El partido no está terminado. El peronismo no ganó las elecciones de octubre. La Libertad Avanza no está derrotada. Lo que sí quedó derrotado es el esquema político que lo trajo a Javier Milei hasta acá.
La derrota en Provincia de Buenos Aires no significa necesariamente que el resultado se va a replicar a nivel nacional. ¿Qué puede pasar el 26/10 y cómo queda la gobernabilidad a partir del 10 de diciembre del 25? La marcha de la economía.
El partido no está terminado. El peronismo no ganó las elecciones de octubre. La Libertad Avanza no está derrotada. Lo que sí quedó derrotado es el esquema político que lo trajo a Javier Milei hasta acá.
¿Hay manera de dar vuelta el resultado del domingo pasado? A nivel nacional, sí. Para eso, los hermanos Milei deberían hacer las cosas bien; parece difícil, pero no es imposible. Si las elecciones fueran hoy, un 37 a 35 a favor de La Libertad Avanza sería un resultado realista.
El problema es que aun si el oficialismo lograra revertir o moderar el resultado en la provincia de Buenos Aires, la situación política que va a enfrentar desde el 10 de diciembre de 2025 va a ser peor que la que tuvo en los primeros dos años de gestión. Una victoria por poco no le va a permitir mejorar sustancialmente volumen su parlamentario y eso lo va a debilitar todavía más políticamente.
Ese escenario lo vuelve a poner contra las cuerdas: imposible implementar las reformas que promete - y que el círculo rojo reclama con insistencia-; el Congreso va a poder seguir metiéndole leyes por la ventana, el margen para sostener vetos se va a volver cada vez más chico y la capacidad de firmar decretos se acota. Incluso, el Congreso está a días de votar una ley para limitar los DNU presidenciales y esta misma semana Diputados va a insistir con los vetos al financiamiento universitario y Garrahan.
Así se abre una etapa de mayor complejidad, con un gobierno hiperideologizado, sin pragmatismo para implementar políticas y sin cintura para moverse en un contexto adverso. Es lo que en 2023 votó la gente.
¿Pero no se dijo antes de que Milei no iba a poder gobernar y al final mal que mal la piloteó? En parte es cierto. Pero la gobernabilidad en los dos primeros años de Milei se sostuvo gracias a la fortaleza de la autoridad presidencial: pese al ajuste y la crisis económica, su imagen no se desplomaba.
Para la opinión pública, el tipo estaba haciendo lo que había que hacer; era un sacrificio en pos de un futuro mejor.
La política -la casta- leía ese escenario y no se le podía poner en contra. Porque si Milei fracasaba, la culpa no iba a ser de él sino de ellos. El problema es que el futuro llegó y las mejoras no. Igual la buena imagen presidencial seguía en la mayoría de los sondeos hasta hace un mes.
La elección bonaerense demostró lo contrario: el rey está desnudo. Sin popularidad y sin anclaje institucional, el andamiaje de La Libertad Avanza se derrumba como un castillo de naipes.
¿Puede cambiar esto después del 10 de diciembre o el Gobierno va a un callejón sin salida?
La primera: que Milei gane la elección de octubre, aunque sea por poco, y eso le dé oxígeno para negociar con aliados, especialmente en las provincias antikirchneristas; Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Corrientes... los gobernadores no se van a querer enfrentar a Milei en el Congreso si él mantiene buena imagen entre los votantes que comparten.
La segunda: que parte del arco político advierta un riesgo de crisis institucional y no quiera cargar con el estigma de un desgobierno. Esto abarca a la oposición no kirchnerista y también al peronismo, que tampoco quiere mantener el estigma de que contra ellos no se puede gobernar.
Pero para eso, el oficialismo debería ceder algo. Y este gobierno no muestra disposición a entregar nada: ni plata ni capital simbólico.
En este tablero hay una clave adicional: la volatilidad electoral argentina. Desde hace 10 años no hay posibilidad de pronósticos ni manual de ciencia política que aguante. Veamos la historia:
La historia reciente confirma que las encuestas no anticipan nada, apenas describen un instante que cambia 48 horas antes de la elección.
En las horas previas a la elección del domingo, se empezó a ver más claro que el resultado iba a ser demoledor. La mayoría de las encuestas pronosticaban, en el último trackeo, que perdía el Gobierno. La más osada hablaba de 5 puntos (apareció una de Nueva Comunicación que dio 11).
