Paso a paso: cómo lograr que quede firme, parejo y con el sabor característico
El secreto del marroc casero está en trabajar rápido una vez que el chocolate está derretido y en distribuir bien las capas para lograr su textura típica.
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Derretir el chocolate: hacerlo a baño maría o en intervalos cortos en microondas, mezclando cada vez para evitar que se queme.
Armar la primera capa: colocar una parte del chocolate derretido en el molde y distribuir de manera pareja. Llevar al freezer por unos minutos hasta que solidifique.
Preparar la crema de maní: en un bowl aparte mezclar la pasta de maní con el cacao amargo hasta integrar. La mezcla debe quedar cremosa, no demasiado líquida.
Agregar la capa de maní: una vez que la base de chocolate esté firme, colocar la crema y emparejar con una espátula.
Cubrir con el resto del chocolate: sumar la capa final y extender para sellar toda la superficie.
Llevar nuevamente al freezer: entre 20 y 30 minutos, hasta que esté completamente firme.
Desmoldar y cortar: hacerlo con un cuchillo filoso, en cuadrados o bastones.
El resultado es un dulce suave, con un equilibrio perfecto entre chocolate y maní, ideal para acompañar un café, sumar a una mesa dulce o guardar en la heladera para comer de a poco.
Por qué el marroc casero es una tendencia en crecimiento
Hay varios motivos que explican por qué esta preparación volvió a ganar popularidad. Por un lado, su costo accesible en comparación con los productos industriales. Por otro, la posibilidad de personalizar la intensidad del chocolate, elegir una pasta de maní sin azúcar o adaptar la receta a gustos familiares.
Otra razón clave es su simpleza: se prepara en pocos minutos y sólo necesita frío para tomar forma, algo que lo convierte en una opción ideal para quienes no se sienten cómodos cocinando postres más elaborados. Además, se conserva muy bien en heladera, por lo que se puede preparar con anticipación sin perder calidad.
El marroc casero recupera esa sensación de “dulce de infancia”, pero con un toque artesanal que lo vuelve especial. Una receta que no falla, que rinde y que, literalmente, se derrite en la boca.