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Revelaron la suma millonaria que Lara le habría robado a Pequeño J

En las últimas horas, una nueva figura emergió con fuerza en la investigación del triple crimen de Florencio Varela, un caso que conmovió al país por la brutalidad de los hechos y el entramado criminal que se fue desnudando a medida que avanzaban las pesquisas. Se trata de “El Gordo Dylan”, un hombre que aparece en la fotografía clave en la que también se ve a “Pequeño J” —identificado como Tony Janzen Valverde Victoriano— y a Lara Gutiérrez, una de las jóvenes víctimas del múltiple asesinato.

Revelaron la suma millonaria que Lara le habría robado a Pequeño J

En las últimas horas, una nueva figura emergió con fuerza en la investigación del triple crimen de Florencio Varela, un caso que conmovió al país por la brutalidad de los hechos y el entramado criminal que se fue desnudando a medida que avanzaban las pesquisas. Se trata de “El Gordo Dylan”, un hombre que aparece en la fotografía clave en la que también se ve a “Pequeño J” —identificado como Tony Janzen Valverde Victoriano— y a Lara Gutiérrez, una de las jóvenes víctimas del múltiple asesinato.

Según revelaron fuentes periodísticas y judiciales, Dylan no sería un mero testigo o allegado, sino que habría tenido un rol determinante en la cadena de hechos que, finalmente, desembocaron en la tortura y ejecución de Brenda del Castillo (20), Morena Verdi (17) y Lara Gutiérrez (15). De acuerdo con la información difundida por el periodista Gustavo Carabajal, el “Gordo Dylan” habría utilizado a su pareja para robarle una importante suma de dinero al líder narco del grupo.

Carabajal aseguró en televisión que “en el barrio cuentan que se robaron 50 mil dólares”, aunque advirtió que esta información “no está incorporada formalmente en la causa”. No obstante, el dato corre con fuerza entre los investigadores y podría explicar uno de los móviles más potentes del crimen.

Según esta versión, Dylan habría enviado a Lara Gutiérrez a robarle directamente a “Pequeño J”, quien era el líder operativo de la banda narco que operaba en la zona. Con el dinero sustraído, el “Gordo Dylan” habría adquirido un departamento en el bloque 17 de los monoblocks de La Tablada, una zona conocida por su alta conflictividad y por la presencia de organizaciones criminales dedicadas al narcomenudeo.

La posibilidad de que la traición interna haya detonado una sangrienta venganza es cada vez más firme para los investigadores. Si esta hipótesis se confirma, Dylan no solo pasaría a estar implicado en el robo, sino también en la cadena causal que llevó al brutal desenlace ocurrido en la vivienda donde las tres jóvenes fueron torturadas y asesinadas.

El rol del “Gordo Dylan” en la trama del crimen no termina ahí. Otra línea de investigación sugiere que “Pequeño J” y Lara Gutiérrez mantenían un vínculo previo, anterior incluso a la relación sentimental que la adolescente había comenzado con Dylan. Este dato podría aclararse con el análisis de los teléfonos celulares, mensajes y redes sociales secuestrados por la Justicia. Los investigadores consideran que las comunicaciones entre Lara y el líder narco podrían revelar si existió una traición planificada, un doble juego o una venganza personal.

Si la Justicia logra establecer la participación activa de Dylan, pasaría a integrar la lista de prófugos que ya encabezan otros miembros de la organización, convirtiéndose en una pieza fundamental para entender los motivos que desembocaron en uno de los crímenes más estremecedores de los últimos años.

Mientras tanto, la Justicia mantiene un operativo de búsqueda nacional e internacional para dar con tres prófugos de nacionalidad peruana que habrían tenido participación directa en la masacre.

El primero de ellos es conocido como “El loco David” o “El Tarta”, un hombre de 45 años nacido en Trujillo, Perú. Es primo de “Pequeño J” y, según los testimonios recogidos, fue visto regresando al vehículo con la ropa embarrada, un detalle que para los investigadores podría indicar que estuvo en la escena del crimen. Además, algunas hipótesis señalan que podría no ser simplemente un colaborador, sino incluso el verdadero líder de la organización narco, utilizando a “Pequeño J” como figura visible para desviar la atención.

El segundo prófugo es apodado “Papá”, de 39 años, también oriundo de Trujillo. Registra ocho ingresos a la Argentina entre 2011 y 2025, lo que para la Justicia denota una actividad prolongada en el país, posiblemente vinculada a redes criminales. Por su edad, experiencia y vínculos, se presume que “Papá” podría ocupar un rol de liderazgo estratégico dentro de la banda, siendo quien coordinaba movimientos, ingresos y operaciones más amplias.

El tercer fugitivo es “Alex”, identificado como el propietario del Volkswagen Fox blanco que fue utilizado durante el triple crimen. Este vehículo es una pieza clave en la reconstrucción de la secuencia de hechos: fue visto por cámaras de seguridad en los alrededores de la vivienda donde las jóvenes fueron secuestradas, y habría servido para el traslado de personas y elementos logísticos.

Las autoridades creen que “El Tarta”, “Papá” y “Alex” abandonaron el país poco después del crimen, en compañía de “Pequeño J” y de su presunto ladero, Matías Ozorio. Esta fuga organizada demuestra la estructura y los recursos con los que cuenta la banda, así como la planificación previa que acompañó los hechos.

En este contexto, la figura de “Gordo Dylan” adquiere un peso especial. A diferencia de los demás, no sería un miembro tradicional de la banda narco, sino un actor que se movía en la periferia, aprovechando su cercanía afectiva con una de las víctimas para orquestar un robo millonario que desató una tormenta interna. Su rol mezcla elementos del delito común, la traición personal y la inserción en un entramado criminal, lo que complica aún más el rompecabezas judicial.

Además, la imagen en la que aparece junto a “Pequeño J” y Lara Gutiérrez se transformó en un elemento simbólico y probatorio clave: allí están los tres vértices de una historia que combina dinero, drogas, celos, traiciones y muerte.

Para los investigadores, cada nuevo testimonio y evidencia digital aporta piezas esenciales. En particular, esperan que el análisis de mensajes, audios y redes sociales revele quién planeó qué, en qué momento y con qué objetivos. Si se confirma que Dylan ordenó o incentivó el robo, podría enfrentar cargos que van desde asociación ilícita hasta coautoría de homicidio.

Mientras tanto, la población de Florencio Varela observa con asombro y temor cómo se desgrana la trama de un crimen que expuso la existencia de una estructura narco bien instalada, con ramificaciones familiares y vínculos barriales, donde las traiciones internas pueden pagarse con sangre.

La Justicia argentina, en colaboración con agencias internacionales, ha intensificado la búsqueda de los prófugos y no descarta que algunos se encuentren ocultos en países limítrofes, aprovechando rutas de fuga previamente planificadas. Las alertas migratorias ya fueron activadas y se analizan movimientos en pasos fronterizos no oficiales, algo habitual en organizaciones que operan en el tráfico de drogas.

El caso del triple crimen de Florencio Varela se ha convertido en un espejo inquietante de las disputas internas dentro de las bandas narcocriminales, donde la combinación de dinero, poder y relaciones personales puede desembocar en hechos de extrema violencia.

En este entramado, la figura del “Gordo Dylan” podría ser el eslabón que permita comprender el desencadenante de la masacre: un robo millonario, una relación sentimental cruzada y una organización que no perdona la traición.