Aunque había un fenómeno que no llegaban a capturar las encuestas y que sí veían los focus groups o grupos focales; los datos cualitativos anticipan los cuantiativos (encuestas)
Un dato fuerte de esta última elección fue la pérdida de confianza en el gobierno entre los 30 y 50 años: la franja que sostiene la olla familiar.
En cambio, se mantenía bien la imagen entre los jóvenes, que bancaban el ajuste y el discurso de futuro, aunque ese futuro signifique el recorte de ingresos de sus propios padres y abuelos. Una dirigente libertaria del conurbano contaba unos días antes de la elección que le tocó presenciar peleas entre jóvenes y jubilados por ese tema.
Segundo, muchos sectores empezaron a ver que el esfuerzo no rendía frutos. Especialmente, en los trabajadores (más adelante vamos a algunos indicadores económicos).
Pero hubo también variables de micropolítica. La mayoría de la gente no entendía lo que se votaba. Y aunque el gobierno nacional hizo una campaña para plebiscitar la gestión de Milei, no necesariamente la gente siguió ese debate. En cambio, a la vuelta de la esquina estaban los puestos de los intendentes o líderes distritales. A la mayoría de intendentes les fue bien -aun los de afuera de la grieta- y eso le restó a La Libertad Avanza.
A eso hay que sumarle el aparato, mayoritariamente manejado por el peronismo. Pero también pesan ahí radicales, vecinalistas varios.
La apatía hizo el resto. Votó 60% del padrón, 10 puntos menos que la última elección. También fue alto el voto en blanco, aunque no hay datos oficiales certeros.
De todas estas variables, la única que se va a sostener en octubre es la bronca por no llegar a fin de mes. La pregunta es si el Gobierno puede revertirlo de alguna manera.
No hay más boletas de papel. Es boleta única. La gente va a entrar al cuarto oscuro y tildar sobre su candidato o espacio preferido en cada categoría. En principio, beneficia al que tiene menos aparato.
En el caso de PBA, los intendentes ya jugaron su partido. ¿Van a dejar todo en la próxima vuelta? Difícil.
¿Qué va a hacer el kirchnerismo duro? ¿Va a regalarle así nomás una victoria a Kicillof? Otro factor disuasivo.
Las otras provincias grandes siguen siendo antikirchneristas: Córdoba, Santa Fe, Mendoza, CABA. Quizás, la onda opositora mejora la performance de Fuerza Patria, pero difícilmente gane en esos lugares. Ahí, La Libertad Avanza puede descontar los puntos que el peronismo saque en PBA.
El resto del país puede andar parejo. Habrá que ver cómo juega el malestar en cada provincia. Pero entre todas las otras provincias no cambian mucho el amperímetro. Por eso, el Gobierno no está perdido. En votos puede ganar.
La elección se juega en votos, pero también en bancas. Suponiendo un resultado parejo como el que describía antes, la cosa en Diputados quedaría más o menos como ahora, pero La Libertad Avanza tendría propios en lugar de aliados.
En el Senado, como se renueva la elección en la que arrasó Alberto Fernández, seguramente el oficialismo pueda mejorar bastante.
Pero nada que cambie sustancialmente el equilibrio de fuerzas global. Con un agregado: las tensiones entre oficialismo y oposición son muy difíciles de revertir como para hacer acuerdos de largo plazo. El futuro se vuelve muy incierto.
El golpe moral al Gobierno por el escándalo de corrupción pegó fuerte. Pero el verdadero problema es otro.
Un informe de la Unión Industrial Argentina publicado esta semana revela una situación preocupante para la actividad fabril.
El problema se agrava entre las Pymes.
Además, esta semana el INDEC difundió dos datos clave de julio:
Son los sectores que más trabajo dan.
Capital Humano publicó la Encuesta de Indicadores Laborales y dio otra caída. Es chica (0,2%), pero persistente desde principio de año.
Mientras, los ingresos no aumentan y en el mejor de los casos se indexan por inflación sin recuperar nada de lo perdido durante 2023/2024. El dólar sube, el riesgo país también, no hay dólares y las altas tasas de interés limitan el crecimiento económico.
Este escenario microeconómico es el que debería atacar un gobierno hiperideologizado, con serios problemas internos, denuncias de corrupción persistentes y con diálogo roto con la oposición. Aun así, el camino a la victoria no es imposible.