Aunque se trata de un diagnóstico poco común, suele estar vinculado a personas que ya presentan antecedentes de trastornos psiquiátricos o traumas emocionales profundos. También se asocia al consumo de medicamentos psicotrópicos, depresión severa o situaciones de estrés extremo.
En el caso de Leguizamón, los peritos confirmaron que se encontraba bajo tratamiento psiquiátrico y consumía medicamentos recetados. Por eso, los investigadores no descartan que haya atravesado un episodio de descompensación mental al momento del crimen.
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Desde la Justicia aún se espera el resultado de los estudios toxicológicos e histopatológicos, claves para determinar si hubo consumo de alguna sustancia adicional o alteración química que haya desencadenado el brote.
En tanto, diversos medios ya comenzaron a explorar el perfil psicológico de la asesina, en busca de comprender cómo una madre pudo cometer semejante atrocidad. La falta de tratamiento adecuado, el estigma social en torno a la salud mental y la ausencia de redes de contención aparecen como factores agravantes en una historia que expone una problemática silenciosa.
Por el momento, la causa sigue bajo la órbita del Ministerio Público Fiscal, que intenta determinar con precisión qué motivó a Laura Leguizamón a cometer uno de los crímenes más estremecedores del año.