficción para contar esta historia.

Pero hay documentos históricos que permiten conocer detalles del hecho. Un protagonista de la historia es el Doctor Pedro Ara, caracterizado en la serie por el actor español Francesc Orella, conocido aquí por su papel en la serie Merlí.

Ara tuvo un rol clave en esta historia: llegó como un especialista médico, sin involucramiento político con la causa y terminó como custodio del cuerpo de Eva Perón en la CGT.

Pedro Ara dejó un libro escrito llamado "El caso Eva Perón. Apuntes para la historia", con algunas consideraciones muy valiosas.

El libro fue editado por la mujer de Pedro Ara, Ana María Hermida, que en el prólogo aclara algunas cuestiones que sirven para entender su publicación. "Mi esposo escribió los 23 capítulos de este libro entre los años 1956 y 1960 (...). El autor se esforzó en ser objetivo e imparcial y al tratar los sucesos se mantuvo al margen de tendencias políticas o partidismos encontrados".

En las primeras 50 páginas, Ara cuenta su vínculo con la Argentina (fue agregado cultural de la Embajada española) y sus contactos profesionales y diplomáticos, que lo acercaban a los primeros planos de la política. En ese tiempo empezó a ser sondeado para ocuparse de la tarea que marcaría su vida.

"Doctor, Evita se muere y se dice que están por contratar unos médicos rusos o ingleses para embalsamarla. Nadie más que usted puede y debe hacer ese trabajo y así lo vamos a exigir con miles de firmas", le dijo un colega en junio de 1952, un mes antes de la muerte de Eva. "Lo miré aterrado", confiesa Ara en sus memorias.

De todos modos, Ara sabía del inminente final. En varios pasajes de libro se sorprende de la fortaleza de Eva, por entonces un cuerpo que "habíase reducido al simple revestimiento de sus laceradas vísceras y de sus huesos. En 33 kilos parece que llegó a quedar aquella señora tan fuerte y bien plantada en su vida".

La muerte de Eva Perón

Cuando Eva murió, Ara estaba leyendo en su casa. Le pidieron que fuera pero insistió en que ese trabajo debía ser hecho por profesionales argentinos.

Nada de eso ocurrió: el destino de Ara estaba atado a esa misión. Lo convocaron a la residencia oficial y le comunicaron la noticia: "A las ocho y venticinco minutos la señora de Perón ha pasado a la inmortalidad. El presidente y todos sus colaboradores queremos que usted, doctor Ara, prepare el cadáver para exponerlo al pueblo y ser luego depositado en la cripta monumental que hemos de construir", le dice el doctor Abel Canónico.

Perón le ofrece una salida: "Si usted no desea hacer el trabajo preliminar de esta noche, llamaremos a algún especialista". Pero Ara ya está comprometido: "De lo que se haga esta noche -contesté yo- depende el resultado definitivo. De modo que vamos a empezar lo antes posible".

Un dato más, agrega Ara. "Ni una palabra hablamos acerca de las condiciones económicas". Y el libro repone una escena que se ve exacta en la serie "Santa Evita". Perón entrega las llaves del dormitorio y lo habilita a trabajar con intimidad absoluta sobre el cuerpo de Evita.

Ara describe ese primer encuentro con el cuerpo de un modo poético: "Sobre su lecho dormía para siempre el espectro de una rara, tranquila belleza, liberada, al fin, del cruel tormento de una materia hasta el límite corroída y de la tortura mental sostenida por la ciencia que, esperando el milagro, prolonga el suplicio (...) Ante nosotros, yacente, consumida hasta el extremo de lo posible, se hallaba la mujer más admirada y temida, más amada y odiada de su tiempo".

Después de unas horas de trabajo, Perón pregunta: "Dígame doctor: ¿Cuánto tiempo se podrá conservar sin descomponerse?". "Si la dejamos así irá desecándose hasta la total momificación, pero es absolutamente imposible que se descomponga", aseguró Ara.

Acto seguido discuten por el lugar de trabajo. Ara no quiere hacerlo en la CGT pero no le dejan opción. Contrariado, escribe en su diario: "Iremos a la CGT y que los dioses nos sean propicios".

El histórico funeral de Eva Perón

Llega el tiempo del funeral multitudinario de Eva Perón, un tiempo sufrido para Pedro Ara. Los 16 días de la despedida, más un par de aperturas del cajón para desempañar el vidrios del féretro, ponen nervioso al español. Todo atenta contra la calidad de su trabajo posterior. Su diario registra esa impaciencia, aun en un clima apoteótico de despedida.

Ya en la CGT, Ara es consultado nuevamente por sus honorarios. "Yo creo que con cien mil dólares es suficiente", dice. Después de algunos días de organización y logística, más las despedidas privadas que siguieron a su funeral público, el 12 de agosto de 1952 empezó el trabajo del doctor Pedro Ara sobre el cuerpo de Eva Duarte de Perón.

No hay detalles en la descripción de su trabajo: "Así, durante meses y meses, con disciplina en la custodia y sin extrañas ingerencias, ese segundo piso de la CGT no pudo ser motivo de preocupación para nadie".

Libro Pedro Ara Eva Perón.jpeg

El 16 de septiembre de 1955, le comunican al Doctor Pedro Ara por primera vez sobre "unos levantamientos militares en Córdoba". En la CGT minimizan el asunto: "El General Perón se ocupará como ya lo hizo otras veces". Ara recorre la Plaza de Mayo con preocupación. Le adeudan unos pagos por su trabajo.

El 19 llega la advertencia definitiva: "Váyase doctor, nos van a bombardear desde los buques de guerra". "Ya en mi domicilio, oigo que la radio da cuenta de la rendición de Perón".

En el libro aparece otro gran personaje de la serie, el teniente coronel Carlos Moori Koenig. Lo que sigue es una sucesión de papelería y burocracia respecto del cadáver de Evita. Por momentos, Ara parece confiar en la tarea del nuevo gobierno, y por otros no tiene claro qué puede pasar con su obra. Transcurre septiembre y octubre de 1955 sin demasiadas novedades, aún en un clima político por demás agitado.

Ara funciona también como una especie de intermediario de todas las consultas: "¿Qué cree que harán con ella Doctor? ¿Cree que la quemarán?", le preguntan a diario.

El 23 de noviembre le comunican una decisión: "Esta noche, un camión del Ejército retirará el sarcófago". Después lo convocan a una reunión. "Yo no digo nada, ni en pro ni en contra, puesto que nadie se interesó previamente por mi opinión, ni tengo autoridad, ni fuerza ni liberar para proponer ni imponer nada".

Le piden que entregue "todos los papeles, fotografías, clichés y todo tipo de documentos, pues queremos quemarlos como un paso más para la destrucción del mito". Ara se niega. "Yo pienso en que tal vez sean los mitos lo que no se pueda destruir quemando papeles u otras cosas, pero no lo digo", escribe.

El libro da un salto temporal hacia el epílogo. En septiembre de 1971 es convocado por el General Perón para certificar que el cuerpo sea el de Evita. "Doctor, usted que lo hizo y que fue el último que la vio, qué opina", pregunta Perón. "Creo que no hay duda, pero vamos a examinarlo todo".

Ara constata los daños que tiene el cuerpo pero certifica que es el original. No hubo cuatro cuerpos, como muestra la serie. Sobre el final, un anexo documental agrega documentos y un diario personal de Ara. Testigo vital y a la vez involuntario de la historia, Ara murió en Buenos Aires, el 16 de septiembre de 1973, a los 75 años.

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