Entre las innovaciones se destacan la imprescriptibilidad de crímenes graves como homicidios, abusos sexuales, trata de personas, narcotráfico y delitos de lesa humanidad; el aumento de penas para robos frecuentes como entraderas, salideras bancarias y robo de celulares; y la inclusión de nuevas figuras como “stealthing”, pornovenganza, secuestro virtual, crueldad animal y violencia organizada.
El texto también apunta a la corrupción estructural al eliminar beneficios para funcionarios condenados por delitos graves, incorpora el soborno entre privados y limita la libertad condicional. Además, introduce sanciones más severas para delitos ambientales —como minería ilegal o tala de bosques nativos— y para conductas digitales vinculadas al uso de inteligencia artificial, desde fraudes hasta la creación de imágenes sexuales falsas.
La comisión de expertos que elaboró el proyecto estuvo encabezada por el juez Mariano Borinsky, junto con magistrados y juristas como Jorge Buompadre, María Eugenia Capuchetti y Fernando Soto. El proceso incluyó más de un centenar de reuniones con jueces, fiscales, defensores y organizaciones de la sociedad civil.