Las condenas del fallo
El Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N° 2 de Zárate-Campana, integrado por Lucía María Leiro, Daniel Rópolo y Mariano Aguilar, condenó al joven por “homicidio agravado por haber sido cometido por un hombre contra una mujer mediando violencia de género y desobediencia a la autoridad”. También lo halló culpable de "abuso sexual con acceso carnal gravemente ultrajante y agravado por haber sido cometido por dos o más personas y abuso sexual en concurso real con el delito de privación ilegítima de la libertad y agravado por haber sido la víctima su pareja, todos hechos en concurso real entre sí".
Su padre fue declarado coautor de encubrimiento agravado, abuso sexual con acceso carnal agravado por haber sido cometido por dos o más personas y tenencia de arma de fuego de uso civil, y recibió una pena de 18 años de prisión. Su madre fue condenada a 17 años, sin el agravante por la tenencia de arma.
De acuerdo con la investigación de la fiscal Ana Laura Brizuela, Alejandra ingresó a la casa de Chiminelli cerca de las 17.30. Allí discutieron, y él la atacó físicamente. A las 18.23 llegó el padre del agresor y a las 19.20, la madre. Según la acusación, cuando ambos arribaron la víctima seguía con vida y los tres realizaron maniobras para “procurar impunidad”.
Uno de los ejes centrales del debate fue el encubrimiento familiar, ya que el Código Penal argentino no castiga esa figura cuando la comete un ascendiente, descendiente o cónyuge del autor. Sin embargo, el tribunal consideró que los padres traspasaron ese límite y participaron activamente del ocultamiento.
El testimonio de la hermana de Alejandra
“El crimen no ocurrió en soledad. Esa noche, en esa casa, había adultos. Personas que escucharon, que vieron, que sabían. Personas que no hicieron nada. Que no llamaron a la Policía. Que no protegieron a Alejandra. Que negaron su humanidad. Que intentaron encubrir lo que pasó”, declaró durante el juicio Ana Abbondanza, hermana de la víctima. Y agregó: “El silencio también mata. La indiferencia también es cómplice”.
En otro tramo de su testimonio, pidió: “Escuchen el grito que no pudo dar mi hermana. Alejandra era madre, compañera, hermana e hija. Su hija hoy crece sin ella. Nuestra familia quedó rota. Estoy entera, pero herida, para pedir que no nos condenen al olvido”.
El encubrimiento
La desaparición de Alejandra se conoció rápidamente en el barrio. A la 1.25 del 17 de septiembre su hermana hizo la denuncia. Horas después, las cámaras de seguridad mostraron que había pasado frente a la casa de los Chiminelli. Mientras los operativos se concentraban en la zona, Liliana Sánchez, la madre del agresor, observaba todo desde la vereda.
Durante la investigación, intentó desviar la atención al asegurar que el garaje donde se hallaron rastros pertenecía a otra vivienda y mintió al declarar que el galpón donde ocurrió el crimen era alquilado.
Según la Justicia, Agustín no habría podido trasladar solo el cuerpo de la víctima por la angosta escalera hacia la terraza, donde intentó incinerarlo en una parrilla para eliminar rastros.