La publicación, que combinó ternura, nostalgia y desgarro, fue un recordatorio de cómo el amor maternal se convierte en una forma de resistencia ante la tragedia. Jimena continuó su mensaje con una reflexión sobre el vacío que deja la ausencia de su hija: “Trato de que no me invada la oscuridad este día, pero a veces no puedo porque está ahí, en tu ausencia, y se me caen todos los recuerdos de cada día desde ese miércoles tan feliz donde te escuché llorar por primera vez. Te amo, feliz cumple mi amor, Mumina de mami”.
El uso del diminutivo “Mumina”, con el que solía llamar a su hija, conmovió especialmente a los usuarios que comentaron la publicación. Muchos recordaron cómo, en cada aniversario, Jimena se aferra a sus recuerdos más dulces, como una forma de mantener viva la memoria de Ángeles más allá del horror.
Desde el crimen, Jimena Aduriz convirtió sus redes sociales en un espacio de memoria y reflexión, donde no solo comparte fotos y recuerdos de su hija, sino también mensajes de concientización sobre la violencia de género. Cada publicación suya se transforma en un acto de amor, pero también en un grito contra la impunidad, un llamado a no olvidar que el caso de Ángeles fue uno de los femicidios más resonantes de la última década.
Durante el último aniversario del crimen, en junio, Jimena también compartió un mensaje que reflejaba el mismo tono de tristeza y resiliencia. “Doce años y ayer. Doce años y todavía no entiendo nada. No te tengo hace 12 años, pero estos días tu ataúd pesa más y me permito descansar, llorándote y reviviendo cada pedacito de vida que vivimos juntas. Y te extraño y te amo, porque con una hija no existe el tiempo pasado o no debería existir”, escribió entonces.
Sus palabras, una mezcla de amor infinito y dolor perpetuo, generaron miles de reacciones. En ellas se refleja la lucha diaria de una madre que nunca dejó que el paso del tiempo diluyera la memoria de su hija. En cada mensaje, Jimena parece reconstruir con palabras lo que el crimen le arrebató, y transforma el dolor en un legado de amor y justicia.
El caso de Ángeles Rawson fue uno de los que sacudió profundamente a la opinión pública argentina. La adolescente desapareció el 10 de junio de 2013 y su cuerpo fue hallado al día siguiente en el predio del CEAMSE de José León Suárez. El hallazgo causó estupor y una inmediata movilización mediática y social.
Durante los días siguientes, la familia pidió ayuda para esclarecer lo sucedido. Fue entonces cuando surgió el nombre de Jorge Mangeri, el encargado del edificio donde vivía la joven. Su comportamiento, lleno de contradicciones, y una serie de pruebas forenses terminaron por señalarlo como el responsable del crimen. En 2015, fue condenado a prisión perpetua por abuso sexual y homicidio agravado.
Desde entonces, Jimena se ha mantenido firme, tanto en su búsqueda de justicia como en su tarea de mantener vivo el recuerdo de su hija. Con el paso de los años, se convirtió en una figura de referencia para otras madres que atravesaron situaciones similares, acompañando causas vinculadas a femicidios y compartiendo su experiencia en distintas actividades y marchas.
Pero más allá de su activismo, su dolor sigue intacto. Cada cumpleaños, cada aniversario, cada fecha especial es una herida que vuelve a abrirse. “Mañana sigo, mi Mumina. Hoy no. Hasta el cielo de las nubes, te amo, mi amor. Mami”, concluyó en su más reciente publicación, despidiéndose con el tono de ternura que siempre la caracterizó.
El mensaje de Jimena Aduriz no solo conmovió por su contenido emocional, sino también por lo que representa: la persistencia del amor maternal frente a la pérdida, la memoria que se niega a apagarse, el duelo que se transforma en resistencia. En un país donde las cifras de femicidios siguen siendo alarmantes, su historia recuerda que detrás de cada nombre hay una vida truncada, una familia destruida y una sociedad que no puede mirar hacia otro lado.
A lo largo de estos años, Jimena ha repetido una idea que sintetiza su sentir: “A mí me arrebataron el futuro, pero no me pueden arrebatar los recuerdos”. En esas palabras late el espíritu de una mujer que encontró en la memoria la manera de seguir caminando, aunque el dolor sea su compañero constante.
La publicación del cumpleaños número 29 de Ángeles fue un nuevo capítulo de esa historia que no cesa. En la imagen que compartió, se las ve sonrientes, unidas, reflejo de una conexión que ni la muerte pudo romper. Los comentarios de sus seguidores coincidieron en un mismo punto: la admiración por su fortaleza y la certeza de que el amor de una madre es eterno.
Aunque Jimena intenta cada año encontrar un poco de paz, sabe que el tiempo no cicatriza lo irreparable. En entrevistas pasadas, confesó que todavía escucha la voz de su hija, que su recuerdo aparece en pequeños gestos cotidianos: una canción, un aroma, una palabra. “A veces sueño con ella —dijo—, y en esos sueños la abrazo. Pero cuando despierto, el silencio es insoportable”.
El caso de Ángeles Rawson trascendió las páginas policiales para convertirse en un símbolo. Representa a las miles de jóvenes que fueron víctimas de la violencia machista y a las madres que, como Jimena, convirtieron su duelo en una bandera de lucha.
Cada publicación suya, cada mensaje en redes, cada palabra escrita desde el dolor, reaviva la memoria colectiva. Porque si algo enseña la historia de Ángeles es que el amor de una madre no se mide en años ni en distancias, sino en la fuerza con la que se resiste al olvido.
Y mientras el país sigue recordando aquel crimen que sacudió conciencias y marcó una época, Jimena Aduriz sigue escribiendo —día tras día— su propia manera de amar y de sobrevivir. Una madre que no calla, que no se rinde, y que cada 10 de junio o cada 15 de octubre, fecha en que su hija habría cumplido un año más, reafirma que la memoria también es una forma de justicia.
Porque aunque el tiempo avance, el corazón de Jimena sigue detenido en aquel día de 2013. Y cada mensaje, cada palabra, cada foto que comparte es una manera de decirle al mundo que Ángeles Rawson sigue viva en su recuerdo, en su lucha y en el amor eterno de su madre.