El secuestro de Jayme Closs estremeció a Estados Unidos. Luego de presenciar el asesinato de sus padres, la joven de 13 años fue raptada en su propia casa en Barron, Wisconsin. Durante 88 días, su paradero fue un misterio.
Luego de presenciar el asesinato de sus padres, la joven de 13 años fue raptada en su propia casa en Barron, Wisconsin. Durante 88 días, su paradero fue un misterio.
El secuestro de Jayme Closs estremeció a Estados Unidos. Luego de presenciar el asesinato de sus padres, la joven de 13 años fue raptada en su propia casa en Barron, Wisconsin. Durante 88 días, su paradero fue un misterio.
Hasta que, el 10 de enero de 2019, ocurrió lo inesperado: Jayme logró escapar y pedir ayuda. Una mujer que paseaba a su perro la reconoció y, en cuestión de minutos, su calvario terminó.
El 15 de octubre de 2018, Jake Thomas Patterson decidió ejecutar el plan que había ideado durante más de un año: secuestrar a Jayme Closs. El hombre la había visto por casualidad en una parada de autobús y, desde ese momento, comenzó a obsesionarse con la idea de raptarla.
Sabía que debía hacerlo con precisión. Limpió una escopeta de su padre, se afeitó la cabeza para no dejar rastros y se puso un pasamontañas. Cuando llegó a la casa de la familia Closs, Jane Closs, el padre de Jayme, abrió la puerta y le pidió que se identificara. Sin dudarlo, Patterson le disparó en la cabeza.
Tras asesinar al hombre, disparó contra el picaporte para entrar a la casa. Adentro, Jayme y su madre, Denise, se habían refugiado en el baño. Denise logró llamar al 911, pero no hubo tiempo suficiente para que la ayuda llegara.
Patterson irrumpió en la habitación, ató a Jayme con cinta adhesiva y ejecutó a su madre frente a sus ojos. Luego, la arrastró hasta el automóvil, la metió en el maletero y desapareció en la oscuridad.
Cuatro minutos después de la llamada al 911, la policía llegó a la casa. El escenario era desgarrador: los cuerpos de los padres de Jayme estaban en el suelo, con impactos de bala en la cabeza y charcos de sangre alrededor.
Los agentes intentaron reconstruir lo sucedido, pero no encontraron rastros de la adolescente. La comunidad de Barron quedó conmocionada y se activó una búsqueda masiva.
En las siguientes semanas, la policía recibió más de 2.000 pistas. Se ofreció una recompensa para quien pudiera proporcionar información clave, pero ningún indicio llevó hasta Patterson.
Mientras tanto, Jayme estaba cautiva en una cabaña aislada en Gordon, Wisconsin.
Desde el primer momento, Patterson impuso un régimen de control absoluto sobre Jayme. Para evitar que escapara, la obligaba a esconderse debajo de su cama cuando alguien se acercaba a la cabaña.
Cada vez que él salía, ponía pesadas cajas, ropa y objetos encima de ella, de modo que si intentaba moverse, todo se desplomaría. También la amenazaba de muerte si desobedecía.
Pero no se conformó solo con encierros y amenazas. En una ocasión, la golpeó en la cara con fuerza porque creyó que había intentado escapar. El miedo era su herramienta de control.
Sin embargo, Jayme nunca perdió la esperanza de huir.
El 10 de enero de 2019, Patterson salió de la casa por unas horas. Era la oportunidad perfecta.
Con determinación, Jayme logró quitarse de encima los objetos que la aprisionaban y salió corriendo sin mirar atrás.
A pesar del frío y del miedo, siguió avanzando hasta que, en un camino cercano, se cruzó con una mujer que paseaba a su perro. La mujer la reconoció de inmediato, pues su caso había sido ampliamente difundido en los medios.
Sin perder tiempo, la llevó a la casa de una vecina y llamaron a la policía.
Jayme había logrado lo impensado: sobrevivir y escapar de su captor.
Poco después de que Jayme fuera puesta a salvo, la policía localizó a Jake Patterson en su vehículo. No intentó huir ni resistirse, simplemente admitió todo.
Fue arrestado y, en mayo de 2019, condenado a dos cadenas perpetuas sin posibilidad de libertad condicional.
Jayme Closs, con una valentía impresionante, pudo recuperar su vida y regresar con sus seres queridos.
Su historia sigue siendo un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el instinto de supervivencia puede ser más fuerte que el miedo.