Una historia marcada por la enfermedad mental
De acuerdo con medios estadounidenses, Jeremy Koch estaba en tratamiento psiquiátrico desde 2009. Había sido diagnosticado con depresión severa, y su cuadro se había agravado de forma notoria en el último año. En los días previos a la tragedia, Jeremy había sido internado nuevamente en un centro de salud mental.
El jueves anterior a los hechos, Bailey compartió una publicación en Facebook donde revelaba la situación de su esposo. En su mensaje, pedía oraciones para que Jeremy pudiera estar presente en la graduación de Hudson. Lo hizo con palabras cargadas de esperanza:
“Nuestros hijos están viviendo una vida plena, y por eso estamos agradecidos. Por favor, recen para que Jeremy pueda estar con nosotros el sábado para la graduación de preparatoria de nuestro hijo mayor. Los queremos mucho. Y GRACIAS por apoyarnos y compartir nuestra historia”.
Pero ese sábado, en lugar de fotos familiares con diplomas y sonrisas, la policía encontró los cuerpos de Jeremy, Bailey, Hudson y Asher sin vida.
Una advertencia ignorada
La investigación preliminar sostiene que Jeremy apuñaló a su esposa y a sus hijos mientras dormían, para luego quitarse la vida. El reporte forense está en proceso, pero las pruebas en la escena respaldan esa hipótesis. El arma homicida fue encontrada en el lugar, y no hay indicios de la participación de terceros.
Además, existe un antecedente alarmante que, de haberse tomado con mayor seriedad, podría haber cambiado el desenlace. Semanas antes de la tragedia, Bailey había relatado un episodio escalofriante: en plena madrugada, se despertó y encontró a su esposo de pie junto a la cama, sosteniendo un cuchillo. Bailey logró calmarlo y convencerlo de internarse, pero no ocultó su desesperanza ante la ineficacia de los tratamientos.
En una campaña de GoFundMe lanzada días antes de la tragedia, escribió:
“La enfermedad mental me está arrebatando a mi esposo, y les ruego que abran los ojos y vean la realidad de la crisis de salud mental de esta sociedad”.
Un grito desesperado no atendido
Las palabras de Bailey, ahora leídas con el peso del final que tuvo la historia, se convierten en un grito desesperado de ayuda que nunca fue respondido con la urgencia necesaria. En su entorno íntimo, Bailey había advertido que los tratamientos psiquiátricos “no estaban funcionando”, y que su esposo ya no era el mismo hombre con quien había formado una familia.
El sistema de salud mental en Estados Unidos, especialmente en zonas rurales como partes de Nebraska, enfrenta graves falencias en cobertura, atención y seguimiento de casos complejos. Jeremy había estado internado al menos dos veces en los últimos meses, pero era dado de alta rápidamente por “falta de riesgo inminente”, según testimonios de allegados.
El dolor de un padre y abuelo
El hallazgo de los cuerpos corrió por cuenta de Lane Kugler, padre de Bailey y abuelo de los jóvenes fallecidos. Fue él quien se acercó a la casa tras no recibir noticias, y quien dio aviso a la policía.
En una carta abierta publicada en redes sociales, Lane expresó la magnitud del horror que presenció:
“Lo que vi me atormentará el resto de mi vida. Ver a mi hija y a mis nietos en esa condición es algo que nadie debería experimentar”.
Y agregó, haciendo una distinción clara entre Jeremy y la enfermedad que lo dominaba:
“Jeremy llevaba muchísimos años luchando contra una enfermedad mental. Su depresión se había convertido en psicosis. No fue Jeremy quien cometió este acto atroz. Fue una mente enferma”.
¿Cuántas señales más hacen falta?
El caso de la familia Koch no es aislado. Cada año, miles de personas con enfermedades mentales graves no reciben atención suficiente, y muchas veces el desenlace es trágico. En Estados Unidos, se estima que al menos uno de cada cinco adultos sufre algún tipo de enfermedad mental, pero apenas una fracción accede a tratamientos prolongados y efectivos.
Los costos, la falta de profesionales, el estigma social y la burocracia en los seguros médicos dificultan que personas como Jeremy reciban el seguimiento intensivo que necesitan. Para muchos familiares, como Bailey, la lucha es doble: deben sostener emocional y económicamente a sus seres queridos mientras intentan navegar un sistema lleno de trabas.
La comunidad responde con dolor y reflexión
El pequeño pueblo de Nebraska donde ocurrió la tragedia organizó una vigilia en memoria de los Koch. Más de 300 personas asistieron al evento, encendiendo velas y dejando mensajes en un mural comunitario. Entre los mensajes, se repetía una idea: “Que esto no vuelva a pasar”.
Varios vecinos se manifestaron a favor de que se cree un fondo local para mejorar el acceso a salud mental en la zona, mientras que organizaciones estatales ya iniciaron campañas de concientización.
Una familia querida, una historia que duele
Los Koch eran descritos como una familia activa, amable y participativa. Bailey trabajaba como maestra, y sus hijos eran conocidos en la escuela por su buen desempeño académico y deportivo. Jeremy, por su parte, había trabajado como técnico informático antes de que su condición mental lo obligara a dejar de trabajar.
El caso se convirtió en noticia nacional, no solo por el horror del hecho en sí, sino por lo que representa: una señal de alarma sobre una crisis silenciosa pero letal, que atraviesa miles de hogares sin hacer ruido, hasta que es demasiado tarde.