A la escena también arribó una unidad del Sistema de Atención Médica de Emergencias (SAME), cuyos profesionales iniciaron inmediatamente maniobras de Reanimación Cardiopulmonar (RCP). Según indicaron fuentes médicas, el niño presentaba paro cardiorrespiratorio y múltiples traumatismos compatibles con una caída desde gran altura. A pesar de la gravedad de su estado, los médicos trabajaron mediante protocolos avanzados de reanimación para estabilizarlo y trasladarlo con vida al Hospital General de Agudos Teodoro Álvarez, ubicado a pocas cuadras del lugar.
Antes de la llegada del SAME, una unidad de la colectividad judía Hejalutz, que presta servicios de asistencia comunitaria en emergencias, logró ingresar al subsuelo y realizar las primeras curaciones al bebé. “Intentaron hacer todo lo posible, actuaron muy rápido”, contó un vecino del edificio, conmovido por la secuencia de esfuerzos desesperados para salvar la vida del niño.
Sin embargo, el cuadro era extremadamente crítico. El bebé falleció mientras era asistido en el hospital, pese al esfuerzo coordinado de los equipos de emergencia y los profesionales de la salud. La triste noticia se confirmó cerca del mediodía y rápidamente se propagó entre los vecinos del edificio, quienes quedaron consternados por la brutalidad del desenlace.
En paralelo, los investigadores comenzaron a trabajar para reconstruir exactamente cómo ocurrió la caída y qué condiciones del ascensor pudieron haber facilitado la tragedia. “El ascensor tenía puerta manual, no automática, y se encontraba con el mantenimiento vigente”, explicó una fuente cercana al caso. Este detalle resulta crucial, ya que los ascensores con puertas manuales permiten que las personas —especialmente niños— tengan más acceso al mecanismo, aumentando los riesgos de accidentes si no están acompañados o supervisados.
No obstante, los peritos detectaron una posible irregularidad que podría ser central en la causa. “La distancia entre la puerta de cabina y la del ascensor debe ser de un máximo de 12 centímetros. En este caso, ese espacio superaba esa medida”, señaló la misma fuente. El exceso en la separación entre ambas puertas no solo constituye una infracción a las normas de seguridad vigentes, sino que, de confirmarse, podría haber sido un factor determinante en el accidente. La distancia extra habría permitido que el niño quedara atrapado en un lugar donde no debería haber podido ingresar.
Por el momento, los investigadores aún no precisaron cuántos centímetros superaba la medida permitida. Este detalle técnico será analizado con mayor profundidad por los especialistas de la Unidad Criminalística Móvil, convocada por la Fiscalía Criminal y Correccional N.º 12, a cargo de la investigación.
Los peritos deberán revisar no solo el estado mecánico del ascensor, sino también los registros de mantenimiento, las certificaciones y cualquier señal de falla o desgaste que pudiera haber contribuido al trágico episodio. También se tomará declaración a los encargados del edificio, al personal de mantenimiento, a los vecinos y a los familiares del niño, quienes en medio del shock inicial deberán aportar información para avanzar con la causa.
Desde la fiscalía confirmaron que la familia del bebé recibirá acompañamiento y contención psicológica, un procedimiento habitual en casos donde la muerte involucra a un menor y se desarrolla en circunstancias traumáticas. El impacto emocional para la madre, que fue testigo directa de los hechos y que intentó intervenir en el momento crítico sin lograr evitar el desenlace, es uno de los elementos más dolorosos del caso.
El edificio, un típico complejo residencial del barrio de Flores, quedó sumido en un silencio atípico tras la tragedia. Varios vecinos se acercaron al hall para dejar mensajes de apoyo a la familia y expresar su angustia por lo ocurrido. “Estamos destruidos, no podemos creer lo que pasó”, comentó una vecina del piso ocho, quien aseguró haber visto al pequeño muchas veces jugando de la mano de su hermano.
El accidente también abrió un debate entre los residentes sobre el estado de los ascensores del edificio, que son antiguos y dependen de un sistema manual que varios consideran obsoleto. “Hace años venimos pidiendo que se cambien las puertas o que modernicen algo del sistema. Siempre dicen que funciona bien porque tiene mantenimiento al día”, afirmó otro vecino. Estas declaraciones podrían tomar relevancia si la investigación confirma fallas estructurales o deficiencias que, aun con la documentación al día, representaban un riesgo para los residentes.
Los expertos en seguridad edilicia señalan que los ascensores manuales, aunque no están prohibidos, requieren controles más estrictos y mayores medidas de supervisión, especialmente en edificios donde viven niños pequeños. La combinación de puertas antiguas, espacios irregulares y la curiosidad natural de los menores puede convertirse en un escenario peligroso, incluso cuando los adultos están presentes.
Mientras tanto, la causa continúa avanzando y podría derivar en imputaciones si se comprobara que hubo negligencia, incumplimiento de normativas o fallas evitables en el sistema del ascensor. Por ahora, la prioridad de los investigadores es determinar cómo un juego inocente entre hermanos terminó en una tragedia que pudo haberse prevenido.
El caso no solo deja a una familia destruida por la pérdida irreparable de su hijo, sino que también invita a una reflexión más profunda sobre las condiciones de seguridad en los edificios de la Ciudad y la responsabilidad de los administradores y empresas de mantenimiento en garantizar que los mecanismos esenciales funcionen sin riesgo para los vecinos.
La imagen del pasillo del noveno piso, que horas antes era escenario de risas infantiles, quedó marcada por el recuerdo de un instante trágico que difícilmente será olvidado por quienes estuvieron allí. La comunidad de Flores, golpeada y dolida, solo espera ahora que la investigación permita aclarar las circunstancias y evitar que una tragedia de estas características vuelva a repetirse.