La clave fue el despliegue territorial (del positivo y el del "aparato") y una boleta que evitó ruidos nacionales. Mientras otros forcejeaban con la imagen de Milei, los hermanos Valdés hablaban de gestión y provincializó 100% el debate; apenas sobre el final se mostró con otras figuras (críticas) nacionales.
Resultado: casi 52% y un sillón asegurado hasta 2029.
2. Perdió la estrategia de Karina Milei y los Menem
La Libertad Avanza quedó cuarta, con menos del 10%. El experimento de Karina y los Menem de construir estructura a las patadas —poner candidatos propios donde no tienen ni fiscales— volvió a hacer agua. Ya había pasado parecido en otros distritos pero acá fue peor: en Salta por ejemplo, llevaron marca propia e hicieron una buena elección en la Capital. En cambio acá, fue un desastre incluso en los grandes centros urbanos.
Lisandro Almirón, el elegido libertario, no despegó ni con Milei en modo holograma. En Corrientes, la marca presidencial no traccionó votos como se esperaba, al menos en la elección provincial. ¿Significa eso que los correntinos le van a dar la espalada a Milei en la Nacional? En absoluto. Una cosa es el plato principal y otra el postre.
3. El peronismo se hundió sin salvavidas
Martín “Tincho” Ascúa, el candidato peronista, arañó el 20%. El partido había estado intervenido desde la conducción nacional (léase Cristina) y tuvo elecciones internas en marzo.
A pesar del reperfilamiento, no le fue bien. El principal dirigente del peronismo correntino (el actual senador Camau Espínola) fue con Valdés. Por lo tanto, la fuerza del partido se dividió. Ascúa salió segundo (dirán que no es poco algunos peronistas), pero aspiraba a entrar a una segunda vuelta que no sucedió.
Quedó además muy cerca de Ricardo Colombi, caudillo provincial que esta vez fue por separado del oficialismo y ansiaba volver.
En una provincia donde alguna vez el peronismo disputó de igual a igual, hoy sobrevive muy golpeado y dividido. El candidato fue un opositor duro y no funcionó.
4. Gustavo Valdés se proyecta y arma desde Corrientes
El que sale fortalecido nacionalmente no es el gobernador electo, sino el saliente.
Gustavo Valdés entrega la banda a su hermano pero retiene el control de la maquinaria política y gana margen para jugar en ligas mayores. Apostó todo por su familia y ganó, contra los consejos de otros gurúes partidarios que le decían que tenía que poner a un candidato más conocido y potente.
En las próximas horas va a anunciar que se suma a la mesa de Provincias Unidas —la liga de gobernadores antikirchneristas y antimileistas— y se mueve con ambición. Quiere empezar a jugar a nivel nacional y sueña con ser presidente (o algo).
Con esta elección, manda un mensaje: en el radicalismo todavía hay jugadores con poder propio y que no quieren pintarse de violeta.
5. Si la elección importa, la gente va a votar
Contra el cliché del desencanto, Corrientes tuvo una participación del 71%. Sin promesas delirantes ni polarización rabiosa, el electorado fue a las urnas y eligió. ¿Jugó el aparato? Seguramente. Pero en concreto, la gente fue a votar en niveles normales porque era una elección en la que realmente se jugaba algo; no era una ficción para la casta.
El dato mata relato: no hay “fatiga democrática”, hay rechazo al humo.
Cuando la política se discute en clave local y con candidatos reales, la gente responde. El problema, tal vez, no era la gente sino que se están forzando elecciones en las que nadie sabe para qué tiene que ir a votar.
¿Qué pasará en las elecciones nacionales? No hay que comerse el postre, antes del plato principal.