La joven recuerda que todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos. “Cuando me giro para verlo ya no estaba más conmigo”, expresó, como si las palabras fueran lo único capaz de darle forma a un recuerdo que preferiría no tener. Tras el disparo, los delincuentes escaparon rápidamente por las calles laterales a la autopista, dejando atrás un escenario desolador. Kiara se encontró entonces ante el cuerpo caído de su amigo, tratando de pedir ayuda mientras intentaba procesar lo ocurrido.
Los padres de Nazareno fueron notificados apenas unos minutos después. Según Kiara, “están en shock”, una expresión que no alcanza a contener el nivel de devastación que implica recibir la noticia de una muerte tan brutal. “Me siento destruida”, añadió la amiga, consciente de que su relato forma parte del expediente judicial pero también de una experiencia personal que difícilmente consiga superar sin acompañamiento y tiempo.
Los investigadores, que llegaron al lugar poco después, comenzaron a reconstruir el episodio a partir de los testimonios y las primeras pruebas recolectadas. El entorno del kilómetro 8 de la Riccheri quedó rodeado de peritos, móviles policiales y efectivos que delimitaron la escena para analizar cada detalle. Según los informes preliminares, el disparo ingresó en la cabeza de la víctima, provocando una muerte prácticamente inmediata. No hubo tiempo para reanimaciones ni para maniobras médicas: la vida de Nazareno quedó truncada en el mismo lugar del ataque.
La investigación determinó también que los agresores parecían tener una edad similar a la de las víctimas o, incluso, podrían ser menores de 30 años. Ese dato, aportado por Kiara, podría convertirse en una pieza clave para elaborar retratos hablados o cotejar información con otros hechos delictivos registrados en la zona.
Nazareno Isern, según confirmaron fuentes del caso, vivía a pocos kilómetros de donde ocurrió el crimen. Familiares y allegados señalaron que era un joven tranquilo, sociable y querido en su círculo íntimo. A lo largo del día, las redes sociales se llenaron de mensajes que pedían justicia y expresaban dolor por su abrupta partida. “No puede ser que salir a caminar termine así”, escribió una amiga en una publicación que se replicó decenas de veces, evidenciando el impacto que generó su muerte.
El fiscal Fernando Semisa, a cargo del expediente, caratuló la causa como homicidio durante un robo, una figura penal que contempla la máxima gravedad dentro de los crímenes cometidos en contextos delictivos. Semisa ordenó el análisis de cámaras de seguridad de los alrededores, especialmente aquellas ubicadas en accesos y salidas de la autopista, donde se presume que los delincuentes podrían haber sido captados mientras huían.
También se solicitó un relevamiento puerta a puerta en las viviendas cercanas para determinar si algún vecino escuchó el disparo o vio movimientos sospechosos antes o después del ataque. En zonas con calles internas o pasajes, los ladrones suelen esconderse o dispersarse rápidamente, por lo que cada testimonio podría ser determinante para avanzar en la identificación.
Mientras tanto, fuentes policiales confirmaron que se detectaron huellas y otros indicios materiales en la escena, aunque todavía deben ser analizados por los laboratorios forenses. La bicicleta, principal objetivo del robo, nunca apareció, lo que refuerza la hipótesis de que los delincuentes la trasladaron consigo al escapar.
El caso también volvió a abrir el debate sobre la inseguridad en las zonas aledañas a la Riccheri, un corredor donde en los últimos años se registraron episodios similares, especialmente robos a ciclistas y peatones. Residentes y trabajadores de la zona sostienen que, pese a los patrullajes, los asaltos ocurren con una frecuencia preocupante. Muchos coinciden en que se trata de bandas que conocen de memoria los movimientos de los transeúntes y aprovechan los momentos de menor flujo vehicular para atacar.
El impacto social del crimen creció con el correr de las horas. Vecinos de la zona comenzaron a organizar una movilización para exigir más presencia policial, alumbrado y medidas preventivas. La muerte de Nazareno no solo puso de manifiesto una historia personal truncada, sino un problema que se repite con alarmante regularidad: jóvenes que caminan o andan en bicicleta se convierten en blanco de delincuentes armados que actúan con total impunidad.
En paralelo, los allegados del joven convocaron a una marcha para este fin de semana, con la consigna clara de pedir justicia y evitar que otro hecho similar vuelva a ocurrir. “No queremos que esto quede en nada”, expresó un familiar directo que prefirió no ser identificado. “Nazareno tenía toda una vida por delante. No es justo que terminar así sea apenas una estadística más.”
Mientras la investigación avanza, Kiara intenta reponerse del shock emocional. Su testimonio, aunque doloroso, se transformó en un elemento central para entender la mecánica del crimen. “No puedo sacarme de la cabeza ese momento”, confesó a su entorno más cercano. La joven deberá declarar nuevamente ante la fiscalía para ratificar sus dichos y aportar cualquier detalle adicional que pueda haber pasado por alto en su primera declaración debido al estado de conmoción en el que se encontraba.
La causa, según señalaron fuentes judiciales, podría avanzar rápidamente si se logra identificar a los agresores mediante registros fílmicos o si aparece algún testigo clave. Por el momento, se analizan movimientos sospechosos detectados en cámaras cercanas, y se estudian las posibles rutas de escape utilizadas por los delincuentes, que aprovecharon la oscuridad y los pasajes del barrio para desaparecer tras el ataque.
La comunidad sigue expectante. El nombre de Nazareno circula en redes, en conversaciones de vecinos, en medios locales. Su historia se convirtió en un símbolo más de lo que muchos describen como una problemática diaria que afecta a miles de personas que viven o transitan cerca de los accesos a la capital. Para los especialistas en seguridad consultados por los medios, la falta de iluminación, los extensos tramos peatonales y la ausencia de patrullaje fijo generan el escenario propicio para que se repitan episodios violentos como este.
Mientras tanto, su familia enfrenta el duelo más profundo. Amigos cercanos contaron que sus padres no encuentran consuelo y que la noticia los golpeó de una manera que resulta difícil describir. Perder a un hijo en circunstancias tan violentas es un dolor que pocos pueden dimensionar, y que muchos consideran injustificable desde cualquier perspectiva.
La pregunta que queda flotando, como en tantos otros crímenes similares, es por qué un paseo, un regreso tranquilo en bicicleta, puede convertirse en cuestión de vida o muerte en cuestión de segundos. La vida de Nazareno Isern se apagó de manera abrupta, dejando una estela de tristeza y desconcierto, mientras la justicia intenta encontrar a los responsables y una comunidad entera exige respuestas.