La detención comenzó a gestarse cuando una empleada del hotel reconoció a Laurta y al niño tras ver las imágenes difundidas por los medios. “Me mandó una captura y me dijo: ‘Esa gente la tenemos nosotros acá’. Vivo cerca y fui al hotel rápidamente. Cuando llegué, entré junto con dos policías de civil que nos mostraron la foto del buscado“, relató. Este momento fue decisivo: gracias a la rápida reacción del personal, la policía pudo montar un operativo discreto y certero.
Dentro del hotel, la escena se cargó de tensión cuando los agentes decidieron actuar. “Cuando el policía le dice a Brisa que se quede con el nene, ella lo abraza y lo contiene. El chico nos preguntó angustiado: ‘¿Por qué le están haciendo eso a mi papá?’”, reveló el encargado. La reacción del menor evidenció que desconocía la gravedad de la situación, lo que obligó al personal a intervenir con sensibilidad para contenerlo emocionalmente.
La detención de Laurta fue rápida y sin resistencia armada, pero no estuvo exenta de momentos dramáticos. “Los policías se identificaron y todo fue muy rápido. Lo redujeron en el hall del hotel. Cuando lo sacan para afuera y lo ponen en el piso, se descompensa y empieza a convulsionar. Tuvimos que llamar a la emergencia, que lo retiró en una silla de ruedas acompañado por la policía”, relató. Este episodio generó un gran revuelo entre los presentes, quienes no esperaban un desenlace tan abrupto en cuestión de minutos.
La escena dentro del hotel fue el resultado de una investigación que venía siguiendo los pasos de Laurta desde hacía varios días. Las autoridades ya contaban con información sobre su posible paradero en Gualeguaychú, y la extensión del horario de salida fue la pista final que permitió organizar el operativo en el momento justo. La reserva del remis programada para la tarde también fue clave, ya que indicaba que planeaba irse sin dejar rastros, evitando terminales públicas o lugares donde pudiera ser reconocido.
El encargado, al reconstruir esos momentos, remarcó que en ningún momento el personal había sospechado de él antes de la alerta policial. “No hubo comportamientos extraños, no hubo pedidos raros. Fue un huésped más. Si no me mandaban la foto, no nos dábamos cuenta”, afirmó. Su testimonio refleja cómo, en casos de personas buscadas, el comportamiento cotidiano y aparentemente tranquilo puede convertirse en una estrategia efectiva para pasar inadvertido, al menos por un tiempo.
También destacó el profesionalismo del personal del hotel al actuar sin generar pánico entre los demás huéspedes. “No hicimos ningún movimiento brusco ni alertamos a nadie. Entramos con la policía de civil para no llamar la atención y evitar que él se escapara por otra salida”, explicó. Esta decisión fue crucial para que el operativo se desarrollara sin complicaciones ni enfrentamientos.
En medio del procedimiento, la figura del niño volvió a ser central. El encargado contó que Brisa, la mujer que acompañaba a Laurta, fue quien contuvo al menor mientras la policía actuaba. “Ella lo abrazó fuerte y trató de tranquilizarlo. Se notaba que el nene estaba muy confundido y angustiado. Preguntaba todo el tiempo qué pasaba”, relató. Este detalle humano evidencia la dimensión emocional de la escena, más allá del aspecto policial.
Una vez reducido, Laurta fue trasladado al exterior, donde se descompensó y comenzó a convulsionar. “Lo acostaron en el suelo, y ahí fue que llamamos a la emergencia médica. Llegaron rápido y lo sacaron en una silla de ruedas”, detalló el encargado. Las convulsiones provocaron preocupación tanto en la policía como en el personal médico, aunque finalmente pudo ser estabilizado. Su estado de salud fue controlado antes de continuar con el traslado a la comisaría, donde quedó a disposición de la Justicia.
El operativo generó gran repercusión en la ciudad de Gualeguaychú. Vecinos que se encontraban cerca del hotel se acercaron al lugar al ver el despliegue policial, y algunos grabaron videos con sus teléfonos celulares que rápidamente comenzaron a circular por redes sociales. El caso se transformó en el centro de atención local, ya que pocos imaginaban que un prófugo podía haberse escondido en un hotel céntrico de manera tan abierta.
Fuentes policiales confirmaron que la captura de Laurta era prioritaria, y que se había montado un seguimiento de sus movimientos desde días atrás. La reserva de hotel realizada por teléfono fue un punto de partida importante para ubicarlo. “Una vez que tuvimos el dato de la ciudad, se hicieron chequeos en alojamientos y eso nos llevó a confirmar que estaba ahí”, indicó un vocero policial. La colaboración del sector hotelero resultó fundamental para concretar la detención sin incidentes mayores.
El caso vuelve a poner en primer plano la importancia de la cooperación entre ciudadanos, empresas privadas y fuerzas de seguridad para ubicar y detener a personas buscadas. En este operativo, una simple observación de una empleada fue determinante para evitar la fuga. De no haberse detectado a tiempo, es probable que Laurta hubiera abandonado la ciudad el mismo domingo por la tarde.
Mientras tanto, el menor quedó bajo contención de profesionales y autoridades competentes, a la espera de las decisiones judiciales correspondientes. La escena en la que preguntó “por qué le están haciendo eso a mi papá” quedó grabada en la memoria del personal, que vivió una jornada intensa y emocionalmente exigente. “Nunca pensamos que íbamos a estar en medio de algo así. Actuamos como pudimos y por suerte todo salió bien”, concluyó el encargado.
La investigación judicial continúa para esclarecer los hechos que rodean a Laurta y su situación legal. La rápida detección, el accionar coordinado de la policía y la colaboración del personal del hotel fueron claves para cerrar un episodio que podría haber terminado de otra manera si el prófugo lograba escapar nuevamente.