La desesperación de la familia quedó expuesta en los testimonios que recogieron las autoridades. El primer aviso llegó de la mano de un trabajador metalúrgico que circulaba por la zona conocida como Negro Muerto. Al observar que algo anormal sucedía y no ver a la familia regresar a tierra, el hombre se dirigió rápidamente a la Comisaría 20 para realizar la denuncia. El aviso activó de inmediato el protocolo de búsqueda, que comenzó alrededor de las 16:15 con la participación de la Brigada Rural, Prefectura Naval Argentina y los bomberos voluntarios.
El inicio del operativo estuvo marcado por la urgencia y por la esperanza de encontrarlos con vida, aunque con el correr de las horas esa posibilidad comenzó a diluirse. Las primeras tareas se llevaron a cabo en la zona costera de Conesa, un sector frecuentado por pescadores y familias locales. Sin embargo, a pesar de los rastrillajes iniciales, no se obtuvieron resultados concretos durante la primera tarde de búsqueda. La falta de avances llevó a las autoridades a ampliar el operativo durante las jornadas siguientes.
Tras la ausencia de señales claras, las fuerzas decidieron incorporar más recursos, tanto humanos como tecnológicos. El lunes, la participación del Cuerpo de Criminalística de la Policía de Río Negro fue determinante: aportaron un drone especializado que permitió sobrevolar áreas de difícil acceso visual y detectar alteraciones en la superficie del agua. Gracias a este recurso fue posible avistar el primer cuerpo, que apareció flotando cerca de una zona de remanso. Ese hallazgo permitió orientar el resto del operativo hacia sectores donde las corrientes suelen acumular objetos o cuerpos después de episodios de arrastre.
Con el paso de las horas, los equipos lograron recuperar primero el cuerpo de Jacobo, el padre, y luego el de Ana, la adolescente. Ambos presentaban características compatibles con una muerte por inmersión, sin indicios de violencia externa. Esto llevó a los investigadores a descartar desde un comienzo la intervención de terceros. La prioridad pasó entonces a ser encontrar a David, cuyo paradero seguía siendo incierto debido a que la corriente había desplazado su cuerpo a mayor distancia.
La tensión emocional dentro de la colonia se intensificó conforme avanzaban los días sin resultados definitivos. Los miembros de la comunidad menonita, conocidos por su manera austera, reservada y profundamente espiritual de vivir, se mantuvieron presentes en el lugar, acompañando a los rescatistas en silencio y brindando apoyo logístico cuando fue necesario. La familia Neufeld había llegado recientemente al Valle Medio procedente de La Pampa, donde formaban parte de la Colonia Menonita de Guatraché. Su arribo había sido parte de un traslado acordado por el grupo para expandir su actividad productiva en tierras rionegrinas.
La comunidad, caracterizada por su fuerte cohesión y sus valores tradicionales, recibió la noticia del hallazgo de David con una mezcla de alivio y devastación. Para ellos, recuperar el cuerpo del joven era un paso indispensable para poder realizar los rituales funerarios según sus costumbres ancestrales. Un miembro de la colonia expresó en voz baja a los medios locales que la familia “solo necesitaba encontrarlos para poder despedirlos como corresponde y dar cierre a este sufrimiento”.
Una vez completado el operativo, las autoridades confirmaron que ninguno de los cuerpos presentaba signos de criminalidad, por lo que se decidió omitir la autopsia y proceder a la entrega inmediata a sus seres queridos. Esa resolución fue tomada teniendo en cuenta tanto los informes médicos preliminares como las particularidades culturales del grupo menonita, que prioriza el entierro rápido de sus fallecidos siguiendo un estricto protocolo interno.
El desenlace de esta tragedia deja abierta una reflexión más amplia sobre los cuidados necesarios en zonas de ríos que, aunque parezcan seguros, pueden convertirse en escenarios extremadamente riesgosos por condiciones que no siempre son visibles. En distintos sectores del río Negro, especialistas han advertido en numerosas oportunidades que la presencia de pozones profundos, remolinos y cambios repentinos en la corriente puede generar situaciones peligrosas incluso para nadadores experimentados. En este caso particular, la combinación de un cauce impredecible y una reacción desesperada por salvar a un ser querido terminó desencadenando el peor resultado posible.
Para las autoridades, este episodio también representa un llamado a reforzar los mecanismos de prevención y señalización en áreas frecuentadas por familias y trabajadores rurales. La ausencia de advertencias claras sobre los peligros de ciertas zonas contribuye a que hechos como este se repitan con dolorosa frecuencia. Funcionarios locales indicaron que se evaluarán medidas para mejorar la seguridad en los márgenes del río, especialmente en sectores donde la corriente suele intensificarse sin aviso.
Mientras tanto, en la Colonia Menonita de Guatraché el duelo se extiende silenciosamente. La comunidad, que se caracteriza por su discreción y su vida centrada en el trabajo y la fe, se encuentra atravesando uno de los momentos más dolorosos desde su llegada a la región. Los restos de Jacobo, Ana y David Neufeld ya descansan en el cementerio reservado para los miembros del grupo, donde los rituales se desarrollaron de acuerdo con sus normas tradicionales y lejos de la exposición pública.
El caso de la familia Neufeld no solo dejó una marca profunda en la colectividad menonita, sino también en los habitantes de Río Negro y La Pampa que siguieron cada novedad del operativo con empatía y preocupación. La historia, cargada de humanidad, refleja al mismo tiempo la fragilidad de la vida y el valor del sacrificio familiar: un padre que se arroja al agua por su hija, un hermano que intenta sostener a ambos y un destino trágico que los unió hasta el final.