UN CRIMEN SALVAJE

La poda de la parra de Ricardo Barreda reabre la memoria de un crimen que conmocionó al país

Antes de cometer el crimen que lo marcaría para siempre, Ricardo Barreda había anunciado que se iba a podar la parra de su casa. Más de 30 años después, hay cambios en la casa en donde el odontólogo mató a su esposa, sus hijas y su suegra.

La poda de la parra de Ricardo Barreda reabre la memoria de un crimen que conmocionó al país

En el corazón de La Plata, la vieja casona ubicada en la calle 48 entre 11 y 12 volvió a ser noticia. Esta vez, no por un hecho policial, sino por un gesto simbólico: la poda de la famosa parra del patio, aquella que quedó marcada para siempre en una de las frases más siniestras de la crónica criminal argentina.

“Me voy a podar la parra”, dijo Ricardo Barreda el domingo 15 de noviembre de 1992. Tijera en mano, salió al patio de su casa con la intención —al menos aparente— de podar una planta que le molestaba. Un rato antes había estado sacando telarañas del techo de la casa, fastidiado por la suciedad acumulada. Pero ese gesto doméstico fue la antesala de una masacre que estremecería al país.

Según relató el propio Barreda ante la Justicia, fue en ese contexto cuando su hija Cecilia —de 26 años, odontóloga como él— le lanzó una frase cargada de sarcasmo: “Parece que Conchita se levantó temprano y se puso a trabajar”. Conchita era el apodo peyorativo que, según él, su familia usaba para burlarse de su actitud servicial en la casa.

Esa escena familiar, banal en apariencia, fue el desencadenante de uno de los crímenes más brutales de los que se tenga memoria: el asesinato de su esposa, sus dos hijas y su suegra.

En las últimas semanas, la mítica casa comenzó a mostrar señales de transformación. Se cambiaron baldosas en la vereda, se realizaron tareas de limpieza y se modificaron algunos elementos de la fachada. En ese marco, los vecinos notaron un detalle particular: ramas gruesas y retorcidas, similares a las de una parra, aparecieron cortadas cerca del frente de la propiedad.

Para quienes conocen la historia, no se trata de una poda más. La parra de Barreda se convirtió, con los años, en un símbolo del horror. Fue mencionada en decenas de crónicas, libros y documentales como el objeto que introdujo —de forma casi metafórica— el inicio de la tragedia.