La “apuesta racional” de MM resulta disruptiva. Pone cierto freno a una espiral de desatinos dirigenciales de las últimas semanas. Cualquier analista bien informado podría dar por hecho que algo parecido a un acuerdo con el otro polo de la grieta ha sucedido. Si es por la palabra empeñada de los máximos referentes de ambos bandos, entre diciembre y ayer nos terminamos de quedar sin la gran pelea de fondo como posibilidad.
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Mauricio Macri en recorrida por Rosario junto a Maximiliano Pullaro.
Segundo agradecimiento para el actual titular de la Fundación FIFA. Nadie de su interna tiene pensado sacar de la galera nada que se parezca a un “operativo clamor”, como sí ocurre con los acólitos de Cristina Kirchner, que siguen cargando el dedo de la Vicepresidenta como si siguiera siendo el gran cañón del peronismo.
El renunciamiento macrista tiene un nivel de dramatización casi cero, lo cual le otorga a Juntos por el Cambio un aire de “normalidad” que no venía irradiando (y veremos si querrán sostener como diferencia).
Tercera gratitud para el hijo mayor de Don Franco. La propia oposición se puso alta la vara al coincidir en que “el desafío es prepararse para gobernar el país más que para ganar otra elección”. Sin Macri como chance, el fantasma de la mala gestión 2015/2019 se aleja de la coyuntura. Cada vez menos precandidatos cambiemitas reivindican aquel gobierno como tal.
Cuarto punto: vale rescatar, acaso ante todo, el pacifismo de la determinación tomada por el creador del PRO. Esta etapa política del país quedó marcada sin remedio por el intento de asesinato contra CFK. Y las zonas oscuras del macrismo puro y duro que podrían conectar con aquella tentativa criminal bien merecían un llamado explícito a despejar la campaña proselitista de cualquier acto violento.
Y por último, como jamás antes, para que el gesto de Macri sea completo se requiere una reafirmación por parte de Cristina. Con las dos principales figuras partidarias del país fuera de la pelea grande, recién se podría proyectar por dónde vendría un supuesto (y necesario) recambio generacional, que debería incluir estilos y, sobre todo, contenidos. La “casta” necesita “descastizarse” urgente.